La Batalla por la Autenticidad Cultural vs el Esnobismo Empresarial.
La música de banda sinaloense es una de las tantas contribuciones culturales destacadas de Sinaloa a México y al mundo, que ha ido evolucionado hasta convertirse en un pilar fundamental del arte y el entretenimiento tanto nacional como internacional.
Con agrupaciones reconocidas como La Banda MS, El Recodo y La Arrolladora Banda el Limón, así como solistas de renombre como Julión Álvarez, Christian Nodal y Julio Preciado, la música de banda ha trascendido fronteras y generaciones, alcanzando un estatus de culto y popularidad mundial.
Además, es importante destacar la contribución al género de figuras esenciales como Peso Pluma, uno de los artistas más escuchados del mundo en la actualidad, y Valentín Elizalde, considerado ya un ícono de la música regional y un referente de la cultura popular mexicana. La utilización de banda como apoyo por parte de estos artistas ha enriquecido y diversificado el género, contribuyendo a su difusión y popularidad
Por otra parte, este estilo surge en un contexto fascinante de sincretismo cultural, enriquecido por una auténtica multiculturalidad que ha sido difícil de replicar de manera artificial en la actualidad, donde, a diferencia de muchos intentos contemporáneos de forzado multiculturalismo, el surgimiento de la banda sinaloense fue un proceso natural y orgánico, lo que destaca su complejidad como fenómeno social y su autenticidad cultural de esta expresión artística única.
Sus raíces se remontan al siglo XVIII y XIX, cuando músicos locales de Sinaloa e inmigrantes alemanes, fusionaron una variedad de influencias musicales y tradiciones. Estas influencias incluían elementos de la música tradicional mexicana como el corrido, las rancheras, el mariachi, el son, pero también de la cumbia colombiana, junto con elementos de la música europea como la polka, el vals y la marcha. Fue esta colaboración la que dio lugar a la creación de un género musical distintivo y único que refleja la rica identidad cultural de Sinaloa y de México en general. Además, a lo largo de su historia, la banda sinaloense ha continuado evolucionando y absorbiendo influencias de otros géneros musicales como el hip hop, el jazz y el pop, enriqueciendo aún más su sonido y su capacidad para adaptarse a diversos contextos culturales.
Sin embargo, en días recientes, el empresario hotelero Ernesto Coppel provocó controversia al proponer la regulación de los horarios en que las bandas sinaloenses tocan en las playas de Mazatlán, argumentando que el ruido generado por estas agrupaciones resultaba molesto para los turistas, especialmente los extranjeros.
Coppel afirmó que este "escándalo de ruido cacofónico" era inaceptable para un destino turístico en crecimiento como Mazatlán, y abogó por encontrar un lugar adecuado para que las bandas pudieran trabajar sin perturbar a los visitantes.
La propuesta del empresario generó una rápida reacción en las redes sociales, donde fue ampliamente criticado. Por otro lado, las bandas sinaloenses, que consideran su música como parte esencial de la cultura del estado y su fuente de sustento diario, se unieron en protesta, llevando a cabo actuaciones en vivo durante varias horas.
Estas protestas no son para menos, ya que es sabido que, la música de banda sinaloense ha sido un notable motor de ascenso para muchos de sus intérpretes que hoy son grandes exponentes del género, donde la mayoría de los músicos provienen de entornos socioeconómicos desfavorecidos y han encontrado en el arte una vía para salir de la pobreza.
Exponentes como El Coyote y Eduin Caz, compartieron sus impresiones un video hablando su origen humilde y cómo la música de banda les brindó oportunidades para mejorar su calidad de vida. Estos testimonios de éxito profesional a través de la música, reflejan la importancia de proteger y valorar a las bandas sinaloenses como uno de los pocos modelos de movilidad social dentro de la comunidad portuaria.
En este contexto, el presidente AMLO se puso del lado de los músicos y habló de la importancia de la movilización de la sociedad en la defensa de sus derechos, haciendo referencia al reciente conflicto sobre la regulación de las bandas sinaloenses en las playas de Mazatlán. En sus comentarios, señaló que los músicos se opusieron a la propuesta de regulación, en parte porque dependen de su música como fuente de sustento, pero también porque la tradición de la música de banda se remonta a siglos atrás.
Asimismo, el empresario y primo de los dueños de las tiendas que llevan su apellido (Coppel), y quien también es primo del ex gobernador Quirino Ordaz Coppel, ha sido objeto de críticas por su postura abiertamente esnob, la cual se manifiesta en su oposición a expresiones culturales.
