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Silvano, el cara dura

Por Hugo Rangel Vargas

El pasado 3 de abril, conmovió a la opinión pública michoacana la declaración del candidato a diputado federal por la alianza opositora, Silvano Aureoles, al señalar que “es muy doloroso ver gente pobre”. La apuesta del exmandatario michoacano por la desmemoria del pueblo al que busca representar en el congreso de la Unión, no merece otro calificativo que el de cínica, dada la frivolidad, el dispendio y la pompa que derrochó durante su administración estatal.

Silvano conquistó la mayoría de votos del electorado michoacano, ofreciendo estabilidad política después de un período convulso de cuatro años de gobierno priista; pero la promesa silvanista se desmoronó tan pronto como se le abrieron los apetitos electorales. Veintidós meses apenas habían transcurrido de su gobierno, cuando ya estaba postulándose abiertamente hacia la sucesión presidencial de 2018.

Los reiterados lances del perredista en la política nacional no hacen sino corroborar su insaciable hambre de poder, que le ha llevado a no concluir ninguno de sus cargos para los que fue electo antes de llegar al gobierno de la entidad, mandato que de sus ganas, tampoco hubiese acabado.

Aureoles dejó una estela de desastres para Michoacán, pero quizá el más emblemático se encuentre en el deterioro de la confianza de los ciudadanos hacia las instituciones del estado. Hacia el final de su mandato, según la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental, el 85 por ciento de las michoacanas y los michoacanos consideraban que los actos de corrupción eran frecuentes en el gobierno estatal y sólo uno de cada cuatro sentían confianza hacia este.

El Instituto Mexicano para la Competitividad reveló además en reiteradas ocasiones a través de los Índices Estatales de Información del Gasto, que la administración silvanista derrochaba cantidades por encima de las presupuestadas en rubros tan triviales como la comunicación social, desplegando estrategias de contención mediática al verdadero desastre y la tragedia que vivían miles de michoacanos.

Silvano tiene la cara dura y se le olvida que dejó a Michoacán bañado en sangre. El período de su gobierno se caracterizó por un crecimiento estratosférico de los homicidios dolosos, mismo que tuvo un punto de inflexión al alza a partir de 2016, justo al inicio de su mandato. Hacia 2022, la tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes era de 46, por encima de la del país más violento de América, Venezuela, con una tasa de 40.

Pero Aureoles vuelve a las andadas, a pedir el voto en el distrito de Zitácuaro, enfrentando a Mary Carmen Bernal; una mujer que ya fue víctima de las amenazas y atropellos del exmandatario, por lo que en su dignidad personal ha sentido el flagelo del comportamiento prepotente que padeció la sociedad michoacana durante el silvanato.

Valdría la pena refrescar la memoria, para mandar al basurero de la historia al cara dura de Silvano.