El pasado viernes 13 de junio, Israel lanzó una ofensiva militar contra Irán, a la que este país respondió con un ataque similar en territorio israelí. Hasta el momento, el conflicto ha dejado al menos 24 muertos en Israel, mientras que en Irán se reportan alrededor de 224 fallecidos. Según autoridades israelíes, la finalidad de su operación es “eliminar permanentemente las amenazas nucleares y de misiles balísticos” provenientes de Irán. Aunque ha logrado algunos avances, necesita del respaldo de Estados Unidos para cumplir completamente con su propósito.
En ese sentido, el presidente estadounidense, Donald Trump, no ha tomado una decisión final sobre si apoyará la ofensiva israelí. Al inicio del conflicto, trascendió que el mandatario estadounidense rechazó un plan israelí para asesinar al líder supremo iraní, Ali Jamenei, y enfatizó que su país no participó en los ataques contra Irán. Sin embargo, recientemente declaró que “sabe dónde se esconde” Jamenei y que considera viable un ataque militar. “Puede que lo haga, puede que no”, dijo. Existen factores tanto internos como externos que podrían disuadirlo.
Uno de los principales elementos que influirán en su decisión es su promesa de campaña: no involucrar a Estados Unidos en “guerras ajenas”. Esta postura cuenta con respaldo tanto popular como bipartidista. Entre otras razones, las experiencias en Irak y Afganistán demostraron que los objetivos estratégicos no se cumplieron, mientras que los costos humanos, financieros y de imagen internacional fueron altos y negativos. Además, de acuerdo con encuestas sobre el tema, si bien la población ve a Irán como una amenaza, percibe que los verdaderos retos provienen de potencias como China y Rusia. Por tanto, un ataque militar podría no ser apoyado popularmente.
De ahí que, al interior del país las fuerzas políticas buscan frenar una intervención militar. El senador Bernie Sanders y un grupo de legisladoras y legisladores demócratas presentaron una resolución para prohibir al Ejecutivo usar fuerza militar contra Irán sin autorización previa del Congreso. Constitucionalmente, aunque el presidente puede ordenar ciertas operaciones, sólo el Congreso puede declarar una guerra formal. En esa misma línea, los representantes Thomas Massie (republicano) y Ro Khanna (demócrata) también impulsan una resolución que refuerza este límite, la cual ya cuenta con apoyo de figuras relevantes de ambos partidos.
Por otro lado, una participación directa de Estados Unidos podría agravar el conflicto y prolongar las hostilidades. Aunque Israel afirma que su fin es neutralizar la capacidad nuclear de Irán, algunas voces aseguran que la meta real sería un cambio de régimen. Aunque sin relación alguna hasta el momento, Reza Pahlaví, hijo del último sha iraní, quien vive en Estados Unidos, llamó a los ciudadanos iraníes a rebelarse contra el gobierno actual.
No obstante, son pocas las voces que respaldan esta vía. Tanto en Estados Unidos (como ya se señaló) como en Europa y Medio Oriente existe un consenso amplio en que impulsar un cambio de régimen sólo agravaría la crisis y aumentaría la inestabilidad regional. Además, es poco probable que la población iraní responda a llamados externos a la insurrección, especialmente, si se considera el rechazo generalizado dentro del país hacia cualquier forma de intromisión extranjera.
Por ahora, la vía diplomática con Irán sigue siendo una posibilidad. En particular, no se descarta la reanudación de conversaciones directas con Estados Unidos, ya que ambos gobiernos han expresado su interés en alcanzar un acuerdo, incluso luego de los ataques israelíes. Este enfoque podría contribuir a reducir las tensiones y prevenir una mayor escalada del conflicto.