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  • hace 5 días
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El Trumpismo post debate y el desempeño digital de la ultraderecha

El Trumpismo post debate y el desempeño digital de la ultraderecha

Por Ernesto Ángeles .

El tan esperado primer debate presidencial entre la candidata demócrata, Kamala Harris y el candidato republicano, Donald Trump, dejó unas cuantas sorpresas no sólo para los medios, sino para los internautas en general. Y es que no sólo el desempeño del expresidente fue errático y por momentos confuso, mientras que la actual vicepresidenta se mostró más elocuente, sino porque lo que parecía ser una elección como mero trámite para Trump, ahora parece ser una reñida competencia en donde los números no le favorecen como frente a Biden.

Esta situación ocurre en un lugar que hasta hace poco parecía ser seguro y una fortaleza para Trump, pero que con los años se tornó en una arena más competida, equilibrada y regulada, al punto que tras el debate surgieron varias burlas y troleo hacia Trump, ya ni se diga del apoyo abierto que profesó la cantante Taylor Swift a Kamala Harris en Instagram después del debate y que se tradujo en más de 300 mil registros para votar en apenas unas horas; me refiero a las redes sociales e internet, las cuales no sólo ya no son víctimas de la disrupción sorpresiva del trumpismo, sino que se han erigido ciertas defensas digitales y mediáticas que no existían en 2016; además, esta elección sucede  en un periodo después de la derrota electoral de Trump en 2020, por lo que las estructuras y herramientas digitales que llevaron a la dupla Biden-Harris a la victoria en 2020 aún pueden estar operativas y hasta fortalecidas.

Lo anterior nos lleva a preguntarnos hasta qué punto la ultraderecha se ha fortalecido, debilitado o mantenido en sus capacidades digitales en Estados Unidos, ya que lo que se creía que serían unas elecciones caóticas dominadas por el ruido y la confusión digital del trumpismo y el uso indiscriminado e indiferenciado de tecnologías como la inteligencia artificial, pasaron a ser unas elecciones competitivas diferentes a las de 2016 y con paralelismos a la de 2020, en donde hubo una amplia coalición físico-digital para contrarrestar la influencia trumpista, así como una sociedad más crítica y consciente frente a los bulos y el uso malicioso de la información.   

En un contexto más amplio, esto sucede al mismo tiempo en donde la ultraderecha se hizo con el mayor número de votantes en dos estados en Alemania pese a ser demonizada en medios tradicionales y perseguida en ciertos espacios digitales, así como cuando Milei llegó al poder gracias a un fenómeno parecido al trumpismo y un mal manejo económico que se empeoró por la herencia de Macri, en el cual la labor desinformativa y provocativa de hordas de troles fue importante para llevar a Milei a la Casa Rosada.

En contraste, encontramos casos como el de Francia o México, el primero caracterizado por una coalición política del centro y las diferentes izquierdas frente a la ultra derecha, con un amplio activismo digital entre ambos bandos, sólo que sin el factor sorpresa, ya que el lugar digital de la ultraderecha francesa tiene tiempo cimentado, si acaso, el factor sorpresa recayó en las alianzas desde la izquierda, su movilización digital y el pronunciamiento de Mbappé, un astro del fútbol, en contra de la ultraderecha. Por otra parte, en México la ultraderecha tuvo que operar indirectamente a favor de la derecha, ya que su candidato trumpista y guadalupano, Eduardo Verastegui, ni siquiera consiguió el registro como candidato independiente. Y aunque la actividad digital de la derecha mexicana fue bastante virulenta y coligada con los medios tradicionales, ésta no logró impactar significativamente en el resultado: una masiva votación a favor del partido en el poder y sus aliados.

Resulta interesante el caso de México y Argentina, ya que mientras en los otros países mencionados existe una evidente animadversión entre los medios masivos y la ultraderecha digital, en estos países existe una cooperación constante entre ambos y aunque en el caso de Argentina esto resultó positivo, en el caso mexicano esto no fue de gran peso a la hora de incidir en el resultado. ¿Será que el elemento disruptivo y sorpresivo del espacio digital juega a favor, no importando el partido o las relaciones entre medios tradicionales y narrativas digitales? ¿Cuál será la influencia del factor sorpresa frente a las condiciones materiales como los resultados económicos?

Asimismo, ¿Por qué el ultraderechismo digital estadounidense parece estancarse -sin contar con el momento post atentado- mientras el en otras partes parece estar en auge? ¿por qué tal discurso no hizo mella en el sistema mexicano, pero sí en Argentina? Todo lo anterior más allá del impacto o no que pueda ejercer una red social en una elección, algo sobre lo que no existe un consenso entre las voces expertas.

Y pasando al caso inicial, ¿hay espacios digitales con estrategias y herramientas más equilibradas? ¿los demócratas se trolificaron? ¿será que el trumpismo se agotó discursivamente por creer sus propias mentiras? ¿hay otro elemento que determine la tendencia digital a favorecer a uno u otro partido o sólo es el reflejo de la polarización social y su base de adeptos?

Sin embargo, más allá de la autorregulación de la información en la sociedad basada en sus condiciones materiales y culturales, es evidente que las redes sociales, los medios y otras tecnologías impactan y dominan el espacio informativo, el tema es cómo, quiénes y para qué fines.

Todo lo anterior debe ayudarnos a encontrar lecciones sobre cómo luchar contra el avance y fortalecimiento de la extrema derecha sin cargarse la libertad de expresión en el proceso. En este contexto es vital atender las condiciones materiales detrás de los radicalismos digitales, ya que el conseguir que la ideología se convierta en un sentido común aprehendido por la población requiere de elementos materiales y culturales que vuelvan atractivo un proyecto político, así como que éste pueda ser comunicado efectivamente y apunte a preocupaciones, deseos y necesidades de los votantes, mismas que los demócratas no supieron leer en 2016 o que los verdes y cristianos alemanes no han sabido interpretar en política, algo que si logró la extrema derecha; al igual que en Francia, en donde la alianza del establishment con otro proyecto que si atendía necesidades materiales e ideológicas (la izquierda y extrema izquierda) lograron arrebatarle la conversación y el sentido informativo a la ultraderecha, aunque en este caso resulta revelador que los bandos más populares fueron los que atendían necesidades materiales como la negativa de ir a la guerra.

Y aunque una de las fortalezas de la campaña de Trump es que centra su atención en elementos materiales como la economía, migración o el crimen, mientras que Kamala habla sobre el entusiasmo, la democracia y la esperanza; esto no es del todo un error tratándose de medios digitales y masivos, los cuales explotan bastante bien ideas abstractas y emotivas, además que la campaña de Trump explota eficientemente el miedo, el odio y la división, por lo que el contraste puede jugar un rol interesante, tal como se observó en el debate, en donde algunas de las fobias de Trump fueron ridiculizadas. Además, uno de los pocos elementos materiales en la campaña de Harris, pero bastante poderoso, es el impuesto que propone a los multimillonarios, una propuesta con varios partidarios, sobre todo jóvenes.