En la serie Better call Saul nos encontramos con un formato poco convencional en donde la narrativa no se centra en lo anecdótico y tampoco en la historia, el foco se centra en el personaje.
Personaje en toda la extensión de la palabra construido en una ficción dentro de la ficción, es decir, el protagonista Jimmy McGill quien ya de por sí existe en la puesta en escena, él mismo se inventa una nueva personalidad, un Jimmy exponenciado, sin filtros morales ni emocionales, un poco más cínico y sinvergüenza, pero también con una máscara de ridiculez que lo protege de sí mismo, de su sufrimiento ante el rechazo de su hermano Chuck quien le avienta apenas migajas de amabilidad.
Jimmy se inventa un nuevo “yo” llamado Saul Goodman, una especie de alter ego que surge ante las humillaciones constantes que recibe de su hermano Chuck tras varios intentos necios por obtener su aprobación.
Si Better call Saul hubiera sido un cortometraje probablemente se resolvería con el reconocimiento de su hermano, o bien, la humillación absoluta. En la serie, la obstinación del personaje se equipara con la vida real ante un escenario de carencia afectiva en el que las personas repiten los mismos patrones en búsqueda de llenar ese vacío.
Sin embargo, hay un giro inesperado y como este punto de inflexión, ocurren otros tantos sucesos en los que las acciones de los personajes enfrentan las consecuencias de sus actos, y es así como Jimmy, tras una acusación al parecer juguetona e inocente de un gasto innecesario hecho por su hermano, Howard termina pidiéndole la renuncia del despacho a Chuck y tras ese evento, Chuck termina suicidándose.
La muerte de su hermano es el inicio del fin, el declive de lo poco que le queda de moral. La indiferencia de Jimmy trascurre como si fuera una negación natural de un evento grave en la vida de una persona, por el susto, pero esa indiferencia da rienda suelta a la nueva personalidad de Saul Goodman y con ello, el personaje se va transformando en una persona ruin y sus hechos apenas tienen sentido gracias a la complicidad con Kim.
La relación con Kim, por su parte, está lejos del amor ideal y mucho más cerca de la complicidad, de seguir impulsos, de querer lo mejor para el otro y en el camino, herirlo.
El protagonista va en contracorriente del sistema de abogacía sin ser necesariamente un antihéroe, toma el papel de una clase de superhéroe para los criminales y así obtiene lo que siempre quiso: dinero y fama, sueño que lo vuelve tan común como cualquiera de los espectadores y me surge la duda si será que nosotros también nos inventamos escogiendo ser abogados o escritores o publicistas, siguiendo o infringiendo las normas, tal como los dilemas que se plantea a lo largo de la serie Kim, quien funciona como una brújula de un código de conducta que ella misma se inventa.
Al contrario de Walter en Breaking Bad, Saul no es un personaje que aparente estar inconforme con su vida sino que es un niño astuto que se salta las reglas para salirse con la suya. Se sabe en un mundo de estafadores y él saca las garras primero de una manera inteligente, con una suerte de artilugios legales que le permiten salir victorioso. Prefiere ser el buleador que el buleado, lo que crea una conexión con el espectador ya sea porque en la vida real se tome la postura del atacante, o porque resulta definitivamente atrayente darle la vuelta a las circunstancias, pasarse de listo como lo hace Saul con su amigo Marco en los bares.
Saul resulta ser patético y divertido, pero, Vince Gilligan, el director de la serie, juega nuevamente a mostrarnos la crudeza de la vida y hace que las cosas caigan por su propio peso: Marco muere tirado en la calle, justo como engañaba a la gente para estafarla.
Algo que llama mucho la atención es la secuencia de Ehrmantraut, el matón, un tipo que superficialmente carece de escrúpulos y que en la serie se le dota de una naturaleza contradictoria. Cuando su nieta y su nuera se encuentran en peligro, dicha tensión manifiesta los valores de Ehrmantraut enraizados en el amor por su familia, opuesto al personaje de Saul, quien, tras la muerte de Chuck y la pérdida de Kim ya no hay nada que lo ate a un código de conducta.
El lenguaje audiovisual colorea cada una de las personalidades del protagonista: los colores serios que forman su vida en las leyes como Jimmy McGill, los colores excéntricos en la vida de Saul, y finalmente el blanco y negro marcan su decadencia definitiva que viene con la construcción de una tercera personalidad: Gene Takovic, un tipo que lo puede arriesgar todo porque ya no tiene nada que perder.