Además de ser el primer conflicto bélico indirecto entre súper potencias desde la Guerra Fría, el conflicto militar entre Rusia y Ucrania ha sido un escenario en donde se han enfrentado frente a frente las capacidades militares entre Oriente y Occidente, especialmente las capacidades tecnológicas, las cuales antes de que estallara la tensión se creía que tendrían un papel decisivo en la guerra, a tal punto de definir su desenlace; esta visión primaba principalmente en Occidente, los cuales, sabiéndose dominantes en el sistema tecnológico-digital, tenían bastante confianza en sus capacidades.
Sin embargo, más de dos años después nos encontramos con un desgaste militar en ambos bandos, en donde Ucrania es el menos favorecido numéricamente, ya que no sólo tiene menos capacidades militares que Rusia, sino que Moscú no colapsó económicamente, ni Putin fue derrocado; por lo que, de extenderse este conflicto el país que más perderá será Ucrania, ya que el costo de las negociaciones irá en aumento conforme sus capacidades mermen. Entonces, ¿Dónde quedó el milagro que la tecnología y el sistema tecnológico digital iban a lograr en la guerra? ¿Por qué la tecnología digital no ha definido el conflicto militar entre Rusia y Ucrania?
Después de la Guerra del Golfo en 1991, especialmente tras la operación “Tormenta del Desierto”, la predominancia bélica estadounidense y Occidental se cimentó bajo el supuesto de la dominación tecnológica y la digitalización-automatización de la guerra, esto se tradujo en la creación de un nuevo paradigma militar denominado “Revolución en Asuntos Militares” (RMA por sus siglas en inglés), el cual tenía como elemento vertebral el papel de la tecnología digital en la guerra, lo que lógicamente le daría una gran ventaja a Estados Unidos.
Lo anterior se sumó al momento de poder unipolar estadounidense tras la caída de la Unión Soviética, por lo que las guerras entre ejércitos de dos o más países se desdibujaron momentáneamente de la arena internacional, esto ocasionó una experiencia de combate más local e híbrida, especialmente después del ataque del 11 de septiembre y la lucha contra el terrorismo y otras luchas contra movimientos locales. Asimismo, esto coincidió con el momento de auge del neoliberalismo, el cual se caracterizó, entre otras cosas, por la terciarización de labores y empleos, lo que afectó la capacidad industrial de Occidente, así como las capacidades de los ejércitos y las instituciones educativas para desarrollar tecnología propia.
Pese a este escenario de fondo, las enormes capacidades tecnológicas de Estados Unidos y su predominio en la esfera de información y los medios masivos los llevaron a tener un análisis erróneo de la situación: del lado occidental se sobreestimaron sus capacidades económico-tecnológicas, con armamento avanzado pero muy costoso, pensado para otro escenario bélico; del lado oriental se subestimó la capacidad económica y tecnológica de Rusia, un país con una base manufacturera más sólida de lo que se creía, así como con un pasado de tecnología avanzada que se vio opacado por el éxito de la tecnología digital de Estados Unidos, pero que en algún momento compitió exitosamente con la tecnología occidental.
Asimismo, es vital tener en consideración que no es lo mismo la operación en espacios digitales; en espacios físicos con medios digitales; espacios físicos con medios físico-digitales o espacios físicos con medios puramente físicos. Esta distinción es importante, ya que mientras occidente priorizó las operaciones en espacios digitales, en espacios físicos con medios digitales y físico-digitales; oriente se centró en medios físicos y físico-digitales.
Esto se tradujo en el repertorio armamentístico disponible, ya que mientras Occidente cuenta con una primacía de fuerzas en espacios digitales, en parte por el hecho que las estructuras de los sistemas digitales están construidas y administradas mayoritariamente por ellos, Rusia (y otros países) han virado su atención hacia otras áreas como la artillería y el electromagnetismo, es así que han desarrollado misiles hipersónicos (que no tiene Occidente), así como armamento de guerra electromagnética diseñado para tener un efecto asimétrico frente al armamento occidental.
Rusia se ha enfocado también en la adaptación tecnológica que explota las condiciones híper conectadas de los mercados y las cadenas productivas de tecnología; por lo que mientras que Occidente es atacado con elementos de su propia producción tecnológica, Rusia recibe ataques de armamento propulsado con sus propios hidrocarburos.
Un ejemplo de lo mencionado fue la puesta en escena de los drones merodeadores iraníes Shahed 136, los cuales se caracterizaron por su bajo costo, su tipo de vuelo y que tenían elementos con tecnología occidental.
En lo que corresponde al escenario puramente digital o la ciberguerra, los sistemas digitales internacionales aún se encuentran ampliamente interconectados e interdependientes, especialmente si están asociados a la economía o a las finanzas, por lo que un ciberataque a un sistema digital internacional podría tener un efecto en cascada que podría afectar al mundo entero, especialmente si Rusia lo lanza, ya que esto no sólo puede dañar económicamente a sus aliados, sino también escalar y afectar directamente al ciberespacio de miembros de la OTAN.
A su vez, las ciberarmas se caracterizan por ser de un solo uso, ya que una vez conocida la vulnerabilidad(es) y el código detrás, es fácil atender los riesgos; por lo que ni Rusia ni Estados Unidos lanzarán su arsenal digital si no es necesario, ya que el factor sorpresa no sólo es imprescindible, sino vital.
En lo que corresponde a Ucrania, si bien la tecnología no les ha dado la victoria ni ha cambiado el equilibrio de la batalla sustancialmente, ésta les ha permitido mantener la conflagración contra Rusia y asestar golpes como el más reciente dentro de territorio ruso; sin embargo, hay que tener en cuenta que detrás de Ucrania están varias empresas occidentales, tal como Palantir, los cuales están sacando un beneficio comercial en el estudio y desarrollo de su tecnología y su uso en escenarios bélicos.
En cuanto a Rusia, es importante tener en consideración que este país no sólo no va a mostrar y gastar su mejor arsenal contra Ucrania, sino que además tiene un objetivo militar más específico que sólo hacer la guerra, el cual está enfocado en la destrucción de las capacidades militares ucranianas y no en la destrucción total del país.
De lo contrario, si las capacidades militares y tecnológicas de Rusia fueran tan débiles como algunas voces occidentales así lo plantean -sólo falta con recordar las palabras de Úrsula Von Der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, la que dijo que el ejército ruso tenía que usar chips de lavadoras para satisfacer sus necesidades militares-, ¿por qué los sistemas antiaéreos y los misiles hipersónicos rusos han causado tanto dolor de cabeza para Occidente?
Cabe aclarar que no estoy hablando de un predominio tecnológico de uno u otro bando, sino que quiero hacer énfasis en que ambos contendientes cuentan con debilidades y fortalezas propias, las cuales van más allá del determinismo tecnológico; por lo que la tecnología no es un factor que convulsionó el equilibrio de fuerzas o el escenario de guerra, sino que es parte de un sistema que incluye factores geográficos, sociales, económicos, financieros, políticos y hasta locales.