Ayotzinapa, ¿el ariete de la DEA?

Muchachos, no permitan que una lucha tan digna se vea nublada por la intervención de la DEA.

Nadie en su sano juicio duda de la legitimidad de la lucha de los padres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, por eso, la incursión violenta del movimiento normalista en el tablero político-electoral de 2024, resulta muy sugerente.

Aprovechando la máxima de no reprimir al pueblo, un contingente no mayor a 100 personas, la mayoría jóvenes, robó una camioneta de CFE y con ella abrió una de las puertas de Palacio Nacional, durante la conferencia matutina del Presidente del seis de marzo.

Pero ¿por qué ahora?, ¿por qué de ese modo? ¿por qué no encabezaron es manifestación los padres de los 43? Posiblemente, las respuestas las podemos hallar en el calendario electoral, que hoy son un imán para escándalos que implican temas de seguridad nacional donde, curiosamente, están metidos diversos actores políticos o periodísticos, de nuestro vecino del norte.

Veamos: a finales de enero, un portal que no nombraré por pena ajena, publicó reportajes que aseguraban que la DEA tenían pruebas sólidas (sic) del narcodinero entregado a operadores del Presidente para su campaña de 2006. Un mes después, a finales de febrero, otra empresa de noticias que tampoco nombraré, aseguró que para la campaña del 2018, López Obrador también recibió dinero a través de sus operadores. Pruebas: ninguna.

Aunque después se demostró la calumnia de estos pseudoreportajes, podemos entender que su publicación tiene una lógica, es decir, no son sólo golpes dados por un sector estadounidense al gobierno de México, sino que cada una de ellas forma parte de un plan desestabilizador, con la idea de descarrilar la campaña de Sheinbaum, quién por cierto lleva más de 30 puntos encima de Gálvez, según la última mega encuesta.

Sin duda, una parte de nosotros, la más humana y por lo tanto la más visceral, nos empuja a solidarizarnos con los normalistas del 6 de marzo, pero si tenemos calma, veremos que Ayotzinapa es, igual que el narco y la corrupción, uno de los temas más sensibles en la psique mexicana: así como la guerra contra el narco marcó miles de familias, el caso Ayotzinapa marcó generaciones, de ahí que su uso político sirva a los fines de quienes quieren que la 4T no tenga un segundo piso.

Lo de la puerta del Palacio contrasta con la paz y diálogo que caracterizan las apariciones públicas del presidente. Es una fuerte escalada de la DEA para golpear a la 4T. ¿Qué sigue, proponer la destitución del presidente vía la SCJN?

Por último, ¿cuándo se van a detener los abusos de los grupos ultraizquierdistas (ojo: no hablo de los padres de los normalistas) quienes en nombre de su rechazo al Estado hacen uso de la violencia? ¿En dónde se diluye la línea entre manifestarse libremente y poner en riesgo un gobierno legítimamente constituido?

Millones exigimos, aún hoy en día, la aparición de los jóvenes de la normal de Ayotzinapa, y también millones luchamos para tener un gobierno de izquierda como el de López Obrador.

Muchachos, no le ayuden al adversario.