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  • 17 May 2022
  • 17:05
  • SPR Informa 6 min

#YoSoy132. Repensemos el movimiento

#YoSoy132. Repensemos el movimiento

Por José Alfonso Aparicio .

El #YoSoy132, a diez años de su nacimiento, está instalado en el imaginario colectivo, como el movimiento estudiantil mexicano más grande de las últimas cinco décadas, desde 1968; yo considero que así es, por la masificación de estudiantes de todo tipo que participamos activamente. 

Han proseguido otras movilizaciones ciudadanas, y organizaciones, en que me consta que un grupo muy nutrido de sus actores lo fueron también del #YoSoy132. Ello ya podría ser una prueba plena de su vigencia y trascendencia, al ratificar la formación y ensanchamiento de cuadros críticos en la lucha por derechos ciudadanos. No obstante, pienso importante -y me parece que estamos a tiempo- que debe reunirse la evidencia documental del movimiento, mucha de ella dispersa entre los testigos directos de esa primavera mexicana, -como también se le apodó-, y dejarla al acceso abierto de quien quiera y pueda estudiarla (investigadores sociales, historiadores, estudiantes, activistas, documentalistas, periodistas, etcétera).

Me sorprende la ausencia de un memorial físico y digital de acceso público a tod@ interesad@. Solo conozco de la existencia de 2 libros en todo este tiempo: “#YoSoy132 Voces del movimiento” coordinado por Gloria Muñoz Ramírez y publicado por Desinformémonos, y “MOVIMIENTO #YoSoy132. De la rebeldía electoral a la dispersión social” del Dr. Pedro José Peñaloza, publicado por el Posgrado en Derecho de la UNAM; el primero se compone de algunos testimonios y el segundo de hemerografía. Seguramente existe mayor evidencia documental publicada, pero que no es muy conocida. Hay un capital muy importante en la información que ahí se generó y en los testimonios vivos, que permitirían re-flexionar el movimiento y los movimientos siguientes; fuente de inspiración y también de posibles lecciones aprendidas (para no repetir y otras tantas para replicar). Se me ocurre, entre muchas opciones, documentales y exposiciones de museos (ojalá que pudiera estar en una exposición permanente en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco, junto a la del 68, por ejemplo). 

Imagen:actualidad.rt
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Insisto en lo anterior, porque resultaría una ironía muy trágica, que el movimiento que se volcara masivamente en criticar el manejo mediático de la información no pudiera dejar constancia robusta de su paso por la historia, en plena vigencia de tantas alternativas digitales y tecnológicas que lo faciliten.

En ese sentido, muchas fechas, momentos claves, y también -aunque no es solo eso el movimiento- personas que lo delinearon, son y deben ser descritos y conocidos, para ayudar a la reflexión colectiva. El que les escribe cuenta con diversos de esos pedazos del rompecabezas de la primavera mexicana, como seguramente muchos de los que participaron (desde correos electrónicos, vídeos, fotografías, minutas -algunas con firmas autógrafas-, panfletos, etcétera), que ayudarían a esa memoria histórica. Piezas, etapas y anécdotas que por las características de la extensión de esta colaboración no ahondo en contar, y por ello omito cualquier precisión a fechas, momentos y personas; sin embargo, dejo algunas de mis reflexiones sobre el movimiento:

  1. Movimiento de movimientos. El #YoSoy132, no es un movimiento de movimientos, desde mi consideración, en el sentido de que no movilizó a todos los sectores de la población (como si lo hiciera AMLO); aunque sí generó una empatía generalizada de gran parte de la población con los que, si se movilizaron, que fueron los estudiantes de todo el país y de muchísimas escuelas y universidades privadas y públicas. Por ejemplo, recuerdo que el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) prestó sus instalaciones para un concierto que se organizó con la participación de artistas de primer orden; así como, hasta donde supe, el Sindicato de Trabajadores de la UNAM (STUNAM) gestionó el espacio en las islas de Ciudad Universitaria, donde verdaderamente se globalizó la organización del movimiento y se constituyó en un megáfono que se escuchó en todo el mundo. Y no obstante ello, el movimiento sí ha generado movimientos u oleadas para otros movimientos; así lo creo. Fue un catalizador de agendas variadas, predominando un tema común: democratización de los medios (aunque entre los participantes se entendieran cosas tan diferentes por este concepto) e indignación contra la imposición televisiva de un candidato.

En otras circunstancias muchos de los actores no podríamos coincidir en casi nada, bajo contextos y referentes culturales diferentes, que sin embargo en una amalgama como la que se logró se pudo transitar hacia un grito conjunto y común de indignación que nos hermanó y que hermanará, en otras y tantas primaveras.

Imagen: verne.elpais
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  1. No solo se protesta en contra del estado, también frente al capital privado. Es y fue muchas cosas, pero sobre todo un contundente grito colectivo en contra de la desinformación mediática de las empresas privadas de comunicación (concesiones del espectro radioeléctrico mexicano).
  2. Los liderazgos son necesarios, pero la colectividad importa aún más. Cuando masificas un movimiento de tal manera que su horizontalidad parece un obstáculo organizativo, encuentras una fortaleza: la no posibilidad de cooptar, desviar o debilitar al movimiento. Como cada asamblea por escuela tenía voceros rotativos (salvo algunas excepciones), y en una plenaria de todas las escuelas se emitía un comunicado que se daba a conocer a la opinión pública, no era posible localizar a una persona o grupo de personas dentro de cientos de estudiantes organizados en asambleas. De ahí que no pudiera ser cooptado o debilitado en las acciones críticas que siguió el movimiento, y en ese intento desesperado se procuró borrar la cobertura que aboyaba la legitimidad de las televisoras, principalmente, y se dirigió la atención a unos cuantos estudiantes que artificialmente hicieron mediáticos a espaldas de lo acordado en las asambleas (así queda constancia en minutas y relatorías).
  3. Los movimientos estudiantiles no son trascendentes solo por el número de muertos o de sangre derramada. He escuchado decir a algunos, y a otros sugerir, que no es relevante porque no tuvo el desenlace trágico de las masacres del 2 de octubre 1968 (Tlatelolco); del 10 de junio de 1971 (Halconazo) o incluso la del 26 y 27 de septiembre de 2014 (Ayotzinapa), herida tan reciente; argumento que además de irresponsable es carente de veracidad: el movimiento culminó con la muerte de una persona (hasta donde sé) y decenas de heridos en la toma de posesión del expresidente Enrique Peña Nieto, a las afueras de la Cámara de Diputados

Aún más, existieron sucesos posteriores que desmotivaron la movilización por el miedo a la represión y la violencia; no obstante ello, el y los movimientos no son y deben ser validados por el nivel de sangre que se corra, sino por la inteligencia de enfrentar la adversidad y vencerla con éxito. Lo que caracteriza a los movimientos -que posteriormente desmovilizados o no-, de los que muchas veces solo recordamos las fechas trágicas, es el grabado indeleble de un “nunca más” en el largo proseguir de la historia, para desembocar en: democracia, libertades, derechos…conquistas que siempre, por supuesto, estarán nuevamente amenazadas, y que por eso debe seguirse dando la pelea que le toca a cada generación, para conquistar sus mejores sueños.

El #YoSoy132, no es una marca, sino un momento histórico que debe ser leído, releído y discutido. Hagámoslo.