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  • 18 Jun 2025
  • 21:06
  • SPR Informa 6 min

Tecnología vs estrategia, cómo Irán está poniendo en jaque a Israel

Tecnología vs estrategia, cómo Irán está poniendo en jaque a Israel

Por Ernesto Ángeles .

Durante las últimas décadas el imaginario militar occidental ha estado marcado por una publicidad profundamente extendida: la creencia que la tecnología digital representa no solo la superioridad técnica, sino la garantía de la victoria en el campo de batalla. Desde la Operación Tormenta del Desierto en 1991 contra Irak, el pensamiento estratégico estadounidense y europeo se fue alejando de las lecciones aprendidas en conflictos como en Vietnam, donde factores geográficos, humanos y políticos jugaron roles determinantes; no obstante, las guerras actuales han empezado a desmontar este mito, ya que Ucrania e Israel, dos actores con fuerte apoyo tecnológico occidental, enfrentan hoy guerras complejas donde la tecnología no garantiza la supremacía en el campo de batalla.

Así lo está demostrando la respuesta de Irán a los ataques comenzados por Israel hace una semana, en donde Irán logró coordinar salvas masivas de drones kamikaze Shahed, misiles balísticos guiados como los Fateh-110 y Zolfaghar y misiles de crucero como el Soumar, alcanzando objetivos en Israel como centros de mando militar, sistemas antimisiles y refinerías; en esta estrategia el uso de saturación, oleadas escalonadas y apoyo de aliados regionales (Yemen, Irak, Líbano) permitió evadir sistemas antimisiles avanzados américo-israelíes como la Cúpula de Hierro, la Onda de David y el Arrow 3. 

En este punto es imprescindible señalar que lo relevante no sólo ha sido el armamento empleado por Irán, sino la manera en que éste demostró que una combinación de tecnología no occidental, inteligencia geoestratégica y una economía de guerra puede rivalizar con sistemas considerados invulnerables.

Es así como el despliegue masivo y coordinado de misiles y drones desde distintos frentes ha demostrado un nivel de integración operativa que muchos creían reservado a potencias con tecnología occidental. A ello se suma el desarrollo y posible despliegue de misiles hipersónicos como el Fattah, capaces de evadir sistemas de intercepción. 

Para lograr dicha hazaña Irán ha combinado ingeniería local, espionaje industrial y cooperación con potencias tecnológicas como China y Rusia para crear un ecosistema armamentístico resistente a sanciones y capaz de producir en volumen; por tanto, la sorpresa no es solo técnica, sino también doctrinal: Irán ha diseñado una guerra por capas, donde el costo de cada ataque es mínimo y la defensa del adversario es carísima; en lugar de buscar superioridad tecnológica absoluta, Irán ha apostado por la saturación, la redundancia y la disrupción.

Además, Irán ha logrado construir una infraestructura de guerra sin depender de sistemas logísticos globalizados, sino que el país produce localmente una parte importante de su armamento, lo cual reduce su vulnerabilidad ante bloqueos económicos; en vez de diseñar sistemas exclusivos y costosos, Irán ha replicado y adaptado tecnologías que ya existen en el mercado, especialmente tecnología soviética y china, esto le ha permitido tener una capacidad de respuesta rápida y continua, incluso bajo presión internacional, mostrando que la resiliencia y la adaptabilidad son tan importantes como la sofisticación técnica.

Lo más significativo es que Irán ha demostrado que se puede competir militarmente con actores tecnológicamente superiores sin necesidad de igualarlos, para ello ha usado la inteligencia geopolítica para explotar vulnerabilidades y la ha combinado con amenazas técnicas de distintos tipos (drones, misiles balísticos y de crucero). Con todo esto Irán ha desplazado el campo de batalla hacia la economía de desgaste con el objetivo de debilitar lentamente a Israel hasta quebrar su voluntad o su sistema logístico.

Este tipo de guerra -más estratégica y menos técnica- no entra en la lógica inmediata de la guerra convencional moderna; sin embargo, es efectiva, ya que expone que muchas veces no es la tecnología más avanzada la que gana, sino la mejor adaptada. Lo anterior revela que, si bien la tecnología es un componente crítico, no puede desligarse de factores estructurales como el territorio, la posición geográfica, la economía o el capital humano.  

Asimismo, la dimensión digital de la guerra también ha mostrado ser menos autónoma de lo que se pensaba, algoritmos, software de vigilancia y ciberataques requieren de infraestructura física concreta: cables submarinos, centros de datos, líneas de energía y cadenas de suministro globales, las cuales pueden ser interrumpidas, bloqueadas o destruidas. Además, muchas tecnologías digitales no físicas —como el código fuente o los lenguajes de programación— pueden ser replicadas, adaptadas o intervenidas con relativa rapidez, reduciendo la ventaja competitiva de quienes las originan.

Con este conflicto también se desmonta -aún más- el mito de que la tecnología militar moderna es exclusiva de Occidente: Irán, sin ser una potencia del G7, ha demostrado capacidad de producir y operar armamento hipersónico capaz de penetrar defensas occidentales. El mito de la invulnerabilidad tecnológica se alimentó durante años del marketing militar estadounidense, que vendió la idea de que todo conflicto podía resolverse con más y mejor tecnología, como si la guerra fuera una ecuación algorítmica sin variables humanas, territoriales o industriales. A esto se le suma el hecho que actualmente China lidera en el desarrollo de 37 de las 44 tecnologías de punta a nivel mundial, mientras que Rusia ha mantenido una base tecnológica militar robusta desde la Guerra Fría, la cual se ha expandido fuertemente desde el conflicto con Ucrania.

Es así como las guerras actuales han mostrado una realidad difícil de tragar para Occidente: las capacidades industriales y de manufactura han vuelto al centro de la estrategia, la guerra moderna requiere volumen, velocidad de producción y sostenibilidad económica; quien puede reponer drones, misiles y tropas a menor costo tiene una ventaja que ningún sistema hipertecnológico puede compensar indefinidamente.  

En este nuevo escenario la tecnología sigue siendo vital, pero no suficiente; el mito de la supremacía occidental basada en circuitos y sensores ha sido perforado por una guerra que vuelve a recordar lo que se quiso olvidar: que el poder sigue teniendo raíces en la geografía, la economía, la industria y el pueblo y el cuerpo humano.