Tocarán las puertas de nuestros hogares, se presentarán en refinadas estrategias de neuromarketing, pretenderán decirnos que están ahí para ser la solución a los problemas del país, y lo mejor de todo, lo harán sin mancharse las manos, sin ser políticamente incorrectos; todo en el estricto marco de aquello “lindo” y “cool”. Esta variante de aspirantes descafeinados a puestos de elección popular habita en todos los colores del espectro político.
El candidato o la candidata “buena ondita” suele presentarse frente al elector con “propuestas prácticas” desvestidas de cualquier postura ideológica o que cause discusión. El raciocinio de su oferta programática se basa en reflexiones someras que apelen a la pereza mental o a la búsqueda intrincada de los orígenes de los problemas sociales. ¿Para qué pensar, si todo lo podemos reducir a lo fácil que resulta resumir un programa político en un tik tok?
Este reduccionismo, que hace de los candidatos buena onda una mercancía fácil de colocar en el espectro del marketing, obliga a alejarlos de cualquier confrontación o planteamiento que implique el distanciarse de algún sector de la población. La máxima es quedar bien con todos y alejarse de aquello que “polarice” o encienda el debate. Pero ¿acaso la sociedad misma no padece ya de por sí una polarización heredada de un sistema económico y social que hiperconcentró la riqueza y los privilegios? Pero no, ser “buena onda” con lleva el no colocarse del lado de los pobres, ni tampoco del lado de los ricos.
Pero hay una variante del “buena ondita”: es el aspiracionista y el emprendedor; aquel o aquella que ve en la política no una actividad de compromiso total o una vocación de vida al servicio de la gente, sino un hobbie en el que se entremezcla la socialite, a la que llegó gracias a acumular riqueza; con las influencias políticas, siempre útiles en los negocios. En muchos casos, estos políticos devenidos en empresarios esconden en los closets de sus negocios los cadáveres del tráfico de influencias y del usufructo del poder público en favor de sus ganancias millonarias, impensables si la lógica de la libre empresa que tanto defienden funcionara correctamente.
Aferrados a sostener su modus vivendi, muchos de estos políticos pervivieron al tsunami electoral de 2018 que le abrió las puertas del poder a muchos hijos e hijas del pueblo. Nauseabundos y casi al borde del vómito, muchos de estos políticos “buena onda” contemplaron atónitos el arribo de una muchedumbre enardecida. Pero han pasado pocos años y el gatopardismo con el que ha coexistido la 4T en algunas regiones del país, les ha abierto la puerta del retorno. ¡Si!, los candidatos “buena ondita” también se asoman, aunque en minoría, del lado de la fuerza política mayoritaria; y para evitar su reciclaje será necesario apelar a la conciencia popular y a la memoria histórica de los mexicanos.