Escribo estas líneas a manera de reconocimiento y agradecimiento al Maestro José Agustín Ortiz Pinchetti a quien conocí hace poco más de ocho años, cuando me acerqué a él para colaborar en su labor como representante de Morena en el Instituto Electoral de la Ciudad de México y quién durante ese tiempo me permitió aprender de él, día a día.
Sabía de su amplia trayectoria como defensor de la causa democrática en nuestro país, pero desconocía la grandeza de su calidad humana que tuve la fortuna y privilegio de observar durante esos siguientes años.
Llamaba la atención que, en el pizarrón utilizado como agenda para sus actividades, había una frase de guía para los que ahí trabajamos: “¿En qué puedo ayudar?”
Resultó esta no ser una frase vacía, pues siempre estaba el Maestro dispuesto a apoyar a quien fuera de manera desinteresada.
Durante los años que me permitió colaborar con él pude atestiguar cómo se desempeñaba con una gran responsabilidad en sus tareas como Fiscal Electoral, docente de la Facultad de Derecho de la UNAM, (en la que sus alumnos le tomaron un gran cariño), escritor en su columna dominical de La Jornada, político, pero sobre todo como un maestro de vida que daba consejos muy concretos si uno se los pedía. Era imposible no preguntarle acerca de los grandes cuestionamientos de la vida, para los cuales siempre daba respuestas concretas, suficientes y sabias.
Recientemente el Maestro José Agustín publicó un libro junto a su hermano Francisco, en el que ambos narran sus experiencias de sexenio en sexenio, porque bien decía el Maestro, “la vida en México cambia cada seis años, según el estilo de gobernar de cada presidente”. Las memorias del Maestro además de narrar las influencias de su pensamiento, como los jesuitas, permiten acercarse a la historia de los últimos noventa años de nuestro país y conocer movimientos políticos casi desconocidos a través de uno de sus testigos y protagonistas.
La vida y trayectoria del Maestro debe ser estudiada por aquellos que se dedican a la política, y quienes lo hagan podrán darse cuenta de cómo se puede transitar por los caminos de tan difícil profesión sin perjudicar a nadie, manteniéndose honestos y apegados a principios sólidos.
En alguna ocasión le pregunté al Maestro José Agustín cuál había sido la constante en las responsabilidades que había tenido a lo largo de su vida, a lo que me respondió con su sonrisa tan característica: “Siempre me divertí mucho”.
Hasta siempre querido maestro.