El resultado de las elecciones en Estados Unidos el pasado 05 de noviembre, con la victoria arrasadora de Donald Trump y el Partido Republicano, marca un punto de inflexión en Washington y en el mundo, uno que se caracterizará por un mandato presidencial mucho más fuerte, con ambas cámaras ganadas, con un poder judicial afín y con el peso de dos grandes influencias que definirán su gobierno, al menos los primeros años: el sionismo y el dinero, tal como se puede identificar en los anuncios de quienes serán parte del gabinete de Trump; de entre estos, resalta el rol de Elon Musk, el cual es uno de los grandes ganadores de esta elección.
Además de favorecer a sus empresas, la influencia de Musk incluirá la reingeniería misma del Estado, ya que Trump lo nombrará jefe del Departamento de Eficiencia Gubernamental, institución que a su vez creará. Asimismo, las empresas de Musk van a servir para los fines de Trump, estos incluirán desde cuestiones culturales y demográficas, hasta la guerra comercial con China. Una de las preguntas acuciantes en este escenario es el cómo, misma que se intentará atender a lo largo de este artículo.
Es evidente que un área prioritaria de la influencia de Musk en el gobierno de Trump será en la tecnología, esto incluirá la competencia y regulación tecnológica; sin embargo, la influencia también se extenderá a la geopolítica y el comercio internacional, así como la reingeniería del Estado y sus instituciones.
En el caso de la competencia es muy probable que Musk lidere los esfuerzos de empresas como IA, biotecnología, tecnología espacial o dispositivos médicos para hacerse de regulaciones laxas y a modo como la disminución de impuestos o controles de productos menos rigurosos con el fin de promover la innovación; lo que se va a sumar a la promoción de empresas y tecnologías estadounidenses por sobre sus competidores extranjeros, especialmente China.
Es posible que las empresas sigan su camino para crear mercados y sistemas tecnológicos con prácticas cuasi monopólicas, las cuales serán promovidas o, al menos, favorecidas directamente por el gobierno, siendo en la práctica lo que se conoce como “campeones nacionales”.
También está la defensa del rol del dólar a nivel mundial, prometida por Trump, la cual espera renovarse por medio del uso de criptomonedas, una tecnología que Musk ha promocionado por años y que Trump espera adoptar a nivel federal, específicamente con una reserva nacional de Bitcoin.
La unión Trump-Musk en el mercado de las criptomonedas va a darle más poder al capital y se lo arrebatará a los Estados, sobre todo si los Estados no pueden influir en el sistema financiero; ya que si bien el mercado financiero lleva bastante tiempo pobremente regulado, la tecnología cripto permitirá al capital no solo evadir el cobro de impuestos, sino también ofrecer servicios como contratos o acuerdos que, en la práctica, no solo investirán con más capacidades legales y regulativas a los actores privados, sino que también contravendrán las capacidades administrativas de los distintos órdenes de gobierno.
Y hablando de la política, todo parece indicar que la política exterior de Trump girará en torno a reconfigurar las zonas de seguridad e influencia estadounidense acorde a una realidad geopolítica más multipolar, en vez de un camino suicida por perseguir el poder unipolar; esto significará que el chantaje y la presión ejercida sobre América y Europa va a aumentar, aunque probablemente éste sea económico y político, no militar; aunque pueden haber excepciones como Venezuela, Nicaragua, Cuba o hasta México; aunque es más probable que se trate de ataques quirúrgicos e incursiones puntuales, no guerras o invasiones. El Salvador y Argentina se convertirán en el modelo a implementar, por lo que los partidos y actores de ultraderecha van a tener mucho más apoyo desde la casa blanca, sobre todo los de corte religioso tal como el cristianismo sionista o el catolicismo guadalupano.
Es así como lo que en algún momento fue la promoción de valores y posturas progresistas ahora va a virar hacia la promoción del conservadurismo, la religión y los valores tradicionales como la familia; por lo que el rol de X va a ser importante en esta nueva realidad. Esto también se podrá extender hacia otras redes sociales, en donde se intentará regularlas directamente o los empresarios querrán hacer gestos para evitar regulaciones más fuertes. Esto implicará que las redes sociales van a cambiar en ciertas cosas, tal como en sus reglas comunitarias, ahora la lucha ideológica no girará en torno a la identidad sexual, sino a la libertad económica, el anticomunismo y la libertad de expresión sin límites ni responsabilidades, así como otras agendas ligadas al conservadurismo.
En el caso de Europa, Arabia, Turquía o México, estos países van a sufrir una fuerte presión para que se alineen a las prioridades tecnológicas de Estados Unidos, las cuales serán cimentar su influencia en áreas geográficas específicas, así como buscar el crecimiento económico e industrial, por lo que se les va a presionar para que hagan menos negocios con Oriente a la vez que se les intentará orillar a comprar más productos de Estados Unidos, con un énfasis claro en la tecnología, tal como se puede adelantar con México y los coches eléctricos de China, un mercado del que Musk ya había pedido aranceles contra Pekín.
Asimismo, se buscará que países “aliados” no impongan fuertes regulaciones en materia económica, de nuevo con un claro hincapié en el mercado tecnológico, esto podrá tensar bastante las relaciones con una Europa claramente dividida a la hora de decidir cómo lidiar con Trump y Estados Unidos, ya que tal región es campeona internacional en materia de regulación tecnológica.
Será imperativo para los países que queden bajo la influencia de Estados Unidos, como México, hacer una reflexión más profunda sobre el hecho que el hombre más rico del mundo ejerza su poder político, haga política y sea funcionario público, ya que esto es sintomático de la profundización de un proceso en marcha que tiene amplias repercusiones: la minimización/ privatización del Estado y la formación de un régimen de tinte oligárquico. Y es que la naturaleza cíclica de la historia nos muestra que la unión entre el capital y las necesidades imperialistas tiende a aparecer en momentos de expansión del capital y transformación del sistema político, lo que suele desatar fuerzas peligrosas que amenazan con dominar, destruir y subyugar con tal de mantener o hacerse con más poder.