Si espero, perderé la audacia de la juventud. Alejandro Magno.
Alrededor de las 15:00 horas del pasado domingo 27 de noviembre, el presidente López Obrador daba inicio a su discurso. Después de más de cinco horas de caminata, desde el ángel de la independencia al zócalo de la Ciudad de México, la atiborrada plaza pública guardaba silencio para escuchar con atención al presidente de México.
Las palabras que dieron apertura al histórico momento fueron dirigidas a las juventudes. El presidente mencionó la grata sorpresa causada, producto de que gran parte de quienes marcharon habían sido jóvenes. Ahí afirmó con alegría: ¡hay relevo generacional!
El movimiento de Andrés Manuel López Obrador ha sido distintivo históricamente por el apoyo que le han dado de manera permanente los adultos mayores. Las políticas públicas y apoyos sociales promovidos para garantizar la dignificación de ese sector, ha generado una sincronía natural. Aunado a los adultos mayores, la política central versa en el desarrollo del bienestar de los más vulnerables. Por el bien de todos, primero los pobres.
La suma de adeptos del Obradorismo, en el sector juvenil, ha incrementado potencialmente a partir del triunfo electoral de 2018. Naturalmente como en la generalidad de los sectores, el desempeñarse como partido en el poder atrae inevitablemente el interés social. Las espontáneas ganas de participar, midiendo la posibilidad de ejercer un espacio dentro del movimiento, que permita una proyección política.
El riesgo en el que cae el relevo generacional reside en la aspiración vana, de tomar el poder por el poder. Del “quítate tú, porque quiero yo”. La invisibilidad partidista respecto a la formación política, ha creado un vacío de idea e ideal, los espacios para la discusión y creación del debate público son inexistentes. Del mismo modo las oportunidades para el desarrollo de los cuadros políticos jóvenes son limitadas.
Al ser un momento único en la historia de nuestro país, donde la izquierda ha accedido al poder por vez primera. Las experiencias políticas y administrativas de los cuadros jóvenes, que han tenido por la coyuntura acceso a los espacios del ejercicio de gobierno deben valorarse. Los aprendizajes del sudor práctico, de la experiencia vivida, son invaluables.
El contexto propio en el que los cuadros históricos de la izquierda tuvieron un trance larguísimo para ocupar los limitados espacios de apertura, pueden ser la causa de la pausa promovida para que los nuevos cuadros tomen un rol hasta avanzada edad, como ocurrió con quienes ahora encabezan el movimiento. Llevar a “fuego lento” los procesos partidistas y administrativos puede detonar que llegados los momentos –que se viven apresuradamente- no existan cuadros políticos suficientes para afrontar las adversidades futuras.
El estado de juventud es temporal; momentáneo; efímero. Quienes son jóvenes hoy, no lo serán eternamente. El curso de los años es inevitable. Sería erróneo vislumbrar a los cuadros jóvenes como si siempre lo fueran a ser. Es menester derribar los estigmas hacia las juventudes y observar la proyección política potencial en cada uno de los perfiles.
El relevo generacional conlleva una nueva forma de hacer política; lo que debe traducirse en circunstancias distintas. No adentrar a los nuevos perfiles en las lógicas tradicionales. No adoctrinar la revolución juvenil a la añeja institucionalidad. El relevo generacional requiere una nueva estirpe; de jóvenes forjados en el calor del territorio, en el debate público, en la militancia partidista, en la labor social.
Las tradicionales tareas del joven, como volanteros y levanta pancartas deben quedar en el extremo olvido. El relevo generacional se dará pronto y deben estar las mejores hijas e hijos de México, tomando el rol que la historia les asignará.