Entre 1940 y 1958, Juan Rulfo empezó a trazar su universo visual, un viaje que se entrelaza con sus inicios literarios. A través de la fotografía y la literatura, Rulfo construyó una compleja dialéctica en la que sus personajes y paisajes se funden para dar vida a un mundo fantástico y profundamente humano.
Con apenas 16 años, Rulfo comenzó a capturar alrededor de seis mil negativos en Guadalajara. Su primera serie de 11 fotografías fue publicada en América en febrero de 1949, marcando el inicio de una serie de colaboraciones en revistas como Mapa en 1952 y México en la Cultura entre 1954 y 1958. En 1958, también aportó su mirada a This Month, la revista de la periodista y escritora Anita Brenner.
Las imágenes de Rulfo son un espejo de la vida cotidiana en el campo mexicano. A través de sus retratos de rostros anónimos, el fotógrafo les otorga una identidad que resuena con su prosa. Como señala Roberto García Bonilla en su ensayo Seis mil negativos de legado gráfico, Rulfo emplea diversas técnicas para recuperar territorios y símbolos reconocibles, despojando sus fotografías de la inmediatez de lo doméstico. Así, el espectador se enfrenta a sucesos que desafían la lógica y lo cotidiano, revelando una realidad que, aunque familiar, siempre parece estar en el límite de lo inexplicable.
¿Cuál es la relación de sus cuentos con su fotografía?
Frente a un país abatido por el despojo, las injusticias y la falta de oportunidades, encontramos la respuesta de personajes que sufren de soledad, locura, resignación. Rulfo configura dicho paisaje desolado en dos artes: la literatura y la fotografía.
La fotografía da la posibilidad de acceder a imágenes que son inaccesibles para el ojo humano, Benjamin Walter resalta esta cualidad en la fotografía para dar cuenta que, mediante una lente manejada a antojo propio, tiene el potencial de ampliar o retraer, y también de detener las imágenes que para el ojo humano podrían escapar. Este procedimiento técnico que permite detener la imagen para contemplar no sólo el paisaje sino también la captura de sensaciones, es recurrente en los cuentos de El llano en llamas. En Talpa, cuando describe el polvo blanco como tamo de maíz, lo que sugiere una tierra seca y polvorienta, donde la actividad de la gente genera una atmósfera cargada y casi opresiva. El hecho de que el polvo "suba muy alto y vuelva a caer" refleja un ciclo constante de movimiento y actividad, pero también una sensación de inescapabilidad; el polvo está siempre presente, tanto "por encima como por debajo".
Observamos aquí la imagen del polvo que vuela, y a la vez podemos percibir que es un tiempo en ralentí en que el polvo vuela mientras los pies lo levantan, una y otra vez. La descripción de la escena se forma en su totalidad: desde la descripción de la tierra que vuela, regresa y los tapa; hasta la apariencia del cielo que parece inmenso sin nubes. Y aquí podemos apreciar este paisaje aislado ya como una fotografía del momento en su totalidad, sin escaparse ni un detalle del ojo humano, que, seguramente si se apreciara en tiempo real, los detalles serían inasequibles, carecerían de la nitidez que muestra el cuento de Rulfo.
En este orden, los cuentos proyectan una imagen fotográfica en la que “hombre y paisaje intercambian su desolación”3. En Nos han dado la tierra, por ejemplo, nos describe el llano, el "Llano", que se presenta como un paisaje inhóspito y árido, en contraste con el anhelo por las tierras más fértiles y ricas "junto al río". Al hablar de "las vegas" y los "árboles llamados casuarinas", se evoca una imagen de abundancia y vida, donde la tierra es "buena" y propicia para la agricultura o el sustento.
Así, en la fotografía como obra artística “vibra el aura en la expresión fugaz de una cara humana y esto es lo que constituye su belleza melancólica e incomparable” 1 . En Macario, por ejemplo , nos da la imagen de un niño pegándose en la cabeza, pero que, de acuerdo con el mismo “no se hace nada”, con lo cual podemos ver una imagen fija (una fotografía) llena de sensaciones.
¿Por qué Rulfo no podía decidirse entre la literatura y la fotografía?
La obra artística de Juan Rulfo es capaz de mostrarse en la visualidad mediante paisajes que recuerdan a un México en su enormidad y su vacío al mismo tiempo. Por un lado, tenemos la grandeza de su territorio geográfico y al mismo tiempo el silencio que se sucede en los paisajes yermos, vacuos. Carmen de Mora representa dichos motivos usados por Juan Rulfo en sus obras fotográficas y literarias, como la inspiración de “pueblos derruidos y abandonados, caras tristes y trabajadas por el dolor, destinos marcados por la fatalidad, testimonios del México humillado y saqueado”.
Son varias expresiones de estos paisajes. En la fotografía 1 del álbum Inframundo: el México de Juan Rulfo (para efectos de este trabajo numeramos las fotografías adjuntas, las cuales carecen de título y/o número), se ve cómo una mujer y una niña van rumbo a una iglesia a tomar algo de una cubeta, probablemente sea algo fundamental que se necesita para la vida como el agua. En “Talpa”, los protagonistas también van a la Iglesia a pedir algo aún más vital: la salud para un moribundo, y, con ese mismo cansancio y dolor, en la fotografía se observa a la expresión cansada de la mujer. Todos estos personajes por tanto, abundan en elementos similares, apelando a la fe eclesiástica para obtener “algo” que necesitan dichos personajes para sobrevivir.
La sensación que otorga la fotografía 2, es la de un paisaje por demás desolado, que aparentemente está vacío, cuyo elemento central de la representación es una Iglesia enmarcada por un pasillo que invita a decir que ese es el camino por el cual andar. Carmen de la Mora resalta al respecto de este paisaje que “el resultado es una vida en lo muerto, en la muerte, en un paisaje yermo”3, es decir, que en medio de esta desolación buscan los protagonistas de Talpa, el milagro de la vida, aunque, inevitablemente, se enfrentan con la muerte.
En el cuento Nos han dado la tierra, también podemos encontrar este paralelismo con su fotografía. En la fotografía 3 se puede apreciar un terreno muy grande, que está siendo quemado.
El silencio en la fotografía y en los cuentos
El silencio y la lentitud de las fotos transmiten una impresión de resignación, como si faltara vida en los lugares fotografiados. En las posturas de los fotografiados se percibe un tiempo donde aparentemente no sucede nada, donde el espectador no espera más que ese cuadro que no va a moverse, que va a resignarse, a quedarse ahí como un instante en la eternidad.
Anexo de fotografías
Fotografía 1
Fotografía 2
Fotografía 3