Apenas se puso la banda presidencial bicolor, Bernardo Arévalo arrancó su carrera cuesta arriba en la que buscará cambiar la historia política guatemalteca. Sin duda, no será una tarea fácil. Quienes más se oponen a su gobierno son ni más, ni menos, que el Poder Judicial y la oligarquía que ha dominado el país centroamericano durante décadas y se oponen, en buena medida por lo que fue su principal promesa de campaña: Terminar con la corrupción.
Esa idea, fue la que impulsó la candidatura del hoy presidente y en un país donde la 77% de la población desconfía de sus autoridades y 9 expresidentes han sido investigados por corrupción, devolverle la credibilidad al Estado y terminar con la impunidad, son tareas urgentes.
Arévalo es el primer presidente abiertamente de izquierda desde el golpe de Estado que derrocó con la ayuda de Estados Unidos a Jacobo Árbenz en 1954 y de ahí se desprende otro de sus pendientes, cambiar la relación con los de las barras y las estrellas para que no sea una de sometimiento, sino una de trato igualitario. Hasta el momento la relación ha empezado con el pie de derecho, con un Joe Biden felicitando a su Homólogo.
Por otro lado, bajar los niveles de pobreza y desigualdad serán tareas complicadas que deberá enfrentar. De acuerdo con el Panorama General de Guatemala, realizado por el Banco Mundial en 2023, un 55,2% de la población vivía en pobreza y el tamaño de la economía informal de Guatemala representa un 49% del producto interno bruto.
Pese a todos estos retos, las expectativas del generadas por el movimiento semilla, partido que nació entre las protestas de 2015, son las mas altas que se recuerden de una formación política en años. Comienza la cuenta para saber si Arévalo estará a la altura de la esperanzas y si lo dejarán gobernar sus opositores.