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  • 04 Apr 2024
  • 09:04
  • SPR Informa 6 min

¿Cómo internet se volvió una mier#&?

¿Cómo internet se volvió una mier#&?

Por Ernesto Ángeles .

Seguridad digital; privacidad; protección contra fraude; contenido de calidad; protección de datos personales; espacios digitales seguros… estas y otras cosas que eran casi una norma en internet hace poco tiempo, hoy en día representan un lujo para los usuarios. Esto ha venido acompañado de un empeoramiento en la experiencia del usuario, el cual ve cada vez más publicidad, más recomendaciones, más sugerencias y más anuncios, mientras que sus datos y creaciones son cada vez más explotadas.

Si eres alguien que ha usado internet por varios años, seguramente habrás notado que la experiencia en internet se ha vuelto peor: más publicidad, más cobros, más acceso innecesario a tus datos y más contenido vacío. Por si no lo sabías, este fenómeno tiene un nombre, ha sido estudiado y puede ser revertido; sin embargo, para esto es necesario que el Estado tome más acciones y reclame su papel como regulador.

Según uno de los activistas digitales más prominentes en la actualidad, Cory Doctorow, este proceso de degradación de internet, especialmente de las redes sociales, tiene el nombre de “enshittification” o lo que se podría traducir como ensuciamiento o, literalmente, el proceso de volverse una mierda. La razón detrás de tal cambio tiene distintas fuentes: La naturaleza neoliberal y hegemónica de la tecnología y el mercado tecnológico, nuevos costos de producción, presión de inversionistas, entre otros.

En su obra, Doctorow centra su atención en el proceso de degradación de las redes sociales, para él, este proceso consta de cuatro fases: primero, las empresas son buenas con el usuario y comparten parte del valor; una vez consolidados, abusan de los usuarios y dirigen parte de las ganancias a mejorar las condiciones para sus clientes comerciales; logrado lo anterior, las empresas abusas de los clientes comerciales y se apropian de todo el valor para sí mismas; por último, las empresas mueren.

Uno de los ejemplos que pone el autor es el caso de Meta/Facebook, una red social que comenzó promocionándose como relevante para las relaciones interpersonales, el consumo personalizado y la creación de comunidad, pero que terminó siendo un ecosistema enjaulado que se expande por internet y atrapa a los usuarios dentro de sí, haciendo bastante difícil el salir y cuya experiencia está plagada de publicidad, desinformación, información vacía y de baja calidad.

Sin embargo, si expandimos la mirada a más servicios digitales, es posible notar que el proceso de degradación de internet no sólo afecta a las plataformas de redes sociales, sino que se expande a buena parte de internet, pensemos en el caso de compañías como Uber o DiDi, cuyo servicio se fue deteriorando conforme su posición en el mercado se consolidó y desplazaron a buena parte de los taxistas; una vez lograda una masa crítica de usuarios y conductores, las condiciones comenzaron a degradarse y los precios comenzaron a subir con su conocida tarifa dinámica, cuyo valor se desprende justamente de la dependencia de los usuarios y el uso del servicio. Ya ni se diga el empeoramiento de condiciones de los trabajadores, o más exactamente, de los “socios conductores”, cuyas condiciones de trabajo terciarizado han empeorado, tal como el cobro de un porcentaje de cuota por sobre las propinas.

Otra plataforma que ha pasado por este proceso es YouTube, la cual algunos denominan otra red social; con el paso de los años el servicio de YouTube se ha vuelto más invasivo con el usuario, pasando de un modelo sin anuncios a un modelo con anuncios constantes o una suscripción de cobro, frente a lo que alguna vez, hace casi dos décadas, fue un servicio cuyo atractivo multimedia radicaba, entre otras cosas, en la ausencia de anuncios intrusivos y constantes frente a la TV, lo que consistía en una ventaja competitiva, la cual ya no existe hoy.

Asimismo, en algunas aplicaciones no sólo han implementado el cobro de suscripciones u otras cuotas de ingreso, sino que también se vuelve necesaria la compra constante de “mejoras” en nuestra experiencia digital, esto sucede especialmente en la industria de los videojuegos; mientras que, paralelamente, la posesión física de los videojuegos ha disminuido, otorgándole mayor control a las empresas frente a unos usuarios cada vez más dependientes.

Por su parte, la industria del entretenimiento cinematográfico no se encuentra exenta de este proceso de degradación, tal como el caso de Netflix, una empresa que comenzó con un enorme catálogo de obras y con una suscripción a bajo costo; aunque, una vez consolidada en el mercado, y con unos inversores presionando por las ganancias, esta empresa aumentó el costo de sus suscripciones, diferenció tarifas, bloqueó el acceso multicuenta en diferentes localidades, introdujo publicidad y, por último, aumentó de nuevo las  tarifas. Todo lo anterior sucedió mientras que la empresa se fue quedando sin algunos contenidos estelares y tuvo que reemplazarlos por otros contenidos, varios de ellos bajos de calidad, pero eso sí, muchos.

En todos estos procesos el usuario ha tenido que observar pasivamente cómo las empresas abusan de ellos y los maltratan, mientras que reducen la calidad de su servicio, lo mismo ocurre con aquellas micro, pequeñas y medianas empresas cuyo negocio depende de las redes sociales. Ante esta situación salta la pregunta ¿Qué se puede hacer para atacar las fuentes de tal poder e impunidad empresarial y proteger a la masa de usuarios y a la población en general?  La respuesta está en el poder estatal y en identificar las fuentes del poder de las Big Tech, tema que será el objeto del siguiente artículo.