La estrategia integral de bienestar del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador ha comenzado a generar resultados cuantificables, muy a pesar de las condiciones extraordinariamente adversas que le impusieron tanto la pandemia, como la crisis inflacionaria detonada por el complejo entorno de inestabilidad económica a nivel global, así como el proceso de debilitamiento al que fue sometido el estado mexicano durante la era neoliberal.
La Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2022 da cuenta de un incremento en el ingreso de los hogares mexicanos que en lo que va de la actual administración ha ascendido al 4.56 por ciento. Sin embargo, este incremento se dio con mayor vigorosidad entre los más vulnerables del país.
Así, en el primer decil el crecimiento de los ingresos ha sido del 19.92 por ciento y en el segundo del 13.50 por ciento, mientras que en el noveno decil el crecimiento es de apenas del 4.58 por ciento y en el último decil del 2.15 por ciento negativo. Estas cifras guardan congruencia con una reducción considerable del coeficiente de Gini que ha pasado de 0.426 a 0.402, reflejando con ello una menor concentración del ingreso en el país.
No es para menos. El gobierno de la Cuarta Transformación ha colocado sus baterías en reducir la lacerante miseria y desigualdad social que heredó de un régimen que repartía privilegios entre los potentados y que condenaba a la invisibilidad a una enorme mayoría de mexicanas y mexicanos. Tan sólo de 2018 a 2023, el presupuesto destinado al gasto social ha crecido en más de 22 por ciento en términos reales. Con ello se hace justicia a la promesa del mandatario mexicano López Obrador, quien llegó al frente del país con la consigna de que, por el bien de todos, primero los pobres.
Pero resta mucho por hacer. Y es que además de perfeccionar los programas de bienestar, es imperativo que la patria le haga justicia a los más pobres de los pobres. La propia ENIGH 2022 refleja una realidad espeluznante que prevalece en el país. El 6.2 por ciento de los hogares dijeron que tuvieron que mendigar, mandar a los niños a trabajar o recurrir a prácticas socialmente no aceptadas para conseguir comida; del mismo modo en el 10.4 por ciento de los hogares al menos un menor tuvo que irse a la cama con hambre.
Esta es la cruda realidad de quienes sobreviven en hogares a los que aún no les ha alcanzado la exitosa política de bienestar lopezobradorista, en esos hogares no ha llegado el elefante reumático del estado mexicano, inclinado por décadas al servicio de los poderosos. Pero ellos que viven en desgracia, tienen al menos un hogar, una vivienda, un domicilio para el registro de su identidad.
Un reto ineludible de cara a la continuidad de la Cuarta Transformación será el dignificar la vida de aquellos que no son visibles ante las estadísticas, esos miles de vidas que se debaten en la calle. El lumpen de los pobres, los más pobres de los pobres deberán aparecer en la agenda de los derroteros de nuestra patria, si es que esta revolución sin violencia aspira a ser verdadera.