Hoy no hay duda de que la tecnología conocida como Inteligencia Artificial (IA) tiene el potencial de impactar profundamente a la sociedad, no sólo en áreas como la economía, la política o la cultura, sino también las relaciones entre las personas, consigo mismas y con su propio cuerpo, poniendo al límite las concepciones mismas de humanidad y lo que es ser humano.
El cambio sísmico que presupone la introducción de la IA en centros de trabajo, hogares y el cuerpo mismo pondrá en tensión diversas manifestaciones de las relaciones sociales de cooperación y conflicto; por lo que una vez que la introducción de la IA en los procesos y espacios sociales se haya concretado, el impacto en construcciones sociales como el mercado, la verdad o la democracia aumentará y se diversificará.
En lo que corresponde al ámbito de la democracia existen dos principales visiones que analizan el impacto de la IA: por un lado, están aquellas personas que piensan que la IA puede traer beneficios políticos como una sociedad más transparente, menos corrupta y más informada; en contraposición, existen voces que ven en la IA un riesgo para la democracia por razones como la manipulación, la desinformación o el barbarismo.
En este escrito centraré mi atención en aquellas voces que ven riesgos y peligros políticos asociados a la IA, ya que aunque esta tecnología presenta ventajas y oportunidades, el punto de partida social de la IA es ya de por sí problemático: a nivel global el escenario es una competencia geopolítica entre dos modelos político-económicos distintos y a nivel regional es un modelo híper desigual que se caracteriza por estar fuertemente influenciado por el neoliberalismo y los remantes del momento unipolar de Estados Unidos, con empresas cuasi monopólicas con más poder que varios Estados. Por lo que el balance entre riesgos y oportunidades parece bastante desequilibrado, especialmente para la mayor parte de personas y países frente a una élite cada vez más pequeña y concentrada.
Para entender si existe o no un riesgo de la IA a la democracia es necesario definir qué se entiende por cada una, ya que tanto la computación como la filosofía política no tienen definiciones únicas establecidas, sino que hay una serie de aproximaciones que intentan definir cada una. En el caso de la IA ésta no se trata de una tecnología aislada, sino que es un sistema tecnológico que tiene por objetivo el producir programas de cómputo que emulen lo que sea que los departamentos de investigación entiendan por inteligencia: la resolución de problemas, el análisis lógico-racional de datos y sus estructuras, la realización de tareas, el análisis de datos y la toma de decisiones, el análisis predictivo, etc.
Por otro lado, la filosofía política entiende a la democracia de distintas maneras, si bien es una forma de gobernar que requiere cierto tipo de participación, no hay consenso sobre los requisitos básicos de esta participación; el enfoque más extendido de democracia es la conformación de un gobierno por medio del voto por elección popular, en donde cualquier persona con nacionalidad de algún país democrático puede ejercer su voto y éste es igual que el de todas las demás personas.
Asimismo, otras voces que consideran necesario que las democracias cuenten con personas iguales, informadas, racionales, participativas, deliberativas, debatientes y libres; por lo que atendiendo estos criterios el reto que plantea la IA a la democracia es aún mayor, aunque también quedaría en evidencia que pocas sociedades son realmente democráticas o al menos una democracia popular plena.
Si la democracia se piensa como el acto que toda la población de un territorio pueda votar, entonces el riesgo residiría en el acto mismo de la votación, tal como la manipulación de percepciones, por lo que se tendría que pensar en disminuir el potencial riesgoso del uso de la IA en contextos como elecciones, por ejemplo, utilizar la IA para suprimir votantes por medio de la manipulación, esto se puede lograr usando algún modelo de IA para analizar y crear contenido personalizado para manipular a una o más personas (lo que en la práctica sería la masificación de varios Cambridge Analytica).
La supresión del voto también puede ser por medio de generar contenido falso y atacar a contendientes políticos; crear agentes y usuarios de IA para promocionar contenido de bandera falsa y narrativas mentirosas; crear sitios web falsos para hacer más creíbles las narrativas; así como fomentar ataques a ciertas minorías, partidos políticos o individuos usando herramientas de IA.
Por su parte, el asunto de la igualdad es importante en el ejercicio democrático, ya que durante siglos se ha peleado por la plena participación de la población en los asuntos de la vida pública y la toma de decisiones frente a la histórica tradición elitista. Por tanto, se debería esperar que la IA fomente la participación igualitaria; sin embargo, en este sentido hay voces que apuntan que el sistema mismo es desigual, con grupos y minorías que ven más difícil la consecución de sus derechos democráticos. Sin embargo, si dejamos de lado las desigualdades estructurales y sólo atendemos el rol de la IA, vemos que las desigualdades continúan e incluyen: infraestructura, educación, conocimiento de la tecnología y hasta mano de obra.
En el intermedio entre igualdad y racionalismo también se erige otra cuestión, y es que el enfoque racionalista y hasta tecnocrático que se le aduce a la IA en la política deja en los márgenes conocimientos y percepciones no racionalistas o tecnócratas, lo que excluye a diversos grupos sociales que se rigen por otros medios como los usos y los costumbres.
En lo que corresponde a la participación y deliberación ciudadana partimos del hecho que las mayores ágoras virtuales se encuentran en espacios privatizados y propiedad de empresas transnacionales, por lo que la administración y gobernanza de estos espacios no está a consideración democrática.
Es así como en las plataformas no se ponderan valores democráticos o comunales por sobre las ganancias o el crecimiento de la empresa, permitiéndose y hasta fomentándose negocios como la desinformación y la manipulación bajo etiquetas como “información alternativa”, así como lo hace X. En el impacto que puede tener una IA en este entorno se puede encontrar la masificación y normalización de la desinformación; el desdibujamiento aun mayor de nociones que se consideraban como verdades, incluido el revisionismo histórico; la incitación a la violencia por medio de bulos o burlas, entre otros riesgos a la participación y deliberación, ya que simplemente no habrá un punto neutro sobre el cual debatir.
En conclusión, la IA representa un reto doblemente enorme para la democracia y el ejercicio político, y es que actualmente la democracia no se ha recuperado del impacto de internet y las redes sociales; por lo que si le añadimos tecnología de IA, prácticas como la desinformación, la manipulación de pruebas y la creación de otras no sólo se ha hecho y hará más barata, sino automática y realista, sin necesitar conocimientos técnicos para su producción y masificación, por lo que se deben de atender retos pendientes, nuevos y futuros. Sin embargo, no se debe olvidar que la IA es el producto empresas que operan bajo un determinado sistema político-económico, por lo que la atención a estos problemas no sólo puede ser técnica, política, legal o económica, sino una combinación de todas estas áreas.