Un compromiso incompleto
En un mundo donde la paz y la estabilidad parecen más frágiles que nunca, la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, adoptada en agosto de 2006, se presenta como un intento significativo de poner fin a uno de los conflictos más duraderos en el Medio Oriente: la guerra entre Israel y Hezbollah.
Sin embargo, a más de 18 años de su promulgación, resulta indispensable reflexionar sobre su verdadera efectividad y las realidades que nos enfrentamos hoy relacionadas al tratado.
La Resolución 1701 no solo se concibió como un mecanismo para lograr un alto al fuego, sino que buscó desarmar a los grupos insurgentes en el sur del Líbano y garantizar que el territorio libanés no estuviera bajo la ocupación israelí.
En este sentido, la resolución ofrecía una vía hacia la paz, enfatizando el papel crucial de la Fuerza Interina de las Naciones Unidas en el Líbano (FINUL) para monitorear y ayudar en la implementación de sus términos. Sin embargo, hasta el momento, los resultados han sido mixtos y resulta esencial evaluar qué falló.
Uno de los aspectos más notables de la Resolución 1701 ha sido la incapacidad de desarmar a Hezbollah o El partido de Dios (grupo paramilitar musulmán), que, a pesar de la presión internacional sigue fortalecido y armado. El otro problema es la constante intervención bélica de Israel en distintas naciones (como ocurre en Gaza) y la falta de respuesta de la comunidad internacional a estos hechos.
Esto plantea una pregunta inquietante: ¿realmente se puede confiar en una resolución del Consejo de Seguridad cuando las dinámicas del poder en el terreno continúan desafiándola?
Naciones Unidas en territorio de conflicto
La presencia de la Fuerza Provisional de las Naciones Unidas para el Líbano (FINUL) ha sido, en muchos sentidos, un fortalecimiento de la línea de separación entre los actores del conflicto, pero no ha sido suficiente para disuadir a un Hezbollah revitalizado que opera con una impunidad que trasciende fronteras. Tampoco para detener los conflictos armados patrocinados e impulsados por Israel.
Asimismo, la propia Resolución 1701 hace un llamado a la promoción de una solución política integral, cuyos elementos, en su esencia, son necesarios pero se sienten lejanos ante la persistente incertidumbre en la región y el constante intervencionismo israelí.
La falta de un enfoque multicultural que aborde las causas subyacentes del conflicto, como el estancamiento del proceso de paz entre israelíes y palestinos, ha llevado a la frustración en las comunidades locales y ha perpetuado un ciclo de violencia que requiere atención inmediata.
La intervención internacional es, sin duda, necesaria, pero no puede ser un fin en sí misma. Los actores regionales deben asumir responsabilidades y comprometerse a dialogar, buscando soluciones sostenibles que vayan más allá de la mera aplicación de resoluciones. Proyectos de desarrollo, inclusión política y la promoción de la reconciliación son pasos necesarios que deben acompañar cualquier acuerdo de paz.
En conclusión, la Resolución 1701 representa un hito importante en los esfuerzos de la comunidad internacional por restablecer la paz en una región marcada por el conflicto. No obstante, su legado hasta ahora es uno de muchas promesas no cumplidas y desafíos persistentes de la diplomacia internacional.
Lea aquí más información sobre el tratado de la ONU: https://news.un.org/es/story/2024/10/1533206