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  • 21 Apr 2025
  • 19:04
  • SPR Informa 6 min

Todos los apellidos de las mujeres: El peligro de la transexclusión en la actualidad

Todos los apellidos de las mujeres: El peligro de la transexclusión en la actualidad

Por Ricardo Balderas

Ser mujer en un contexto de lucha por la conquista del cuerpo y la autonomía implica, irónicamente, estar rodeada de etiquetas que continúan separando, jerarquizando y limitando lo que significa ser mujer. No todas las mujeres tienen el mismo color de piel, no todas son occidentales, ni comparten la misma identidad biológica o de género. En este sentido, el concepto de "mujer" se ha convertido en un campo de disputa en el que la ley, la sociedad y las estructuras de poder siguen determinando los límites de lo que una mujer puede ser, haciendo cada vez más estrecha la definición de lo que se entiende por tal.

Recientemente, un hecho preocupante sacudió a Gran Bretaña: los grupos feministas excluyentes, conocidos como TERF (Trans-Exclusionary Radical Feminists, por sus siglas en inglés), celebraron con aplausos y champán el retiro de la palabra "mujer trans" del lenguaje político, social y legal británico. Este retroceso, respaldado por figuras como la autora J.K. Rowling, se traduce en una legislación que solo reconoce a las mujeres biológicas, dejando a las mujeres trans fuera del ámbito de los derechos legales que corresponden a todas las mujeres, a pesar de los avances en su lucha por la visibilidad y el reconocimiento.

Este cambio en las normativas refleja una realidad sombría: las mujeres trans, aun cuando sus documentos legales estén actualizados, siguen enfrentando una discriminación estructural que les niega derechos fundamentales. A pesar de contar con un Certificado de Reconocimiento de Género (CGR), un documento legal que debería garantizar su identidad de género, las mujeres trans se verán privadas de derechos básicos, como el acceso a espacios segregados para mujeres, tales como baños públicos, refugios y otras áreas de acción afirmativa.

Kishwer Falkner, presidenta de la Comisión de Igualdad y Derechos Humanos (EHRC) en Reino Unido, sugirió que las personas trans deberían acceder a baños y espacios públicos mediante un "tercer espacio". Sin embargo, esta propuesta no hace frente a la exclusión sistemática ni presenta una solución real y efectiva para la integración de las personas trans en la sociedad. Así, la justicia británica, apoyada por grupos feministas transfóbicos, refuerza la noción de que solo las personas blancas, cisgénero y heterosexuales tienen derecho a vivir plenamente su identidad en público.

Este fenómeno no es exclusivo de Gran Bretaña. Organizaciones internacionales como Amnistía Internacional han denunciado que este movimiento conservador ha ganado fuerza en diversas partes del mundo, especialmente en Estados Unidos. En los primeros seis meses de 2023, se impulsaron 525 proyectos de ley en contra de la comunidad LGBT+, de los cuales 220 se dirigían específicamente contra las personas trans. Este ascendente conservadurismo no solo atenta contra la dignidad de las personas trans, sino que reitera un mensaje peligroso de exclusión, violencia y deshumanización.

 

Argumentos científicos contra la transexclusión

Para refutar las posturas excluyentes, que a menudo se basan en prejuicios y malentendidos sobre la identidad de género, existen argumentos sólidos que deben prevalecer en el debate. La ciencia, los derechos humanos y la ética social nos proporcionan las herramientas necesarias para combatir la discriminación y promover la inclusión.

En primer lugar, la identidad de género tiene una base biológica: estudios de neurociencia han demostrado que las personas trans poseen estructuras cerebrales y patrones hormonales que se alinean con su identidad de género, más que con el sexo asignado al nacer. Esta evidencia refuerza la idea de que la identidad de género es una realidad profundamente vinculada a la biología, y no simplemente una elección o una construcción social superficial.

