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  • 02 Jan 2024
  • 18:01
  • SPR Informa 6 min

La guerra por el tiempo

La guerra por el tiempo

Por Ricardo Balderas

“El hombre (como especie) necesita tiempo para la satisfacción de sus necesidades espirituales y sociales, cuya amplitud y número dependen del nivel alcanzado en general por la civilización”, El Capital, Carl Marx (1867). Capitulo XIII.

Hablemos de igualdad y justicia social. Son las fechas adecuadas y ningún momento, por lo menos para mi generación, ha sido tan necesario como ahora. El poder y la civilización se encuentran en una pugna, una especie de bucle social del que parece ya imposible salir: guerras, pandemias, hambruna y violencia desmedida, son palabras que con facilidad podrían describir los últimos años, particularmente el pasado 2023. 

            La humanidad dejó de ser dueña de su destino y unos cuantos mercaderes han acaparado los recursos de vivienda, educación, agua y comida que debieran cubrir las necesidades del mundo. Es decir, no nos faltan hogares, ni nos sobran personas. 

            Lo que resulta indiscutible, por lo menos para cualquier persona con un gramo de humanidad o educación, es que de manera urgente necesitamos un reparto más equitativo de los recursos en el mundo. Es decir, como sociedad, requerimos conciencia del despojo y el arrebato violento con el que algunas personas creen que merecen tanto más que los demás.

            Con el contexto actual la libertad está en riesgo, dejamos de ser dueños de nuestro destino y, jamás fue tan evidente. Sólo analizando la situación en México, aquí, mi generación crecimos en un país donde tan sólo el 1% de la población (aproximadamente 127 personas) son dueños de casi la mitad de los recursos (41.2% de la riqueza) de una nación con 127 millones de habitantes. Una desproporción, a mi parecer, apocalíptica. 

            Pero el panorama mundial no es distinto. El 1 % más rico acumula casi el doble de riqueza que el resto de la población mundial en los últimos dos años revela una investigación elaborada por la organización Oxfam. Y para profundizar en está discusión, debemos analizar el origen de esas riquezas inmorales.

“El 1 % más rico ha acaparado casi dos terceras partes de la nueva riqueza generada desde 2020 a nivel global (valorada en 42 billones de dólares), casi el doble que el 99 % restante de la humanidad”, cita el informe de la organización.

La causa obrera.

"Abandonar toda esperanza, quienes aquí entráis" es la inscripción que Dante Alighieri encuentra en la puerta del infierno al iniciar su viaje. Y en una especie de alegoría dantesca, el académico Octavio Rosas-Landa de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), nos explica justo el origen de esas riquezas, de esos procesos de despojo de la vida: “La persona capitalista compra la fuerza de trabajo de las personas obreras todos los días”. Es decir, durante el tiempo que dura la jornada laboral, el patrón posee el uso de la fuerza del trabajo de sus obreros y obreras.

            Y aunque la jornada laboral, por cuestiones biológicas, no puede durar las 24 horas del día, los dueños del dinero, los capitalistas, pretenderán siempre que esa jornada dure el máximo posible. Nos debe quedar claro, las personas obreras o la base trabajadora, somos el principal activo (recurso) de los capitalistas. Por más que se empeñen en hacernos sentir reemplazables. Porque ese discurso es fácil de desmontar:

            

“Entre mayor sea la necesidad del mundo y la riqueza se concentré en menos manos, más fácil será encontrar personas dispuestas a suplir nuestra fuerza de trabajo a cambio de menos, a cambio a veces de su propia vida”…

 

Un ejemplo claro, y sobre todo indiscutible, es lo ocurrido en Grecia durante el año pasado donde el Parlamento (diputados) aprobó una “Reforma laboral” encabezada por el gobierno de derecha de Kyriakos Mitsotakis y su partido Nueva Democracia, que impone, entre otras medidas, jornadas hasta de 13 horas de trabajo, semanas de seis días laborables y optar voluntariamente a un segundo empleo con un máximo de cinco horas diarias. El mismo fenómeno se repitió en Italia y Corea.

            Arrebatando así, a los más desposeídos, de su tiempo en familia y amigos permitiendo la inmoralidad del hambre. Eliminando así nuestros momentos de ocio donde la creatividad aparece, de nuestra capacidad para educarnos y obtener capital intelectual, y por consecuencia, alejándonos de nuestro destino para servir a un monarca con vestido de demócrata. 

            Que nos quede claro. Para los grandes capitalistas, somos eso, pedazos de tiempo que pueden utilizar a su antojo con el único objetivo de valorizarse a costa de nuestra vida. Como digo en la entrada del texto y citando a Marx: La guerra es por el tiempo.

 

México en el 2023.

Resulta entonces indispensable mencionar que no todo es crisis. Que aún bajo el peor escenario existen realidades positivas que coexisten con esta deshumanización. Y algunas personas (evidentemente no todas) realizaron esfuerzos inauditos para contrarrestar lo que parece una sentencia. La última de las últimas palabras, no ha sido pronunciada.

            Para el caso mexicano existen varias realidades, ninguna de ellas ajena a la otra, donde podemos abordar de manera crítica la existencia de farolas antifascistas y causas obreras, legítimas o no, pero que benefician a la base trabajadora. Por ejemplo, el aún presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), desde la fracción parlamentaria de su partido, impulsó el aumento de lo que se conoce como “Salario Mínimo”, o bien, “Unidad de Medida y Actualización (UMA)”. Esta política, la de integrar el valor de las UMAS en todas las regiones del país y aumentar los montos mínimos de percepción, significó para los trabajadores el aumento salarial más alto de los últimos 40 años, es decir  el 76.78%.

            Dicho monto fue mucho mayor, incluso, al ocurrido con el autodenominado “presidente del empleo”, Felipe Calderón Hinojosa quien durante su gestión incremento en tan sólo 28.6% los sueldos de las personas trabajadoras. Sin embargo, la medida obradorista resulta insuficiente dadas las altas tasas de inflación en el país y la omisión de las autoridades por implementar medidas que logren una recaudación eficiente a la industria. Aún hoy, en el país, se continúa protegiendo a la industria de manufactura que, año con año, confabula junto a políticos para someter a los y las trabajadoras de México a una pobreza de la que ya resulta relativamente imposible salir.

            Esto no quiere decir que Andrés Manuel sea Marxista o que la izquierda de su partido sea en la que todas las personas debemos militar. Sin embargo, resulta imposible de ignorar el hecho de su esfuerzo y la congruencia con la base más desprotegida del país de la que tanto habla en sus conferencias matutinas. 

            En un mundo donde el valor del trabajo se entrega sin pestañar a los poderosos, la diputada Susana Prieto de Morena impulsó una reforma que en fue en contra de toda lógica capitalista. Y tras lograr el aumento del valor del trabajo de todas, impulsó (aunque sin éxito) otra reforma en el mismo sentido: cambiar la jornada laboral de 48 a 40 horas. Tuvieron que pasar 40 años de leyes para lograr un pequeño avance, pero real, en materia laboral para México. E insisto, aunque los motivos y contextos sean varios, no podemos negar ese pequeño paso hacia adelante.

            Y antes de despedirme y desear un año próspero para todos y todas, les pregunto: ¿Cuánto de esas 8 horas usarían para celebrar lo que aman? La invitación entonces es, a dejar de lado las pugnas partidarias, los dogmas de la democracia que tanto nos arrebatan y trabajemos por un México más justo. Donde poder llegar a nuestras fechas importantes no dependa del capricho de un patrón (ni de un presidente o presidenta). Feliz 2024.