"Vive Saludable, Vive Feliz": programa para mejorar la salud infantil

México enfrenta una realidad que ya no puede seguir ignorando: millones de niñas y niños en edad escolar viven con obesidad, malnutrición, problemas visuales, emocionales y bucales no atendidos, que afectan su desarrollo, aprendizaje y bienestar. Uno de cada tres menores de entre 5 y 11 años padece sobrepeso u obesidad, y cerca del 30% presenta problemas de visión sin corregir. A esto se suma la alta prevalencia de caries y los crecientes problemas emocionales que se agudizaron con la pandemia.

Frente a este panorama, el Gobierno Federal ha lanzado el programa "Vive Saludable, Vive Feliz", que marca un avance significativo y necesario respecto a programas anteriores. Por primera vez, se apuesta por una visión integral de la salud infantil, que no se limita solo a la nutrición o la obesidad, sino que abarca también salud visual, bucal y emocional.

El despliegue de 738 brigadas de profesionales de la salud que recorrerán más de 90,000 escuelas públicas para atender a 12 millones de estudiantes representa un esfuerzo monumental. Además, la creación de expedientes digitales individuales permitirá hacer un seguimiento personalizado de cada niño o niña, algo que nunca se había hecho en nuestro país a esta escala.

Otro logro importante es la prohibición definitiva de la venta de alimentos ultraprocesados en las escuelas públicas a partir de este mes de marzo, una medida que busca transformar por completo el entorno alimentario escolar, sustituyendo las botanas y refrescos por alimentos saludables y nutritivos, adecuados a las tradiciones culinarias de cada región.

Comparado con programas de administraciones pasadas, como: "Vida Saludable en las Escuelas de Tiempo Completo", "Cinco Pasos para la Salud Escolar" o el "Acuerdo Nacional para la Salud Alimentaria: Programa de Acción Escolar", este nuevo programa representa un avance en favor de nuestras niñas y niños. Aquellas iniciativas se concentraban en campañas educativas o lineamientos generales, pero no ofrecían atención preventiva directa, ni mucho menos un seguimiento integral como ahora se plantea. "Vive Saludable, Vive Feliz" abre un nuevo camino, al reconocer a la escuela como el espacio clave para garantizar la salud y el bienestar infantil.

Sin embargo, junto con estos avances, también surgen retos que no deben pasarse por alto. El primero y más importante: hasta ahora, el programa ha planteado solo indicadores de proceso (número de niños atendidos, peso, talla, escuelas visitadas, lentes entregados), pero no ha definido metas claras de impacto. 

Es decir, no sabemos en ¿cuánto se espera reducir la obesidad infantil, los problemas de visión o los trastornos emocionales en los próximos años? Sin metas concretas, medibles y públicas, será imposible saber si el programa está logrando los cambios que promete.

Tampoco se ha publicado una línea base nacional precisa que nos diga con claridad desde dónde partimos, ni un mecanismo público de evaluación que permita a la ciudadanía y a los especialistas en salud pública dar seguimiento a los avances y retos.

Aunque las brigadas de salud harán un diagnóstico valioso, no queda claro cómo se integrarán esos diagnósticos al trabajo diario de las escuelas y los maestros, ni cómo se garantizará que los problemas detectados (sobre todo los emocionales o sociales) reciban atención continua y efectiva en los hospitales del sistema nacional de salud.

Por otro lado, la prohibición de alimentos ultraprocesados, aunque necesaria y aplaudible, deberá acompañarse de mecanismos efectivos de supervisión y de apoyo a las escuelas para ofrecer alternativas reales y viables. Sabemos, por experiencias anteriores, que las normas sin vigilancia o sin opciones prácticas para las cooperativas escolares pueden quedar solo en el papel.

Finalmente, queda abierta la pregunta sobre la sostenibilidad del programa a largo plazo. ¿Podrá "Vive Saludable, Vive Feliz” trascender el sexenio actual para convertirse en una política de Estado?

"Vive Saludable, Vive Feliz" tiene todo el potencial para transformar la salud escolar en México, pero su éxito dependerá de su capacidad para ir más allá de los números y generar cambios reales, medibles y sostenibles. La niñez mexicana no puede seguir esperando, merece ver los resultados en sus vidas, en su bienestar y en sus escuelas. Garantizarles una vida saludable y feliz es, al final, garantizar el futuro de nuestro país.