Un resultado inesperado de la crisis causada por la diputación plurinominal que Morena le dio a Sergio Mayer es que puso en evidencia el riesgo (y desconocimiento) que existe en torno a las personalidades digitales como troles e influencers, así como su capital político; ya que la figura que ha comandado las manifestaciones de indignación digital por la diputación de Mayer es una famosa trol en X, de alias Catrina Norteña, la cual personalizó el conflicto tras diversas declaraciones de Rafael Barajas, alias “El Fisgón”.
Esto llevó a que el Fisgón se lanzara en contra de Catrina, acusándola de ser un personaje de bandera falsa, lo que se tradujo en una profundización de la crisis, puesto que la aludida negó ser un usuario de bandera falsa y recordó la simpatía que antes le prodigaba el propio Fisgón y otros personajes de Morena, esto ocasionó que varios de sus seguidores tomaran (más) partido y se lanzaran contra El Fisgón y otros miembros de la 4T.
Ante esta situación cabe preguntarse ¿Es la Catrina un personaje de bandera falsa? o, de lo contrario, ¿qué es? ¿corre riesgo la unidad del movimiento debido a la acción de personalidades digitales? ¿cuál es el potencial político de estos actores digitales?
Para comenzar, es necesario catalogar el tipo de usuarios que habitan espacios digitales como las redes sociales: primero están aquellos personajes de por sí influyentes que tienen su doble digital y que usan internet como un canal para comunicarse, promocionarse y mantenerse vigentes.
En segundo lugar, están aquellos actores cuya figura digital representa su capital total, lo que en algunos casos les permite convertirse en actores influyentes fuera de los espacios digitales; aquí encontramos personajes como troles, influencers, comunicadores, figuras políticas, entre otras, tal como pasó con usuarios como Chumel, Vampipe,ChicShion o Glodejo.
Por último, están aquellos personajes digitales creados por empresas de las relaciones públicas, la mercadotecnia, la política o la comunicación, los cuales cuentan con los medios y los motivos para crear y fortalecer a figuras digitales anónimas, de falsa bandera o hasta de suplantación de identidad.
Hasta el momento existe la duda sobre qué tipo de usuario es Catrina Norteña, pudiendo ser del segundo o tercer tipo (yo creo que es el segundo); sin embargo, poco importa qué tipo de usuario pueda ser, el caso es que es un personaje nacido del activismo digital que ha amasado capital político no sólo por su labor de promoción, sino por la creación de comunidades en línea; la cual, ante esta coyuntura ha decidido ejercer este capital político y dirigirlo contra el Fisgón y la dirigencia de Morena.
Lo anterior es importante porque el estadio de internet en el que nos encontramos favorece a estos personajes disruptivos pero constantes, ya que no se trata -como hace una década- sólo de crear narrativas parciales, provocativas, falsas o engañosas, sino sostenerlas constantemente a través de estrategias como la producción de contenido multimedia -especialmente cómico o agresivo-, el fomento de comunidades digitales o el establecimiento de vínculos con sus seguidores por medio de interacciones y otras estrategias[1].
Y es que décadas después, ese espacio que promocionaban como un repositorio de conocimiento que acercaría a las personas se convirtió en un proyecto privatizado que transmutó la verdad en una mercancía más, lo que recrudeció el potencial político de la comunicación e instauró un proceso de “trolificación” e hiper parcialización de los discursos y personajes públicos, incluida la clase política; en este proceso el diseño estructural y funcional de los espacios digitales ha jugado un papel fundamental, ya que no sólo se fomenta el uso de la verdad como una mercancía, sino que se promueve algorítmicamente el reforzamiento de una visión única, la cual es alimentada constantemente con contenido afín a intereses personalizados.
En este escenario las voces más populares no siempre son las más informadas, veraces u objetivas, sino que éstas tienen que competir constantemente con personajes falsarios, exagerados, alarmistas o aprovechados, lo que se vuelve un problema cuando tales personajes logran amasar capital político y social, ya que existe la posibilidad que éstos puedan alimentar conflictos o, en el peor de los casos, llegar a puestos de elección popular, tal como pasó en la Argentina de Milei, en donde Lilia Lemoine, una terraplanista, no sólo llegó a ser diputada, sino que encabeza la Comisión de Ciencias. Por tanto, el potencial político de troles, influencers y demás personajes digitales debería ser materia de análisis y observación, ya que la tendencia de digitalización de espacios y la conversación pública es un proceso que no hará más que aumentar, lo que significa que en el futuro estas figuras pueden tener un rol más importante o hasta determinante en procesos sociales y políticos.
Ante esta situación surge la pregunta: ¿Qué se puede hacer? En primer lugar, el movimiento debe ser cauto a la hora de promover y fomentar a figuras digitales, especialmente si se desconoce su identidad. Asimismo, no se puede seguir esperando a que los medios y las personalidades digitales brinden sus espacios para el posicionamiento y vocería de asuntos del partido y del movimiento, es imprescindible que existan canales de comunicación propios y con identidad más allá de las redes sociales oficiales, por lo que sería necesario el fomentar talentos políticos y comunicativos con potencial digital.
Además, es imprescindible que se quite el foco y los reflectores a cuentas trol, ya que su principal ingesta es de atención, no importando si su contenido sea objetivo, parcial o agresivo; por lo que el seguir el juego de señalamientos personales y demás ataques puede ir en contra del propio movimiento y sus miembros, tal como pasó con el fisgón. Algo diferente pasa con opinadores, comunicadores y demás figuras, los cuales podrían ser exhibidos cuando lo que dicen es falso, engañoso o hiper parcial; sin embargo, la actuación siempre debe ser profesional, impersonal y fáctica, con un énfasis especial en desenmascarar las imprecisiones, confusiones y falsedades, para esto, sería necesario cumplir con el punto anterior.
En conclusión: es necesario fomentar personajes y espacios digitales propios con el fin que estas acciones no sólo se traduzcan en comunicación política, sino que ayuden a formar comunidades digitales orgánicas.
[1] Algo que hoy en día pocos sistemas automatizados pueden hacer, por lo que aún se recurre profusamente a los humanos; aunque este no es un seguro, ya que gracias a los avances en inteligencia artificial en un futuro no tan lejano será posible crear influencers y personalidades digitales totalmente sintéticas, lo que añadirá una capa extra de riesgo, opacidad e irresponsabilidad en la construcción y ejercicio de capital político digital.