Durante 40 años vimos cómo los gobiernos ejecutaban presupuestos monumentales para obras que invariablemente triplicaban sus costos, rara vez se entregaban a tiempo y en varias ocasiones ni siquiera se entregaban, cuando por fin se llegaban a concluir, luego de construirlas con dinero de la gente, y bajo el dogma de que los privados eran mejores administradores que el Estado, se privatizaron estas obras, o las ya construidas por administraciones pasadas. Bastaron pocos años para enterarnos que esta medida no benefició al proceso de industrialización ni de desarrollo nacional, solo unas cuántas familias mexicanas y unas pocas empresas trasnacionales se beneficiaron brutalmente con tal medida mientras más del 60% de la población era arrojada a algún nivel de pobreza.
Unos pocos millonarios entraron a la lista Forbes y unas pocas industrias mexicanas se consolidaron en el plano global, sobre todo los cárteles de la droga coordinados por agentes del Estado mexicano.
Ese proceso de privatización, para darse en beneficio de tan pocas personas, tuvo que contar con el factor de la corrupción y las puertas giratorias, ¿qué experiencia en infraestructura ferroviaria o en generación de energía tenían Zedillo y Calderón como para justificar su ingreso a consejos de administración de estas industrias que casualmente se vieron tan beneficiadas con las privatizaciones impulsadas cuando ellos eran presidentes?
Grupo México de la poderosa familia Larrea, es una de las eternas beneficiadas por los neoliberales, familia que durante 40 años se acostumbraron a dar órdenes a sus empleados en el Estado, no solo a los presidentes sino a legisladores, jueces, gobernadores, a toda aquella persona que deseaba mantener aceitadas las bisagras de las puertas giratorias.
Por eso durante décadas, Andrés Manuel López Obrador ha sido tan enfático en que luego de las 3 grandes transformaciones, a la siguiente le tocaba separar claramente el poder político del económico, porque la experiencia nos demuestra que si las decisiones más trascendentes del país las toman exclusivamente los más ricos, estas decisiones obedecerán estrictamente a sus necesidades de “expansión” y jamás a la imperiosa necesidad de consolidar un Estado de bienestar que garantice que las mayorías tengan condiciones de vida digna.
Si hay tantos capitales interesados en invertir en México es porque el pueblo tiene capacidad de consumo y de eso se benefician también los eternos beneficiarios del neoliberalismo en México, a casi 5 años de la administración del presidente López Obrador es muy poco lo que se han trastocado los intereses de la oligarquía, durante estos años además sus ganancias no han disminuido, en el fondo lo que les enoja con decisiones como la de retirarle la concesión de apenas un tramo de la red ferroviaria al Grupo México, es que se tomó esta decisión desde la soberanía del poder dimanado del pueblo, en el fondo lo que les enoja es que ya no son ellos los que mandan, hoy hay un gobierno que escucha a todos los sectores pero solo obedece y se debe al pueblo de México.
Pero este gobierno termina y no sabemos si en el futuro vuelvan al poder los operadores del saqueo, por eso el presidente López Obrador está utilizando a la propia infraestructura del Estado mexicano para blindar las obras estratégicas y a la Constitución para hacer lo propio con los programas sociales, siempre velando por el interés superior del pueblo de México, es decir, por el bien de todas y todos, hasta de los brutalmente ricos, pero echándole el hombro a quien más lo necesita, es decir, a las familias brutalmente azotadas por la pobreza y marginación.