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  • 24 Aug 2023
  • 11:08
  • SPR Informa 6 min

Consultoría para corcholatas, parte 4 (operación cicatriz)

Consultoría para corcholatas, parte 4 (operación cicatriz)

Por Uziel Medina Mejorada

La carrera en el corcholatódromo está llegando a su fin, o al menos eso parece. Para el 3 de septiembre el país ya debería conocer quién será la figura que encabece la Coordinación Nacional de los Comités de la Defensa de la Cuarta Transformación, es decir, la carta de Morena y aliados para la sucesión presidencial en 2024. A la par, la oposición, en un remedo extraño de la estrategia preelectoral morenista, también juega a “el rival más débil” para definir su candidatura a la presidencia. 

Como es costumbre, la lucha por el poder, descarnada y agresiva, a su paso reparte heridas a diestra y siniestra, a veces cruzando las delgadas líneas de la ética del animal político. Las acusaciones y los insultos a mendo cruzan la frontera de la contienda y traspasan los habitáculos de lo estrictamente personal. El banderazo anticipado por la sucesión presidencial ha puesto al desnudo y de cuerpo completo a aspirantes, partidos y simpatizantes, exponiendo a veces lo mejor, y con mayor frecuencia, lo peor de cada uno. 

El Presidente, desde el púlpito del Salón Guillermo Prieto, a modo de pódium, hábilmente lanzó a los gladiadores, propios y ajenos, a la arena, poniendo a la vista de todo el pueblo el “quién es quién” de la política. En el Coliseo corren frenética y simultáneamente las corcholatas emanadas de la cuarta transformación, así como los agonistas del barón de la X; los acompañan ingentes escuderos y otros tantos matraqueros que se arrojan desde las gradas hacia la pista empujados por el afán de ver ganar a su campeón/a. Desde la cávea nacional se observa, con ánimos encontrados, el espectáculo de la sucesión sexenal; algunos miran con estupor, otros tantos con escepticismo, pero todos con una misma conclusión frente a los gladiadores: ninguno le llena los zapatos al hombre que los arrojó al ruedo.       

La primera víctima de este Coliseo ha sido el Frente de Claudio X., quienes, heridos, aún asestan uno que otro golpe al aire, convencidos de que pueden ganar una carrera montados en un carro con ruedas de diferente tamaño, ejes desconectados a las ruedas y caballos enfilados en direcciones opuestas. Cuál si fuera embarcación en medio de la tempestad, su solución ha sido “arrojar peso” fuera, y así es como eliminaron de tajo a los innombrables aspirantes del agónico PRD, mismo que malbarata la técnicamente inexistente dignidad que le podía quedar para mantenerse en un frente que le ningunea y le somete. Por parte del PRI, juega con una carta relativamente respetable, desechando la inútil carta del blanquismo privilegiado que se asume víctima del “racismo inverso”, no sin antes desbandarse a causa del sometimiento al yugo equisista. Por parte del PAN, no se puede decir mucho, salvo que el baile de samba se redujo al zamarreo de la gelatina.  

A juzgar por lo que representan las fichas del señor X, y que su débil agenda sólo se centra en despreciar al Presidente que acapara la aceptación de al menos 6 de cada 10 mexicanos, es fácil predecir el resultado de 2024. Con el relevo de López Obrador en Palacio Nacional se termina también la motivación de su frágil alianza. No tienen nada para ganar, como tampoco les queda mucho por perder, más allá de lo que ya no tienen. Pero ¿Qué hay del partido-movimiento? Si bien, tiene una posición importantísima por retener y mucho para volver a arrasar, como lo demuestran las últimas elecciones, también tiene mucho para perder por delante, comenzando por el movimiento. Morena tiene frente a sí el riesgo de perder ganando. 

Para nadie sería sorpresa que, una vez culminado el proceso de selección de la persona que encabezará la Coordinación Nacional de los Comités de la Defensa de la Cuarta Transformación, todas las milicias de la 4T se alineen con quien resulte ungido/a, pero ¿Hasta cuándo? Ya Panebianco advierte sobre las debilidades de institutos políticos como Morena, cuya génesis se corresponde a la de un partido carismático, esto es, que la organización del partido gira alrededor de un líder, como lo es Andrés Manuel López Obrador. Cuando este tipo de partidos alcanza el poder de manera prematura, las bases tienden a desorganizarse y el partido se debilita. 

