El deporte no es y nunca fue apolítico. En 1924, Alfonsina Strada, apodada “el diablo con falda”, se convirtió en la primera y última ciclista en participar contra hombres en el Giro de Italia. En los Juegos Olímpicos de México 1968, los atletas afroamericanos Tommie Smith y John Carlos levantaron sus puños en protesta por la segregación racial en Estados Unidos. En 2016, Colin Kaepernick, jugador de la National Football League (NFL) de EE.UU., comenzó a arrodillarse en los partidos durante el himno de dicho país, para manifestarse contra la injusticia racial y la brutalidad policial.
Las sedes de las competencias internacionales, la presencia de mujeres y personas afroamericanas, la cantidad de atletas que representan a cada país en dichas ceremonias… todo, absolutamente todo es político. Aunque aún exista el prejuicio de que no hay nada “menos político” que sentarse a ver el fútbol un domingo, la historia reciente nos ha recordado que el deporte, en tanto fenómeno social, está inherentemente relacionado con el contexto histórico en el que sucede. Es por eso que hoy, “mostrarle la tarjeta roja a Israel” es una forma de hacer política, y sobre todo, de alzar la voz ante el genocidio más documentado de la historia.
Aunque los conflictos armados en la Franja de Gaza comenzaron décadas atrás, la situación se recrudeció el 7 de octubre de 2023, cuando el grupo extremista palestino Hamás atacó Israel, dejando un saldo de más de mil fallecimientos. La respuesta del ejército israelí fue significativamente más devastadora: a 17 meses del conflicto, han sido asesinadas más de 46 mil personas palestinas, de las cuales, el 70% eran mujeres y niños. Del otro lado del “combate”, los cálculos no superan las 2 mil víctimas mortales.
En este contexto, ¿cómo pueden las infancias y juventudes palestinas siquiera soñar con el deporte? ¿Cómo, si Israel se ha encargado de privarlas de sus derechos humanos básicos, como el acceso a agua, alimento y electricidad? En Gaza no hay forma de acceder a una alberca olímpica o a una cancha de tenis, porque estamos hablando de un territorio devastado, en el que el 95% de escuelas han sido destruidas total o parcialmente desde octubre de 2023, mismo periodo en el que Israel ha perpetrado más de 136 ataques a instalaciones médicas, según la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Mientras el pueblo palestino se enfrenta a esta dura realidad, la comunidad internacional se niega a vetar a Israel de los eventos deportivos, o al menos, a reconocer que lo que está sucediendo en Gaza es el desplazamiento y exterminio de miles de personas inocentes. Muestra de ello fue la negativa de Francia a prohibir la participación israelí en los Juegos Olímpicos de París 2024, en contraste con el caso de Rusia, nación a la que se prohibió formar parte del evento por la guerra que sostiene con Ucrania desde febrero de 2022.
Los números y las circunstancias en las que Palestina llegó a los JJ.OO. dicen mucho sobre la manera en la que el deporte se ve permeado por el funcionamiento del status quo. Fueron ocho los atletas que representaron a Palestina en París 2024, pero la mayoría de ellos nacieron en otros países -Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Alemania, Chile o Estados Unidos- pero son de ascendencia palestina. En contraste, Israel presentó una delegación conformada por 88 deportistas.
Cabe destacar que sólo un atleta palestino, Oman Ismail, clasificó a París de manera independiente, mientras que los otros siete consiguieron su boleto gracias a la cuota de universalidad del Comité Olímpico Internacional (COI), a través de la cual se permite la participación de deportistas de países en situaciones vulnerables, aunque no cumplan con la totalidad de requisitos. Tal fue el caso de Mohammed Dwedar, quien viajó a los Juegos desde Jericó, una ciudad en Cisjordania que se encuentra ocupada por Israel.
La presencia palestina en estas enormes plataformas mediáticas no tenía el propósito de llevar medallas a casa, sino de recordarle al mundo que su pueblo está resistiendo a un intento de borrado histórico. “Represento a esta bandera, a este pueblo, a los prisioneros, a los heridos y a los mártires. Siento haber perdido hoy, pero les prometo que me entrenaré día y noche durante años, hasta 2028. Los Juegos Olímpicos ya son una victoria para Palestina”, declaró el boxeador palestino Wasim Abusal, tras ser eliminado de la justa deportiva tras su debut.
Actualmente, en marzo de 2025, los bombardeos continúan en Gaza, tras las múltiples violaciones del ejército israelí al acuerdo de cese al fuego alcanzado en enero de este año. Lo que también continúan son las exigencias de impedir que Israel siga actuando con impunidad, ignorando que su primer ministro, Benjamin Netanyahu, cuenta con una orden de arresto por crímenes de guerra y lesa humanidad, emitida por la Corte Penal Internacional, desde noviembre de 2024.
Una de las razones por las cuales Israel se sabe protegido es el apoyo de uno de los países más poderosos del mundo: Estados Unidos. Mientras Trump se codea con Netanyahu, miles piden que Israel sea eliminado de la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA). Bajo el lema “muéstrenle la tarjeta roja a Israel”, aficionados están protestando en estadios alrededor del mundo para exigir que la selección y clubes de dicho país dejen de participar en las competencias internacionales.
Uno de los casos más sonados de esta iniciativa fue el de los hinchas del equipo escocés Celtic, quienes exhibieron una enorme pancarta con el lema de la campaña, durante el partido que dicho equipo disputó en la Champions League contra el Bayern Munich el pasado 15 de febrero. Esto no es nuevo entre los aficionados del Celtic, pues entre ellos se encuentra un grupo conocido como “Brigada Verde Antifascista” que lleva protestando por diversas causas desde su fundación en 2006.
Otro ejemplo ocurrió en España, durante un partido entre Osasuna y el Real Madrid, en el que los hinchas del Osasuna desplegaron dos pancartas, una en euskera y otra en inglés, con el mismo mensaje que los aficionados del Celtic. Esta campaña incluso llegó a México el pasado 23 de febrero, durante el partido de los Leones Negros de la UDG contra Cancún F.C., en donde se realizó una colecta de firmas a las afueras del Estadio Jalisco, para solicitar que nuestro país rompa relaciones con Israel.
La FIFA, por supuesto, no ha atendido a estas demandas, sino que incluso ha sancionado en múltiples ocasiones a equipos como Celtic, ya que el artículo 60 de su reglamento “prohíbe terminantemente la promoción o el anuncio por cualquier medio de mensajes políticos o religiosos o cualquier otro acto político o religioso en el estadio o sus inmediaciones antes, durante y después de los partidos". Aunque argumentan razones de seguridad, la realidad es que estas acciones los hacen cómplices de lo que está sucediendo en Palestina.
Aunque parezca que nada ha cambiado, las iniciativas para excluir a Israel de eventos que, en teoría, deberían enaltecer el espíritu deportivo y de fraternidad, nos recuerdan la fortaleza, resistencia y valentía del pueblo palestino ante el intento de exterminio del que están siendo víctimas. Desde el deporte, su mensaje ha hecho eco a lo largo y ancho de todo el globo, siendo una voz unísona que dice “Palestina libre”.