Hoy, en su mañanera, la presidenta Claudia Sheinbaum y el secretario del Trabajo, Marath Bolaños, dieron un golpe de realidad a los neoliberales que por décadas vendieron el cuento de que "subir salarios destruye empleos". Las cifras son contundentes: 2.5% de desempleo —el más bajo en la historia de México— y un salario mínimo recuperado en 135% desde 2018. Son números que no solo reflejan un triunfo económico, sino una revolución moral.
Pero hablemos claro: esto no es magia. Es el resultado de enterrar las políticas que, durante 36 años, condenaron a los millennials a ser la "generación de los salarios basura". ¿Recuerdan la maldita reforma laboral de Calderón en 2012? Aquella que legalizó el outsourcing abusivo, los contratos de prueba eternos y los sueldos de hambre. Fue un acto de sadismo económico: mientras las empresas acumulaban ganancias récord, los jóvenes recibían contratos temporales sin prestaciones, condenados a pagar rentas que consumían el 70% de sus ingresos. Esa era la "flexibilidad laboral" neoliberal: precarización disfrazada de progreso.
Hoy, la Cuarta Transformación está corrigiendo esas cicatrices. AMLO y Sheinbaum no se limitaron a subir el salario mínimo a 278.80 pesos diarios; reconstruyeron el pacto social. El Humanismo Mexicano, con su enfoque keynesiano, entendió lo que los tecnócratas nunca quisieron ver: que aumentar el poder adquisitivo no es un gasto, sino una inversión. Cuando un trabajador gana 135% más que en 2018, no solo compra más tortillas o leche: dinamiza la economía local, paga deudas, invierte en educación. Y, contra todos los pronósticos catastrofistas, la inflación no se disparó (3.5% en 2025), porque el aumento salarial fue gradual, acompañado de controles estratégicos y un gasto público enfocado en producción, no en rescates a oligopolios.
¿Y la inversión privada? Ahí está el dato que enterraría a Milton Friedman: 298 mil millones de dólares comprometidos en el Plan México, con empresas como Grupo Modelo expandiéndose. ¿Por qué? Simple: un país con 22.6 millones de empleos formales y 22.4 millones de cotizantes en el IMSS es un mercado estable, no un casino de apuestas financieras.
A los neoliberales les arde, claro. Porque estos resultados desmienten su manual: demostraron que subir salarios no mata empleos, sino que los crea; que regular el mercado laboral no ahuyenta inversiones, sino que las atrae con reglas claras; y que el Estado, lejos de ser un lastre, es un actor clave para reducir desigualdades (4.1 millones salieron de la pobreza en cuatro años).
Pero esto no es solo economía: es justicia. Es devolverle a los millennials la dignidad que Calderón y sus cómplices les robaron. Hoy, un joven en Jóvenes Construyendo el Futuro recibe 8,480 pesos mensuales mientras se capacita, y el 70% consigue empleo formal. Eso no es asistencialismo: es sembrar futuro en un terreno que el neoliberalismo dejaba esteril.
Claudia Sheinbaum lo resumió hoy con una frase que debería grabarse en Los Pinos: "El Humanismo Mexicano no es ideología: son hechos". Y los hechos, por fin, están del lado de quienes trabajan, no de quienes especulan.
Epílogo para los nostálgicos del Consenso de Washington: Sígan llorando. México ya no les cree.