No son pocas las voces de militantes que ha denunciado la insana pseudo burocratización de la organización partidaria, la apertura de puertas a personajes antagónicos con la transformación, la exclusión de la decisión interna a fundadores y el descontento con las directrices de las dirigencias. ¿Por qué se mantiene fuerte? Por la figura de López Obrador. Sin embargo, el obradorismo es un fenómeno que trasciende más allá del partido fundado por AMLO. Se puede encontrar afinidad con el Presidente dentro y fuera de MORENA, incluso dentro de partidos que formalmente se oponen a la Cuarta Transformación, lo cual, por cierto, vale oro a la hora de la operación política. Entonces, podríamos decir que la mayor parte del crecimiento de Morena se debe a la figura de AMLO, no tanto del partido. Al interior del partido se percibe un exceso de confianza que puede debilitar su presencia electoral, como ya ocurrió en 2021 en la Ciudad de México. Además, los choques internos fracturan al partido, generando un desgaste insostenible. En este punto resulta crucial estar plenamente conscientes de que obradorismo y morenismo no son lo mismo. 

La ferocidad con que se ha desarrollado la interna morenista está provocando daños severos al movimiento, auspiciados por la impunidad de las redes sociales donde es muy fácil denostar al de enfrente; el fuego amigo se ha vuelto pan de cada día y la inercia hostil es cada vez más difícil de frenar. Las acusaciones, muchas sin fundamento, se instalan en el imaginario colectivo y fabrican narrativas que laceran al movimiento. ¿Quién puede quitar las etiquetas de “traidor”, “conservador”, “traposo”? Quizá solamente el Presidente, levantando manos o llamando “gente buena” a los antes denostados pero ¿Qué pasará cuando López Obrador se retire de la escena?

El virus del tribalismo maniqueo que ha infectado a Morena, mismo que destruyó al PRD, amenaza con desarticular a un partido-movimiento que ha funcionado como vehículo para desplazar al neoliberalismo. ¿Qué vehículos quedan disponibles si Morena se rompe? Porque una cosa es clara, AMLO es AMLO con o sin Morena, pero ¿Qué es Morena estas alturas sin AMLO? Y esta pregunta es crucial luego de que el propio Presidente ha declarado que, una vez termine este proceso de selección, entregará la dirección del movimiento. Quien resulte depositario de la confianza para continuar con la 4T ¿Tendrá el respaldo de todos los actores involucrados más allá de 2024?, ¿Tendrá la capacidad de conciliar con todos los partícipes, incluidos los más heridos?

Una cosa es cierta, quien aprobó y ordenó ejecutar la guerra de diatribas que a diario inundan las redes sociales con denostaciones y calumnias hacia compañeros del movimiento, así como sus entusiastas sicarios de la palabra, no solo le hacen (voluntaria o involuntariamente) el trabajo sucio a los detractores de la transformación, sino que, con su inmadurez y reducida talla política se presentan como refractarios al humanismo mexicano. 

El mayor desafío para los militantes de la cuarta transformación no será ganar las elecciones de 2024, pues el enorme esfuerzo del Presidente, tanto en la dirección de las políticas del gobierno, así como la contención de los embates de los poderes fácticos ya han sido más que suficientes para sostener y crecer la confianza del pueblo, por lo que el tsunami electoral obradorista se hará notar (como deja ver el hecho de que el actual bloque de la 4T estará al frente de 23 gubernaturas para cuando sean los comicios), sino sobrevivir como movimiento transformador después de 2024. 

Si concluimos que, quien resulte designado por Morena-PT-PVEM para la elección de 2024 ganará más por el arrastre de López Obrador que por mérito propio, un compromiso debe asumir con la totalidad de su ser, y este es preservar el momentum transformador y para ello, se vuelve indispensable cicatrizar las heridas abiertas dentro del movimiento; heridas innecesarias, heridas irracionales, heridas que son producto del troglodismo partidista, alejado de la base social y alimentado por la ambición vulgar. ¿Podrá la fraternidad y el patriotismo superponerse a la ambición personal y de grupo?

La amnistía es transformadora, el sectarismo es reaccionario.