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  • 26 May 2023
  • 11:05
  • SPR Informa 6 min

Pay de naranja y democracia al gusto

Pay de naranja y democracia al gusto

Por Uziel Medina Mejorada

Las elecciones de 2023 tienen un gran peso en la definición de los comicios de 2024, tanto por la tendencia que se pueda observar en el Estado de México que reúne el padrón de electores más grande por entidad federativa y el 13% de la Lista Nominal Nacional, como también porque es el boleto a la supervivencia o la debacle total del Partido Revolucionario Institucional.

Desde la temporada previa a la carrera electoral de Coahuila y Estado de México, la contienda ha sido exageradamente ríspida, en parte por el recrudecimiento de las diatribas entre la oposición marca Claudio X y la 4T desde que se planteó la Reforma Electoral. Si hubo un momento en que el bloque vasallo del Principito Kimberly se sintió empoderado, fue en la masiva reunión convocada en el Zócalo de la Ciudad de México, misma que después se vio opacada por la mega marcha del Presidente.

Fue precisamente en esa convocatoria, más pluripartidista que de ciudadanos de a pie, donde algunas figuras de MC se apersonaron y, probablemente, los militantes de la alianza equisista hayan dado por sentado que Movimiento Ciudadano sería también parte de su bloque opositor. Sin embargo, la realidad es que la alianza denominada “Va por México” no ha monopolizado la oposición, algo que seguramente no cuadra con sus expectativas, (anti)valores y costumbres, y sin duda ha dado lugar a las más energúmenas incomodidades entre los personajes más mediáticos de dicha alianza.

La reacción más arrebatada de los reaccionarios ha venido justo en la recta final hacia los comicios del 4 de junio, donde la ausencia de Movimiento Ciudadano en la contienda por las gubernaturas ha generado mucha inquietud, y no es para menos. Mientras en Coahuila, la división entre los partidos de la 4T resulta una cómoda ventaja a la alianza prianista, las cosas pintan muy diferente en el Estado de México, donde la candidata del partido gobernante no termina siquiera de acercarse a la mitad en la intención del voto, siendo una elección de solo dos opciones.

Veámoslo en perspectiva, “la madre de todas las batallas”, como se conoce a la elección por la gubernatura del Estado de México, siempre ha sido considerada como el termómetro electoral de cara a “la grande”, los comicios presidenciales. Ya en 2017, Delfina Gómez apretó la elección y puso a Morena como fuerza política antipirísta mayoritaria. Y es que no hay que olvidar que, al igual que acontece ahora en Coahuila, el Movimiento Regeneración Nacional se enfrentó sin aliados contra la maquinaria priísta y sus aliados. No obstante, y pese a no haber ganado la gubernatura, Morena se consolidó y sólo un sexenio después las posibilidades de destronar al PRI se ven más contundentes.

El Partido Revolucionario Institucional se juega dos de tres bastiones que aún le quedan, uno de ellos es el más importante. De perderlo, empataría con Movimiento Ciudadano en el poder de dos gubernaturas. Sin embargo, Jalisco y Nuevo León se cuentan entre las entidades electoralmente más grandes del país, con una Lista Nominal de 6,346,218 y 4,292,498, respectivamente. Durango apenas cuenta con 1,345,163 y Coahuila con 2,354,009. En contraste, el PAN gobierna a una Lista Nominal de 12,212,600 electores entre Aguascalientes, Chihuahua, Guanajuato, Querétaro y Yucatán. ¿Qué significa esto? Que de pervivir la alianza de X. González para 2024, el PRI perdería la posibilidad de encabezar la alianza si MORENA gana el Estado de México. ¿Y si acaso ocurriera que también perdieran Coahuila? ¡Ya tampoco habría PRI que durará cien años!

El ejercicio ausentista de MC ha puesto en aprietos al conglomerado PRI-PAN-PRD, y sobre todo al PRI, al renunciar al papel de atomizador electoral en el Estado de México y al entregar a sus militantes y simpatizantes la oportunidad de decidir entre dos proyectos diametralmente opuestos, no sin antes dejar en claro que “con el PRI, ni a la esquina”. Basados en experiencias electorales anteriores, donde el antiguo nombre de los anaranjados, “Convergencia”, compartió candidatura por la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal (Andrés Manuel López Obrador), en las filas de la oposición equisista se torturan con la idea de que alguna fracción del voto naranja se incline por Delfina, extendiendo un poco más la diferencia.

Entonces, no es de gratis que varios opinólogos de Claudio X de pronto saltaran a las redes sociales para emprender toda una campaña de desprestigio contra el partido de Dante Delgado para, después, ver a las legiones priístas replicar la misma narrativa de que los naranjas han traicionado a la oposición y benefician al partido del Presidente. Incluso desde la bancada priísta, en voz de la Diputada Maxta González, en el Congreso de la Ciudad de México se ha suscrito, fuera de tiempo y con dedicatoria, una iniciativa ante el Congreso de la Unión en materia de democracia interna de los partidos políticos, para, según sus palabras, demostrar que hay más cuadros que Dante Delgado capaces de dirigir ese partido. De risa ¿Verdad?   

¿Será que entre sus pesadillas pueden ver a MC y Morena como aliados? No tendría nada de descabellado, según quién resulte candidato a la presidencia por la 4T. Pero ¿Qué tiene de democrático asestar tal golpeteo a un partido que ha jugado como oposición (una muy crítica, por cierto) fuera de ese club equisista? Definidamente nada.

La anti-vocación democrática de Claudio X. González y sus vasallos se ha dejado notar. La desesperación por ganar una elección ha puesto al desnudo esa rosada piel absolutista. La supuesta defensa de las instituciones democráticas se diluye a través del caño del rencor y la politiquería al denostar a un partido que ha ejercido de manera libre su derecho a ser oposición, una oposición libre y autónoma, un partido que al menos ha sido congruente en su sentido y propósito de rechazar al PRI, algo que el casi extinto PRD no pudo.

Algo que deben entender quienes se creían dueños de México es que la democracia no es un plato que se sirva a gusto, por más que se obsesionen en comprar partidos políticos. De igual forma, la oposición tampoco es un postre que puedan pedir a la carta, por más que hagan gestos frente al pay de naranja.