En ocasiones anteriores, sus comentarios despectivos también se han extendido al turismo nacional, al que ha denominado peyorativamente como "turismo sandwichero". Este término hace referencia a aquellos visitantes con ingresos más modestos que eligen opciones de alimentación económicas, como comprar en establecimientos como Oxxo.
Estas actitudes reflejan un claro desdén hacia quienes no cumplen con su estándar de riqueza o estatus social, pues en ambos casos, exhibe una actitud de superioridad y menosprecio hacia expresiones culturales y personas que no se ajustan a su visión exclusivista y elitista del mundo.
El caso del empresario sinaloense sin duda pone de relieve una realidad que no es ajena, en general, al mundo empresarial: el distanciamiento del mundo real en favor de una esfera de privilegio, arrogancia y superficialidad.
En este contexto, resulta claro que para alguien como Coppel, que ha surgido de un entorno de privilegio político y económico, limitar los ingresos de los más desfavorecidos es una acción que se percibe como fácil y natural. Su visión del mundo está moldeada por una realidad separada del común de la sociedad, donde el clasismo y la exclusividad son moneda corriente.
Una muestra de ello es el respaldo financiero de 600 millones de pesos recibidos de su primo, el ex gobernador Quirino Ordaz Coppel, para el proyecto del Parque Central en Mazatlán, donde Coppel obtuvo los derechos de operación y administración del nuevo acuario por 30 años. Esto ilustra claramente cómo los vínculos políticos pueden traducirse en oportunidades económicas favorables. La manipulación de contratos y la transferencia de recursos públicos para consolidar sus proyectos empresariales, a expensas de instituciones establecidas como el antiguo Acuario de Mazatlán, que se vio obligado a cerrar sus puertas para dar paso al nuevo proyecto, subraya aún más esta dinámica de privilegio y poder.
No obstante, el caso de Coppel Kelly no solo evidencia la desconexión entre el mundo empresarial y la realidad cotidiana, sino que también destaca los peligros de permitir que los intereses comerciales influyan en la cultura y el espacio público. Su propuesta de regular las presentaciones de bandas de música en las playas de Mazatlán no solo refleja una falta de aprecio por expresiones culturales auténticas y arraigadas, sino que también señala una tendencia hacia la estandarización y comercialización de la cultura. Al intentar imponer una visión superficial y artificial de lo que debe ser una experiencia turística, Coppel contribuye a la creación de un entorno cultural de plástico, desprovisto de autenticidad y significado genuino.
De igual manera, su proyecto de desarrollo turístico en el malecón de Mazatlán, bajo la premisa de crear un "Parque Central", plantea serios riesgos de gentrificación y privatización del espacio público. Al invertir grandes sumas de dinero en la construcción de atracciones turísticas de lujo, como el nuevo acuario, y al otorgar derechos de operación y administración a empresas privadas, Coppel y sus asociados están contribuyendo a la exclusión y el desplazamiento de las comunidades locales de bajos recursos.
Al priorizar el lucro sobre el bienestar de las comunidades locales y la preservación del patrimonio cultural, los empresarios como Coppel ponen en peligro el tejido social y la identidad cultural de la ciudad costera, donde la propuesta de regular las presentaciones de bandas de música en las playas es solo la punta del iceberg de un fenómeno más amplio de privatización y comercialización de las playas públicas, donde Mazatlán es de las pocas que quedan en México.
No hay que olvidar que el éxito actual de Mazatlán como destino turístico no puede separarse de su rica herencia cultural y sus vibrantes expresiones artísticas. La ciudad no se convirtió en un destino exitoso simplemente por su paisaje natural; más bien, fue la combinación de su belleza escénica con su rica tradición cultural lo que ha atraído a visitantes de todo el mundo. La música de banda sinaloense, las festividades locales y otras expresiones culturales han desempeñado un papel crucial en la creación de la identidad de Mazatlán como un destino único y vibrante.
Por lo tanto, cualquier intento de regular o restringir estas expresiones culturales amenaza con socavar la esencia misma de lo que hace a Mazatlán tan especial. Si bien el desarrollo económico es importante, no se puede lograr a expensas de la autenticidad cultural y el patrimonio de la comunidad.
En última instancia, la verdadera fortaleza de Mazatlán radica en su diversidad cultural y en su capacidad para celebrar y preservar sus tradiciones únicas, por lo que es crucial reconocer que el éxito económico de la ciudad es un producto de su rica herencia cultural, y no al revés. Es decir, la cultura ha sido desde siempre la base del atractivo de la ciudad como un lugar turístico. No fueron los recursos económicos los que dieron origen a la cultura en la región, sino que fue la cultura la que atrajo prosperidad y abundancia a la comunidad.