A los integrantes del Movimiento Estudiantil de 1968 se les ha insultado de muchas formas a lo largo de las últimas 5 décadas, “agitadores”, “vándalos”, “revoltosos” o “enemigos del orden”, pero ningún insulto tan grave como considerar al expresidente Ernesto Zedillo “El verdadero hijo del 68”, como lo calificó Enrique Krauze en su columna del 11 de mayo en el diario Reforma.
No es la primera vez que el historiador pretende reivindicar para la derecha y el conservadurismo mexicano el Movimiento Estudiantil de 1968, en febrero de 2024 aseguró que las marchas en contra de las Reformas Constitucionales del presidente López Obrador tenían “una importancia similar a la del 68”, movilizaciones que debajo de su uniforme rosa ocultaban el perfil partidista de sus organizadores, una máscara que no tardaron en revelar durante la campaña presidencial de Xóchitl Gálvez, no sólo con el apoyo franco a la candidata del PRIAN, también impulsando campañas de desinformación en redes sociales.
En su último esfuerzo por erigir a Ernesto Zedillo como un faro moral, Krauze no sólo contradice el sentido común que indica quien es el verdadero heredero del 68, sino que se contradice a sí mismo, en septiembre de 2008 publicó un ensayo titulado ‘El legado incierto del 68’, en el que diagnosticaba que los problemas de la izquierda mexicana de ese momento se remontaban hasta los errores y fallas del Movimiento del 68, y en el que aseguraba que “la izquierda mexicana de hoy es la heredera natural del 68 y, por lo tanto, la principal responsable histórica de aquel legado”.
Este viraje revela la búsqueda de la paternidad ideológica del bloque conservador que actualmente se encuentra huérfano. La muerte del neoliberalismo —como ha definido Joseph E. Stiglitz el momento económico actual— ha dejado sin referentes intelectuales a sectores de la derecha mexicana que ahora intentan reescribir la historia para anclarse a ella.
Para alcanzar su objetivo y adueñarse de la historia se valen de todo, medios impresos, nacionales e internacionales, medios digitales, redes sociales y campañas de desinformación; menos del apoyo de los ciudadanos, quienes sin importar la máscara que usen, el color de la playera que porten o las ideas y movimientos apropiados que quieran esgrimir, los reconocen como lo que son, intelectuales, políticos y empresarios que se sirvieron de un sistema económico empobrecedor.
Sin embargo, hay que reconocer que el título de Krauze no está del todo equivocado, le faltó sólo una precisión: Zedillo sí es el verdadero hijo del 68, pero no de los estudiantes, ni de la libertad y democracia que exigían. Es el hijo de Gustavo Díaz Ordaz, un hijo que siguió el ejemplo del padre, como lo mostraron Acteal y Aguas Blancas.