Durante la campaña electoral de 2024, Donald Trump hizo una promesa doble: reducir los impuestos federales mientras incrementaba los ingresos aduaneros para mantener el financiamiento gubernamental. Este planteamiento comenzó a materializarse tras dos meses de intensas negociaciones y amenazas comerciales, culminando en abril de 2025 con la implementación de una nueva política arancelaria que rompe con la tradición comercial de Estados Unidos en los últimos veinticuatro años. El acto simbólico se concretó el 2 de abril en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca, donde Trump firmó la Orden Ejecutiva 14257, titulada "Regulating Imports with a Reciprocal Tariff to Rectify Trade Practices that Contribute to Large and Persistent Annual United States Goods Trade Deficits". Con un claro mensaje político, el presidente declaró esa fecha como el "Día de la Liberación" y presentó la medida como una "Declaración de Independencia Económica".
El mecanismo arancelario establece un impuesto base del 10% sobre la mayoría de importaciones, con cargas adicionales para naciones específicas. La fórmula de cálculo ha generado controversia: toma el déficit comercial bilateral de Estados Unidos con cada país como numerador, lo divide entre el total de importaciones de ese mismo país (denominador), luego divide el cociente entre dos y después lo redondea. Este método ha sido criticado por ignorar deliberadamente el superávit estadounidense en la balanza de servicios, que según la U.S. Bureau of Economic Analysis incluye sectores clave como servicios financieros, turismo, administración gubernamental y tecnología. Las naciones más afectadas resultaron ser economías subdesarrolladas: Lesotho (50%), Camboya (49%), Laos (48%), Madagascar (47%), Vietnam (46%), Myanmar (45%), Sri Lanka (44%), Siria (41%), Mauricio (40%) e Irak (39%). Mientras tanto, los principales competidores comerciales recibieron también tratos diferenciados: China (34%) y la Unión Europea (20%).
La narrativa de Trump es clara y simplista: acusa a diversos países de aprovecharse del mercado estadounidense mediante la inundación de productos de importación baratos que, según su visión, destruye empleos locales y debilita la industria nacional. Sin embargo, esta postura ignora sistemáticamente que el déficit comercial estadounidense es consecuencia directa de su propio modelo de consumo masivo, alimentado por el fácil acceso al crédito y la cultura del gasto excesivo.
Las represalias internacionales no se hicieron esperar. China respondió el 4 de abril con un arancel recíproco del 34% sobre productos estadounidenses. Por su parte, la reacción de Trump fue inmediata: amenazó con incrementar los aranceles a China en un 50% adicional si no retiraba sus medidas antes del 8 de abril, lo que representa una tasa acumulada del 104% debido al 20% que ya se tenía acumulado previo a la última imposición de aranceles. Trump, además, ha cerrado las posibilidades de negociación con las autoridades chinas. Lejos de retroceder, Pekín escaló el conflicto el 9 de abril elevando los aranceles de Estados Unidos al 84%, marcando el inicio formal de una guerra comercial de proporciones significativas.
Este escenario tiene profundos antecedentes históricos en la política estadounidense. El periodo entre el fin de la Guerra de Secesión (1865) y la Reciprocal Tariff Act de 1934 estuvo marcado por intensos debates entre proteccionistas republicanos y librecambistas demócratas, cristalizados en sucesivas leyes arancelarias: McKinley Act (1890), Wilson-Gorman Act (1894), Dingley Act (1897), Payne-Aldrich Act (1909), Underwood Act (1913), Fordney-McCumber Act (1922) y la polémica Hawley-Smoot (1930). Esta última, implementada durante la Gran Depresión, generó represalias europeas que según Charles Kindleberger en "The World in Depression: 1929-1939" iniciaron una guerra comercial que se tradujo en una contracción del comercio mundial del 61% entre 1929 y 1933.
Trump, en una revisión histórica particular, defiende la política arancelaria del siglo XIX, a la que considera como exitosa, y exonera a la Hawley-Smoot, argumentando que su único error fue su aplicación tardía. Esta postura contrasta con el consenso económico que la señala como agravante de la crisis de 1929 y que señala que las nuevas medidas arancelarias están condenadas también al fracaso. La modificación a la legislación arancelaria viene acompañada del reavivamiento de un debate de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX: el impuesto sobre la renta. Mientras que Trump adelanta una política arancelaria violenta promueve, junto a los congresistas del Partido Repúblicano una reducción de impuestos a las grandes fortunas. Según analistas, como Andrew Duehren del New York Times, los aranceles funcionan como un impuesto regresivo, elevando los precios tanto de importaciones como de productos nacionales con insumos extranjeros, afectando principalmente a trabajadores y consumidores pertenecientes a las capas medias y bajas, mientras beneficia a las grandes corporaciones.
La política arancelaria de Donald Trump tiene un doble impacto: internacionalmente presiona a economías dependientes de exportaciones a EE.UU., mientras internamente representa una transferencia de riqueza y del origen de los impuestos que va desde las clases trabajadoras -ya afectadas por la inflación global- hacia sectores empresariales favorecidos por las exenciones fiscales. Los aranceles, presentados como herramienta de protección nacional, terminan siendo un mecanismo que profundiza las desigualdades en un contexto donde la capacidad adquisitiva de los sectores populares sigue erosionándose. Este enfoque refuerza la caracterización de la administración Trump como representante de los intereses oligárquicos, utilizando el proteccionismo comercial como pantalla para una redistribución regresiva del ingreso.
Nota: El gráfico muestra la contracción en espiral del comercio mundial entre 1929 y marzo de 1933 como producto de la crisis económica y la imposición de medidas arancelarias por parte de la administración de Herbert Hoover (Hawley - Smoot Act de 1930) La gráfica incluye los valores mensuales de las importaciones de sesenta y cinco países (Elaboración propia replicando los datos de Charles Kindleberger en La grande depressione nel mondo 1929-1939)