Socializar pérdidas y privatizar ganancias. La máxima del neoliberalismo de la que ni el tema de salud se escapa. De tal manera que durante los años dorados de la doctrina neoliberal en México ocurrieron al menos dos hechos significativos: el desmantelamiento del sistema de salud, por un lado, y la promoción de los alimentos ultra procesados y azucarados, por el otro.
El resultado: al 16.4 por ciento de la población adulta en México se le ha detectado diabetes. La cifra de personas afectadas es mucho mayor, pues hay muchos diabéticos que no lo saben. Nuestro país ocupa el séptimo lugar mundial en número absoluto de casos, según las cifras más recientes (2021) del International Diabetes Federation (IDF). El Estado mexicano destina cada año 50 mil millones de pesos a medicamentos y tratamientos para la diabetes.
Se introdujeron al mercado mexicano los alimentos ultra procesados. Actualmente somos el cuarto país consumidor a nivel mundial de estos productos, según la Organización Mundial de la Salud. Al mismo tiempo, la precarización laboral prácticamente sepultó el tiempo libre, las horas de descanso y la posibilidad de que la clase trabajadora realice alguna actividad física. Pasamos de una clase trabajadora musculosa a una clase trabajadora enferma.
Este panorama ha sido enfrentado por los gobiernos de la Cuarta Transformación con un sistema de salud en ruinas. El trabajo iniciado por el presidente López Obrador y continuado por la presidenta Sheimbaum, en lo que tiene que ver con el rescate y la construcción de hospitales nuevos, contrasta con los años del neoliberalismo donde el sistema de salud fue prácticamente abandonado. Un ejemplo: de 1982 a 2018 la derechohabiencia del ISSSTE creció en 400 por ciento, mientras que solo se construyeron 32 unidades médicas nuevas.
Más aún, mientras los neoliberales promovieron el consumo de refrescos azucarados y golosinas en las escuelas la presidenta Sheinbaum dio un paso importante al prohibir la venta de comida chatarra en las escuelas y el director general del ISSSTE, impulsa un decálogo de la buena alimentación.
Ambos son conscientes de que dejar de lado la prevención y la promoción de estilos de vida sanos es un error, pues dejaría en manos de las farmacéuticas y al juego de la oferta y la demanda la salud de la población de México.
Sin embargo, no sólo se deben afrontar problemas económicos, también hay factores ideológicos que van contra la salud de las personas tal es el caso de asociar la mala alimentación al progreso o tachar de gordofobia todo intento por lograr un cambio de estilo de vida de las personas.
La ecuación neoliberal era clara: beneficiar desde el Estado a las industrias alimentaria y farmacéutica y hacer de la obesidad un tema de elección y responsabilidad personal. Privatizar las ganancias y socializar las pérdidas.
El reto mexicano es socializar la salud.