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  • hace 2 días
  • 20:06
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Oriente Medio al borde del abismo: de los crímenes en Gaza a la confrontación regional

Oriente Medio al borde del abismo: de los crímenes en Gaza a la confrontación regional

Por Mikel Larrañaga Colín

El panorama geopolítico en Oriente Medio se encuentra en un punto de inflexión crítico, donde los acontecimientos de las últimas semanas podrían redefinir el equilibrio de poder para los próximos años. Los ataques directos y sin precedentes entre Irán e Israel no son un hecho aislado, sino el síntoma más visible de una profunda reconfiguración estratégica que se ha acelerado desde la ofensiva israelí y genocidio de miles de palestinos en la Franja de Gaza a partir de octubre de 2023.

Para comprender la magnitud de la crisis actual, es necesario analizar tres factores interconectados que actúan como pilares de esta nueva y peligrosa fase.

La caída del régimen de Bashar al-Assad en Siria el 8 de diciembre de 2024 representó un golpe devastador para la estrategia regional de Irán. Assad no era un simple aliado; era la pieza central del llamado "Eje de la Resistencia", garantizando un corredor terrestre vital que conectaba a Teherán con sus apoderados en el Líbano, como Hezbolá.

La desintegración del régimen sirio y el caos subsecuente crearon una ventana de oportunidad para Israel. El gobierno de Netanyahu ha intensificado sus operaciones militares en Siria, particularmente en los Altos del Golán. El objetivo es claro: desmantelar la infraestructura militar iraní y siria, destruir arsenales estratégicos y mermar decisivamente la capacidad de respuesta de cualquier futuro gobierno en Damasco, asegurando así su flanco norte ante una posible escalada.

La actual espiral de violencia no puede desvincularse de su origen más profundo: el conflicto palestino-israelí. La ofensiva militar en Gaza, iniciada en 2023, ha sido un catalizador que ha exacerbado las tensiones regionales a niveles insostenibles. Para muchos actores en el mundo árabe y musulmán, esta ofensiva reafirma la percepción de que el Estado de Israel ha operado históricamente con un limitado acatamiento de las resoluciones de la ONU y el derecho internacional relativos a la creación de un Estado Palestino y la ocupación de territorios. Este sentimiento ha alimentado la retórica y las acciones de grupos respaldados por Irán, creando un ciclo de represalias cada vez más peligroso.

Un tercer factor crucial es la reevaluación del papel de Estados Unidos como potencia hegemónica global. La política exterior del segundo mandato de Donald Trump, centrada en el "America First", ha generado incertidumbre entre sus aliados tradicionales y ha sido percibida como un declive en su compromiso con la seguridad colectiva.

Esta ambigüedad se manifiesta en su política hacia Irán. Mientras por un lado existían intenciones de renegociar el acuerdo nuclear, por otro, acciones unilaterales y agresivas —como ataques con drones y misiles contra figuras clave del estamento militar y científico iraní— han dinamitado cualquier vía diplomática. Esta política impredecible deja un vacío que otros actores, principalmente Israel e Irán, se sienten compelidos a llenar, a menudo a través de la confrontación directa, con el pretexto de un ataque preventivo por parte de Israel, ya que supuestamente Irán planeaba atacar a Israel y generar un nuevo “genocidio” en contra de la población judía. 

Las repercusiones de una escalada regional tendrían consecuencias catastróficas a nivel mundial. El escenario más inmediato y tangible sería el bloqueo del Estrecho de Ormuz por parte de Irán, un punto vital por el que transita aproximadamente el 30% del petróleo transportado por mar a nivel global. Un cierre, incluso parcial, provocaría una volatilidad extrema en los mercados energéticos, desatando una crisis inflacionaria y una posible recesión global.

El peor escenario contempla una guerra regional a gran escala que involucre a más países de la región. La posibilidad de que un conflicto de esta naturaleza escale hacia el uso de armas nucleares, aunque remota, ya no es una hipótesis descartable, marcando el momento más peligroso para la estabilidad mundial en décadas.

La solución a este complejo entramado de crisis no es sencilla ni unilateral. La comunidad internacional, a través de la ONU y otras instancias, enfrenta el desafío urgente de mediar para una desescalada. Cualquier camino hacia una paz duradera requerirá concesiones significativas de todas las partes involucradas. Para Israel, esto implica un replanteamiento de su estrategia de seguridad y un compromiso verificable con las resoluciones internacionales sobre la cuestión palestina. Para Irán, supone la necesidad de moderar sus ambiciones regionales y su programa nuclear.

Sin una diplomacia multilateral robusta y la voluntad política para abordar las causas profundas del conflicto, Oriente Medio se asoma a un abismo cuyas consecuencias afectarán a todo el planeta. La región está en una encrucijada: o se impone la razón diplomática o la lógica de la guerra arrastrará a todos a un futuro incierto y devastador.