El pasado 7 de abril se cumplieron 20 años del discurso político de mayor trascendencia en la historia contemporánea de México. Fue el 7 de abril del 2005 cuando Andrés Manuel López Obrador, en calidad de servidor público imputado compareció ante el Pleno de la Cámara de Diputados -erigido en jurado de procedencia- para argumentar y defenderse de una maniobra política orquestada desde los más altos niveles de la plutocracia. Este acontecimiento político mejor conocido como el desafuero, fue el resultado de un cúmulo de ataques por parte de dos operadores políticos del viejo régimen, encabezados por Carlos Salinas de Gortari (PRI) y Diego Fernández de Cevallos (PAN) para impedir que López Obrador compitiera en las elecciones presidenciales del 2006.
La popularidad alcanzada por el entonces jefe de Gobierno amenazó los intereses de la oligarquía neoliberal. Los programas sociales que beneficiaron a los que menos tienen y la presencia sistemática en las conferencias matutinas -para romper el cerco mediático que mantenían los medios de comunicación corporativos-, convirtieron al político tabasqueño en una figura política de alcance nacional con un alto índice de aprobación.
La disputa por la sucesión presidencial del 2006 estaba en marcha. Durante la segunda mitad de la gestión de López Obrador al frente del entonces Gobierno del Distrito Federal, se presentó una serie de casos críticos que ponían en cuestión el discurso y la imagen del jefe de Gobierno: I) el paraje San Juan; II) el Nicogate; III) los videoescándalos. En este contexto, el grupo en el poder decidió emprender una campaña mediática de desprestigio -sin precedentes-, contra el mandatario capitalino, que se reforzó con la estrategia jurídica de utilizar de forma facciosa a las instituciones encargadas de procurar e impartir justicia.
¿De qué se le acusó? En mayo del 2004, Rafael Marcial Macedo de la Concha, titular de la entonces Procuraduría General de la República, dependiente del gobierno del “cambio” encabezado por Vicente Fox, solicitó a la Cámara de Diputados la instauración del procedimiento de declaración de procedencia contra el mandatario capitalino por no respetar la suspensión del amparo otorgado al presunto dueño del predio El Encino, considerándolo un probable responsable de la comisión de un delito previsto en la Ley de Amparo. Este galimatías jurídico se montó por la simple y sencilla razón: el gobierno del otrora Distrito Federal había intentado abrir un camino para tener una mejor vía de acceso a un hospital privado ubicado al poniente de la ciudad.
Para el gobierno de la alternancia -que no de la transición a la democracia-, era prioritario que se garantizara la continuidad del proyecto económico neoliberal, por eso hubo tanto dinero invertido en la guerra sucia contra López Obrador. A pesar de los onerosos recursos económicos, políticos y jurídicos; la gran mayoría del pueblo de México se opuso a esta medida autoritaria y burda. Desde que se hizo público este procedimiento manchado de irregularidades, las bases de apoyo con militancia en la izquierda y la ciudadanía en general respaldaron al jefe de Gobierno.
Mientras se desarrollaba la sesión en la Cámara de Diputados de aquella tarde del 7 de abril del 2005, miles de personas seguían la transmisión en tiempo real desde las pantallas instaladas en la plancha del zócalo capitalino. El grito de ¡No estás solo! Junto con el moño tricolor que aportó la entrañable Chaneca Maldonado hacían color en una tarde gris y lluviosa. El anhelado “cambio democrático” que significó el sacar al PRI de Los Pinos fue sepultado por uno de los procedimientos más patéticos que se hayan observado en los tiempos de la alternancia política.
En este marco de referencia, López Obrador, pronunció el famoso discurso del desafuero. Esta pieza de contenido sui generis para la casta neoliberal, concentró la profundidad de su pensamiento político y enfatizó la polarización estructural de ellos/nosotros. Se trató de una defensa en términos políticos de una operación deliberadamente coordinada desde los aparatos del Estado, mejor conocida como lawfare. Guardada la proporción histórica, este discurso quedará enmarcado en la memoria del pueblo de México como La historia me absolverá (1953) lo es para el pueblo cubano, y el I have a dream (1963) para el pueblo estadunidense.
Dejo en los siguientes párrafos algunos de los extractos más contundentes del discurso de Andrés Manuel López Obrador en la Cámara de Diputados. Lo que se desencadenó después de este acontecimiento fue algo inédito para la historia de la democracia en México. En la primavera del 2005, se inauguró una etapa de lucha ferviente por la transformación del país. El discurso del siglo continúa revolucionando conciencias.
“Quienes me difaman, calumnian y acusan son los que se creen amos y señores de México, son los que en verdad dominan y mandan en las cúpulas del PRI y del PAN. Son los que mantienen a toda costa una política antipopular y entreguista, son los que ambicionan las privatizaciones del petróleo y de la industria eléctrica, algo que aún no consiguen tras la entrega sucesiva de los bienes nacionales.
Son los que utilizan el Estado para defender intereses particulares y rescatar instituciones financieras en quiebra, son los que al mismo tiempo consideran el Estado una carga y quieren desvanecerlo en todo lo tocante a la promoción del bienestar de los pobres y de los desposeídos, que es también, si bien se ve, el bienestar de una nación corroída por la desigualdad. Son los que manejan el truco de llamar "populismo" o "paternalismo" a lo poco que se destina en beneficio de las mayorías, pero nombran "fomento" o "rescate" a lo mucho que se entrega a las minorías rapaces.
… Ustedes me van a juzgar, pero no olviden que todavía falta que a ustedes y a mí nos juzgue la historia. ¡Viva la dignidad! ¡Viva México!...”