Xcaret me causa sentimientos encontrados al ver la grandilocuente arquitectura por un lado, y por otro, encontrarme con un hábitat natural domesticado.
La búsqueda del sentido de lo bello ha estado presente desde la mitología griega, ¿y no es esta belleza de cada elemento arquitectónico lo que compone Xcaret? Y es verdad, nos encontramos en el parque con cuevas transformadas, un túnel perfecto que conecta escenarios, una playa sin oleaje, especies de aves y mamíferos perfectos, y, una naturaleza sin espinas donde se combina la magnificencia del lugar con la diversión acuática.
Para cerrar con un broche de oro, el espectáculo nocturno explota en magia cuando ves a decenas de artistas entregados a representar la cultura mexicana: bailarines, músicos y cantantes hacen un evento mágico.
El recorrido comienza con espacios "mexicanos" que no son más que una reconstrucción de ciertos elementos nacionales como las chozas o la imitación de cómo se hace una tortilla hecha a mano.
Sin duda, Xcaret logra hacer un buen resumen a escala, se vive la Experiencia México desde lejos, casi de manera virtual y sin el "riesgo" que implica percatarse de que no todo es color rosa.
Cuando he ido a sitios vírgenes pienso que la naturaleza es perfecta pero a la vez es salvaje. Tienes que hacerte espacio para no espinarte o cuidarte de no morir de una mordedura o cubrirte de las tempestades. Por eso, a cada rato los seres humanos estamos tratando de abrirnos espacio para nuestra comodidad y haciendo que todo sea más fácil o más lindo, pero, ¿valdrá la pena modificar todo un ecosistema?
Sin lugar a dudas, Xcaret está lleno de contradicciones. Entre los vicios y daños están: la construcción de una playa artificial que impide el tránsito natural de las tortugas marinas en peligro de extinción, la construcción de una escollera a modo de rompeolas que afecta a dos sitios arrecifales y afectaciones al manglar, por mencionar sólo algunos daños.
Resulta ser que los dueños tienen un modus operandi muy particular. Inician su obra sin pedir la autorización pertinente para construir, se evitan el no y la burocracia, y esperan pacientes hasta que los inspectores les imputen una multa. Ellos pagan y elaboran una manifestación de impacto ambiental que es aprobada sin importar los posibles daños advertidos por las opiniones técnicas.
Sin duda, el fenómeno de “xcaret-ización”, término acuñado por el antropólogo Gilberto Avilez, es la cosificación de lo maya para convertirlo en la mercantilización de la cultura y rituales milenarios para el consumo de los turistas.
Xcaret es como ver a México en una maqueta, sin ensuciarnos las manos, con una naturaleza moldeada a la medida de la industria del entretenimiento y más apegada a una narrativa fantástica de lo que significa ser mexicano.