Así como sucedió en 2016, el regreso de Donald Trump a la presidencia estadounidense marcará un cambio profundo en la política interna y exterior de Estados Unidos; sin embargo, a diferencia de su primer periodo, este segundo mandato parece que se caracterizará por un Trump más afianzado en el poder, con más influencia en el partido Republicano, con más experiencia lidiando con los poderes fácticos en Estados Unidos, así como con un mundo tecnológico más proclive al conservadurismo. No obstante, a diferencia de 2016, Estados Unidos hoy está en una posición más difícil: con una deuda inmensa, más aislado a nivel internacional, con aliados europeos debilitados y con una alianza entre China y Rusia que terminó por sepultar el momento de poder unipolar estadounidense.
Entonces, ¿cómo se va a conjugar por un lado una presidencia más fuerte, influyente y agresiva de Trump frente a un Estados Unidos con capacidades mermadas? La respuesta está en el reacomodo: reacomodo de capacidades, de influencia, de alianzas, de la economía, de intereses; lo que se reflejará en la aparición de nuevos conflictos, la reactivación de otros y la desactivación de unos más bajo una lógica de zonas de seguridad e influencia por potencia, así como sucedió durante la Guerra Fría.
Este proceso de readaptación tendrá gran impacto en regiones y áreas en donde Estados Unidos aún despliega su hegemonía, ya que es aquí donde ejercerá más presión: política, económica y hasta militar. Una de estas áreas es en el sistema tecnológico, en donde Estados Unidos aún tiene gran influencia y adelanta en algunas tecnologías, ya sea por el desarrollo tecnológico de punta, por alianzas internacionales o bien, por el dominio empresarial.
Asimismo, el eje de tal reacomodo será la exclusión: excluir los componentes, tecnologías y dispositivos del otro competidor de su sistema tecnológico; sin embargo, mientras que la exclusión de Estados Unidos será exportada comercial y diplomáticamente a otros países por medio de presiones, amenazas de sanciones y otros medios, China enfocará su artillería contra de Estados Unidos y algunos aliados puntuales, ya que este país está interesado en ser visto como una opción abierta al comercio antes que un país proteccionista y dispuesto a usar a la guerra comercial como herramienta de política exterior.
Pese a todo, algo seguro es que la tecnología estará en el centro de este cambio de dirección política de Estados Unidos, ya que ésta es vista tanto por EUA como por China como un elemento que les ayudará a crecer su economía y aumentar su influencia y competitividad político-militar a nivel internacional.
Lo anterior va a afectar fuertemente a países como México y otros países del continente americano, ya que se espera una reactivación fáctica de la Doctrina Monroe, en donde Estados Unidos se replegará regionalmente para fortalecerse o como resultado de un reparto de regiones de seguridad e influencia frente a los otros poderes hegemónicos.
El repliegue regional de Estados Unidos implicará que Washington lance una férrea campaña para asegurar gobiernos afines a sus intereses, ya sea usando la política, la fuerza o la propaganda, especialmente a través de sus sistemas tecnológicos. Con la unión Trump-tecnología la agenda conservadora va a estar en esteroides, por lo que los partidos conservadores a nivel mundial tendrán en algunos ecosistemas tecnológicos un aliado esencial para la promoción de su visión e intereses.
En este proceso, Estados Unidos estará enfocado en continuar y aumentar el comercio tecnológico con los países de la región, así como también asegurar la dependencia tecnológica de países hacia los productos y soluciones estadounidenses.
En el primer caso se van a revisar las balanzas de pagos de exportaciones e importaciones, amenazando a países para que aumenten las compras de productos estadounidenses o de lo contrario recibirán un arancel a sus productos; tal promoción de productos y servicios vendrá acompañada de presiones y amenazas para aquellos países que se atrevan a regular o aplicar la ley en contra de sus productos tecnológicos y sus empresas cuasi monopólicas, lo que se también se manifestará en un esfuerzo político-económico para asegurar regulaciones laxas o inexistentes para nuevos productos y servicios tecnológicos como de Inteligencia Artificial, biomedicina, genética o implantes cerebrales.
En el segundo caso se buscará eliminar o, al menos, disminuir la influencia tecnológica comercial y de infraestructuras de China en la región, esto se puede lograr por medio de ofrecer un mejor trato o amenazar a los países, lo que será más fácil si tales países comparten con Washington algún tipo de infraestructura, conexión con sistemas estadounidenses o si tienen una crónica dependencia hacia los productos tecnológicos de Washington.
Paralelamente a lo anterior, la producción se relocalizará a lo largo del continente, pero el ancho de la producción más redituable y con tecnología de punta se buscará que se quede en EUA, lo que podría implicar un fomento en la migración para llenar esos espacios laborales o una bomba de tiempo de ineficiencia e inoperancia causada por un nacionalismo aislacionista, tal como está pasando con la construcción de plantas de producción de chips y el tema de la fuerza laboral.
Y tal como se puede adelantar, los aliados que más pueden perder son aquellos más cercanos a Estados Unidos y con menores capacidades de negociación, ya que, así como se ha visto antes, la estrategia de negociación de Trump es simple y brutal: avasallar por la fuerza. Además, regímenes como el de Nicaragua, Venezuela o Cuba también pueden ser un objetivo para los ataques de Trump, tal como ya preparó el camino el régimen de Biden al considerar a Nicaragua como una amenaza a Estados Unidos. Y aunque uno pensaría que países como Argentina o El Salvador lo tendrán más fácil por su cercanía ideológica con el régimen trumpista, en la práctica sólo el interés de unas minorías será el que se beneficiará por sobre el interés general.
Este proceso puede ser aprovechado por los países no alineados tecnológicamente para formar un bloque tecno regulativo, en donde los países europeos podrían buscar un espacio de influencia internacional haciéndose de aliados para influir en las formas y manifestaciones de los sistemas tecnológicos de China, EUA y otras latitudes. Sea cual sea el desenlace, lo seguro es que nos esperan tiempos convulsos.