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  • 07 Apr 2025
  • 20:04
  • SPR Informa 6 min

Contra el olvido: Ventura Gutiérrez y la memoria bracera

Contra el olvido: Ventura Gutiérrez y la memoria bracera

Por Hugo Rangel Vargas

La historia no se recuerda sola, alguien la lucha y en palabras de Fernández Christlieb: “El progreso que se basa en el poder no tiene memoria”, y es precisamente por eso que el poder hace todo lo posible por borrarla. Así operan las máquinas del poder: dictaminan el silencio, institucionalizan la desmemoria, reescriben los hechos desde la impostura. Frente a este ejercicio de ocultamiento, la memoria colectiva emerge como resistencia. Es continuidad, es relato, es dignidad. Mientras la memoria se activa, el olvido se replega. Mientras se nombran los agravios, se abren grietas en la impunidad. 

Cada sociedad configura sus propios lugares de memoria: plazas, placas, bustos, monumentos. El tiempo y el espacio son marcos sociales desde los cuales se construyen los recuerdos. Por ello, la batalla por la memoria también es simbólica. El olvido social, por el contrario, es una práctica recurrente del poder. Sirve para mitigar conflictos, para ocultar excesos, para borrar nombres que ningún otro vuelve a pronunciar. Es una estrategia de legitimación y, al mismo tiempo, un dispositivo de violencia. Resistir, entonces, es nombrar. Es contar la historia desde abajo. Es inscribir en la memoria colectiva lo que el poder pretende silenciar. Y en ese sentido, la lucha de Ventura Gutiérrez no es únicamente una exigencia económica; es una batalla política, histórica y cultural por el derecho a la verdad.

El Programa Bracero (1942–1964) se inscribió en una lógica de conveniencia diplomática. Apenas una década después de que Estados Unidos deportara masivamente a nuestros compatriotas en el contexto de la Gran Depresión, la urgencia bélica los llevó a firmar acuerdos con México para importar mano de obra barata que sostuviera la producción agrícola y ferroviaria. Así, millones de mexicanos se incorporaron al Home Front, el esfuerzo doméstico estadounidense para mantener su maquinaria económica mientras sus soldados combatían en ultramar. Lo que se presentó como un acuerdo de cooperación laboral terminó convirtiéndose en un mecanismo institucionalizado de abuso y explotación. 

Fue el 23 de julio de 1942 cuando Manuel Ávila Camacho y Franklin D. Roosevelt firmaron el Mexican Farm Labor Program, mejor conocido como el Programa Bracero. Durante sus 22 años de vigencia, cerca de cinco millones de mexicanos cruzaron la frontera para trabajar en los campos agrícolas y los ferrocarriles. Uno de los estatutos del convenio estipulaba deducciones del 10% salarial, monto que sería devuelto a su regreso a México. A la fecha se sabe que, al menos entre 1942 y 1946, el gobierno mexicano recibió millones de dólares procedentes de ese fondo. Sin embargo, sólo a unos cuantos les fue reintegrado su ahorro.

A partir de ahí, la historia bracera cayó en un oscuro letargo. Por más de cuatro décadas, el gobierno mexicano apostó por la desmemoria y el olvido. Fue necesario que activistas como Ventura Gutiérrez removieran las fibras de la amnesia y reactivaran la memoria del pasado migrante, despertando el poder de una lucha que exigía la restitución de los ahorros y la dignidad arrebatada. Ventura, un chicano nacido en Puruándiro, Michoacán, se convirtió en la voz que denunció el despojo y visibilizó los abusos cometidos. Su incansable labor, acompañada por la presión organizada de los exbraceros, logró que el presidente Vicente Fox reconociera públicamente la deuda histórica en mayo de 2004 y tras las fuertes exigencias el gobierno mexicano creó el Fideicomiso 2106 para administrar un Fondo de Apoyo Social a Trabajadores Migratorios Mexicanos.

La historia bracera se resume en 3 tiempos; hablamos de un despojo salarial que consisttió en retención del 10% del sueldo de los trabajadores, que a la fecha no ha sido regresado en su totalidad, el abandono y el olvido de más de 4 décadas y la lucha por la reivindicación histórica que comenzó de la mano de un hombre quien con fuerza, entereza  y una envidiable creatividad para manifestarse dio paso al renacer de la memoria para erigir un movimiento que no terminará hasta conseguir justicia. Hoy, rendir homenaje a Ventura Gutiérrez no es un acto de nostalgia, sino un compromiso con la verdad. Inscribir su nombre en el Muro de Honor del Congreso del Estado de Michoacán es un gesto de justicia simbólica, pero también una apuesta política por construir una memoria pública que inspire nuevas luchas. Porque como dijo el Subcomandante Marcos: “Si no puedes tener la razón y la fuerza, escoge siempre la razón y deja que el enemigo tenga la fuerza. En muchos combates puede la fuerza obtener la victoria, pero en la lucha, sólo la razón vence. El poderoso nunca podrá sacar razón de su fuerza, pero nosotros siempre podremos obtener fuerza de la razón.”.