Las delegaciones militares de naciones extranjeras han sido una parte relativamente habitual de las celebraciones del 16 de septiembre en México durante varias décadas. Sin embargo, recientemente, algunos opinadores han puesto el foco en la participación de la delegación rusa del pasado desfile militar, generando un escándalo sobre el supuesto “deber ser” de la diplomacia cultural y las relaciones internacionales mexicanas.
El debate se da en ese contexto de sensacionalismo mediático que comenzó después del desfile, el cual, como se mencionó, contó con la participación de una delegación militar rusa. Pero vale la pena preguntarse: ¿Es esta una cuestión realmente justificada o se trata de un pseudoanálisis?
La controversia se desencadenó en un principio cuando Oksana Dramarétska, embajadora de Ucrania en México, expresó su descontento por la inclusión de la delegación rusa en el desfile, aunque, lo que parece haber suscitado un interés particular entre comentaristas como León Krauze es la supuesta preocupación de que criminales de guerra estuvieran desfilando en el Zócalo de la Ciudad de México como si nada hubiera ocurrido.
Krauze incluso dedicó una columna a los eventos en Ucrania desde la invasión rusa, argumentando que comparar la situación de otros países que también participaron en el evento y que el presidente mencionó, como lo es China o Estados Unidos sería una falsa equivalencia, dado el caso particular de la brutalidad de los crímenes rusos. Si bien China no ha participado en conflictos bélicos recientes, esta postura es evidentemente selectiva y refleja una profunda hipocresía, dado el conocido historial de crímenes de guerra atribuidos a Estados Unidos, país donde actualmente reside el escritor y periodista.
Por este tipo de razonamientos es que es crucial reconocer que la participación de delegaciones militares en desfiles y eventos similares puede entenderse como una expresión de diplomacia cultural y relaciones internacionales, aunque, por otro lado, es más importante subrayar que esta práctica no implica automáticamente un respaldo político a acciones específicas por parte del país invitado. Ciertamente, cualquier inferencia en ese sentido es un razonamiento forzado, ya que, de hecho, el presidente ha dicho anteriormente: “Somos partidarios de la paz y el diálogo”, al respecto del conflicto ruso-ucraniano.
Esta postura, neutral, no es para nada nueva en la diplomacia mexicana, por ejemplo se sabe que durante la Guerra Fría, el período de intensa rivalidad política y militar entre los bloques occidental y comunista liderados por Estados Unidos y la Unión Soviética, respectivamente, México mantuvo una política de neutralidad y no alineación. Esta política de no alineación buscaba evitar involucrarse en el conflicto ideológico y militar entre las superpotencias y, en cambio, mantener relaciones diplomáticas y amistosas con una amplia gama de países.
En este contexto, México adoptó una estrategia de diplomacia cultural que involucraba la participación de delegaciones de países de ambos bloques para participar en eventos significativos, como el desfile del 16 de septiembre o el de La Revolución Mexicana. Esta estrategia se convirtió en un gesto histórico de relaciones diplomáticas y amistad en un período internacional caracterizado por tensiones y divisiones. En esencia, se trató de aprovechar la diplomacia cultural en su sentido más literal: la construcción de puentes de entendimiento entre naciones y culturas diversas en medio de un mundo polarizado.
Por otro lado, la verdadera lógica falaz no se encuentra en las falsas equivalencia que acusa León Krauze a quién critica su postura, sino a lo largo de su propio texto, ya que afirma de manera tajante que el hecho de tener una delegación rusa en el desfile equivale a apoyar directamente los actos atroces que han sucedido en Ucrania. De hecho, toda su columna “Criminales de Guerra en el Zócalo” es enteramente un hombre de paja que se centra en discutir sobre que aquellos que defienden la participación de la delegación rusa en el desfile están "aplaudiendo la política rusa en Ucrania" y están "cínicos que aplauden desde su teléfono celular la aparición de los representantes rusos”, pero evidentemente, esta afirmación exagera y distorsiona las opiniones de aquellos que pueden, por ejemplo, no estar en contra de la participación rusa en el desfile por razones diplomáticas o culturales, sin necesariamente respaldar los crímenes, es decir exagera de manera extrema, y luego ataca la distorsión extrema que él mismo creó, como si esa fuera realmente la afirmación que las personas están haciendo. Curioso que aquí se le perdió la lógica y el sentido común.
Además, el texto sugiere una generalización apresurada, ya que no todas las personas que pueden respaldar la participación de la delegación rusa en el desfile tienen necesariamente una posición política o moral sobre los eventos en Ucrania. Asimismo, emplea términos peyorativos como "cínicos" y "apologistas de Vladimir Putin" para desacreditar a quienes no comparten la crítica hacia la participación de la delegación rusa. Esta retórica es francamente muy pobre y desvía la atención de los argumentos verdaderamente legítimos, además que esconde las preguntas relevantes, como: ¿Por qué México debería tomar una posición en un conflicto que no le concierne directamente?
También es importante recordar que este tipo de intercambios en materia militar y diplomática están arraigados en vínculos históricos y culturales que tienen un valor significativo. Estos intercambios no deberían ser simplificados o desestimados de manera injusta, ya que contribuyen a fortalecer las relaciones internacionales y fomentar la cooperación entre naciones.
En realidad, desde el principio, muchos de estos opinadores han abogado por que México tome una posición que respalde de manera directa los intereses de la OTAN y Estados Unidos, lo que sugiere un enfoque sesgado en la discusión. Sin embargo, es esencial recordar que México ha mantenido una política histórica de no alineación y neutralidad en conflictos foráneos. Por lo tanto, la controversia en torno a la participación de delegaciones extranjeras en el desfile del 16 de septiembre destaca la importancia de considerar diversas perspectivas y de no simplificar ni desestimar injustamente los vínculos históricos y culturales que pueden subyacer en estos intercambios diplomáticos y militares, por lo que en última instancia, es fundamental reconocer que aquellos que han perdido la brújula moral son los que han desviado la atención de los temas que verdaderamente importan a la nación.