El 1 de enero de 1994, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional se levantó en armas contra el Estado mexicano, en ese entonces gobernado por el priísta Carlos Salinas de Gortari, e hizo retumbar a todo el mundo con su protesta ante la injusticia contra las personas del campo. Este año nuevo de 2024 se cumplieron 30 años del episodio, y el legado histórico del EZLN sigue vigente en nuestros días.
El levantamiento zapatista se dio el mismo día en que entró en vigor el Tratado de Libre Comercio (TLC) firmado entre México, Estados Unidos y Canadá, y que habría de terminar con el proceso de subordinación económica de nuestro país a la economía estadounidense. Con la firma del TLC, pocas opciones quedaron para el desarrollo económico soberano de México en su relación con Estados Unidos.
El EZLN decidió tomar las armas en contra de un régimen global de explotación, que conocemos como neoliberalismo, y en específico en defensa de la vida de las y los campesinos del sur de nuestro país. Ciertamente, el presidente López Obrador y Morena tienen algunas diferencias y debates con el EZLN, y también es posible hacerle algunas críticas, pero también debe reconocerse su aporte a la historia mexicana.
Como primer movimiento antineoliberal del mundo, el EZLN abrió el camino para que muchos otros movimientos subalternos en todas las geografías pudieran comenzar a protestar y sobre todo a organizarse para resistir en contra de los embates de la economía neoliberal. La fórmula zapatista de la autonomía confronta directamente a la lógica del Estado y del capital, que requieren todo lo contrario: la sujección de la vida del campo.
También aportaron un denso legado teórico sobre la identidad indígena y campesina, y pusieron de relieve un hecho obvio pero largamente olvidado: los pueblos indígenas existen y tienen una cosmovisión, una cultura y una forma de vida propias, que casi nunca es compatible con las formas de organización social que impone el Estado.
Es discutible, y tendríamos que dar ese debate, el alcance real de la política del EZLN en términos de construcción de un bloque social amplio con capacidad de la toma del poder para transformar la realidad de las personas al exterior de las propias comunidades organizadas zapatistas. Pero es también un gran logro que debemos destacar el hecho de que dichas comunidades llevan 30 años resistiendo a muchas oposiciones externas, y siguen proponiendo alternativas a la vida tradicional y hegemónica que los campesinos viven día a día.
Una columna es muy poco para hablar de todas las discusiones que se han dado en torno al EZLN, sobre su vigencia, herencia, historia, filosofía y formas de organización. No obstante, creo que es muy necesario mantener en la memoria a estas mujeres y hombres valientes que salieron de sus comunidades para decir: ya basta de explotación, represión, hambre y miseria. Ellas y ellos son también parte de quienes han luchado contra el régimen neoliberal durante tantos años, y son herederos también del gran caudillo Emiliano Zapata, libertador del sur.
Zapata vive, y el EZLN sigue dando muchas batallas que debemos acompañar, valorar y compartir por un mundo donde quepan otros muchos mundos.