Semanas después del último concierto de Black Sabbath recibimos la triste noticia del fallecimiento de Ozzy Osbourne, hombre emblema de la banda formada en Birmingham y símbolo de la cultura pop contemporánea.
El nacimiento de Black Sabbath fue un síntoma de la época en donde la esperanza hippie comenzaba a agotarse. El primer disco de Sabbath fue editado en 1970, año marcado por la disolución de The Beatles, y las muertes de Jimi Hendrix y Janis Joplin.
En lo político este año también está marcado por el acceso de Margaret Thatcher al gabinete del conservador Edward Heath.
El rock se había aburguesado y la banda de Ozzy Osbourne, Tony Iommi, Geezer Butler y Bill Ward representaron el regreso a la escena rockera del proletariado inglés que vivía una realidad sombría marcada por la crisis, la falta de pericia de los Laboristas y el ascenso del conservadurismo.
El grupo liderado por Osbourne marcó un punto y aparte en el mundo del rock. Un sonido pesado, de atmósfera oscura y una lírica que retomó la estética de los poetas malditos.
Igual que Charles Baudelaire, Ozzy cantó a las sombras, a la muerte y exploró la belleza en lo horrible. Si los hippies amaban las flores, Sabbath promovió el amor a lo repugnante, al horror. En este sentido, los de Birmingham, además de definir lo que a la postre sería conocido como Heavy Metal, también anticipó el nihilismo punk que inundaría al mundo años después.
Con Black Sabbath el rock volvió a combatir al poder. Esto se hizo patente en la década de los 80, en la que la derecha promovió lo que se conoció como “pánico satánico” que enfocaba la persecución en artistas de Heavy Metal, entre los que estaban Ozzy y Black Sabbath, así como los cómics y los juegos de rol. La acusación: ser instrumentos de seducción del diablo.
Esta persecución tuvo un capítulo de humor involuntario en México, donde la ultraderecha se movilizó para evitar la presentación de la banda inglesa en el estadio Nou Camp de León, Guanajuato. Era 1989. Pasaron unos años más para que Ozzy y Black Sabbath tuvieran recitales en nuestro país.
Pasada esta turbulencia conservadora el mundo pudo apreciar sin prejuicios las aportaciones artísticas y culturales de Ozzy Osbourne que poco a poco se fue despojando de su halo maldito y se mostró como un padre y marido amoroso y superó su larga batalla contra las adicciones.
Ozzy, en este sentido es una muestra de fuerza para lograr la redención personal pero también de firmeza en la defensa de su propuesta estética. A final de cuentas el metal y el punk son la continuidad de expresiones artísticas como el romanticismo y el situacionismo que se alimentan de la rebeldía, la oscuridad y el horror para dar una trinchera a los inconformes.
A Ozzy le debemos el talento de haber tomado las pesadillas y convertirlas en un sueño maravilloso.