En segundo lugar, los derechos humanos fundamentales incluyen la autodeterminación de género. Organismos internacionales como la ONU y la Corte Interamericana de Derechos Humanos reconocen la identidad de género como un derecho humano esencial. Excluir a las personas trans de derechos fundamentales, como el acceso a espacios públicos o el reconocimiento legal de su identidad, es una violación directa de los principios de igualdad y no discriminación.

La exclusión de las personas trans perpetúa el daño y la violencia. Estudios de la American Academy of Pediatrics y otras organizaciones muestran que la discriminación contra las personas trans aumenta los riesgos de ansiedad, depresión y suicidio. Por el contrario, el respeto y la inclusión de las personas trans contribuyen a la reducción de estos daños, beneficiando tanto a los individuos como a la sociedad en general.

La identidad de género de las personas trans es válida. Las experiencias vividas por las personas trans no deben ser desestimadas ni minimizadas. Estas experiencias son reales y auténticas, y deben ser respetadas como tal. Negar la identidad de género de una persona trans es un acto de violencia simbólica y un rechazo a su existencia plena como ser humano.

Finalmente, la inclusión de personas trans no perjudica a otros grupos. No existen pruebas que demuestren que la inclusión de personas trans en espacios segregados, como baños o eventos deportivos, represente un peligro para las mujeres cisgénero. De hecho, los informes de organizaciones como la ACLU han demostrado que la inclusión de personas trans fomenta la cohesión social, sin detrimento alguno para los derechos de otros grupos.

 

Violencia estructural contra la población trans en México

En México, la situación de la población trans es alarmante. Los datos disponibles reflejan cómo la transexclusión no es solo un fenómeno social aislado, sino una forma de violencia estructural que afecta a las personas trans en diversas dimensiones de su vida:

  • Violencia institucional: El 100% de las personas trans y no binarias han sido víctimas de violencia por parte del personal educativo. Esta cifra, alarmante, evidencia la discriminación generalizada que enfrentan desde el sistema educativo, desde la primaria hasta la universidad.
  • Transfeminicidios: Entre 2007 y 2022, se registraron 590 asesinatos de personas trans en México, con un promedio anual de 53 crímenes. Este dato revela la gravedad de la violencia física y el riesgo que corren las personas trans, especialmente las mujeres trans, en un país donde la discriminación y la violencia hacia ellas es cotidiana.
  • Violencia familiar: Un 22.2% de las personas trans han sido víctimas de violencia por parte de sus propios familiares. Esta cifra resalta la falta de aceptación dentro de los núcleos familiares, lo que contribuye al sufrimiento de las personas trans desde temprana edad. Además, un 13.9% de las personas trans han sido sometidas a "terapias de conversión", una práctica dañina y contraproducente que busca "corregir" la identidad de género de una persona.
  • Discriminación laboral y educativa: El 28.1% de las personas trans ha experimentado desigualdad en el ámbito laboral, mientras que el 32.3% ha sido objeto de discriminación en el sistema educativo. Estas barreras estructurales dificultan el acceso de las personas trans a oportunidades profesionales y educativas, perpetuando su exclusión y vulnerabilidad.

 

El futuro de la lucha trans: Una perspectiva científica y cultural

Lo que subyace en la exclusión de las personas trans no es únicamente una cuestión legal o política, sino también una construcción social que determina arbitrariamente quién tiene acceso a los beneficios de ser hombre o ser mujer, dependiendo del lugar en que nacemos o de la identidad que decidimos vivir. Las nociones tradicionales de género, profundamente occidentales, no son universales. Culturas ancestrales como las de los pueblos indígenas de América del Norte, India y Samoa reconocen que el género no es un binarismo rígido, sino un espectro, y que existen identidades que no encajan en los modelos impuestos por la sociedad occidental.

Como sociedad, debemos darnos la oportunidad de cuestionar estos binarismos y entender que, si bien el sexo tiene variaciones biológicas, el género también es un espectro. La biología misma nos lo muestra: un 1.7% de la población mundial nace con características sexuales que no encajan en los moldes tradicionales de masculino o femenino. Por lo tanto, el género debe ser también entendido como un espectro, más allá de las construcciones tradicionales y excluyentes que se nos han impuesto.