Transformando el liderazgo

En los últimos años, hemos sido testigos de un fenómeno inspirador: cada vez más mujeres ocupan altos cargos de gobierno alrededor del mundo. Desde presidentas hasta primeras ministras, alcaldesas y ministras, las mujeres están redefiniendo lo que significa liderar, ofreciendo no solo una nueva perspectiva en la política, sino también una transformación profunda en la manera en que se ejerce el poder. La idea de mujeres en puestos de gobierno ha sido, durante siglos, una rareza. La política tradicionalmente ha sido un terreno dominado por hombres, estructurado en torno a valores y estilos de liderazgo que favorecen la competitividad y la confrontación, dejando de lado la empatía, la cooperación y el cuidado, características que hoy asociamos con un liderazgo más inclusivo y progresista. Sin embargo, con la llegada de mujeres a estos espacios, hemos empezado a ver cambios significativos, no solo en las políticas que implementan, sino también en el ambiente político en sí.

Un ejemplo claro es en nuestro país con Claudia Sheinbaum Pardo que con su llegada al poder es simbólica del liderazgo femenil en crecimiento, ya que se suma a 13 gobernadoras en funciones constitucionales para fin de año, lo que representa más de 50% en el recuento histórico de gobernadoras electas desde la reforma del artículo 34 constitucional en 1953.

Además, estas mujeres no solo están rompiendo el techo de cristal al alcanzar los más altos cargos, sino que también están desafiando estereotipos profundamente arraigados sobre el liderazgo y el poder. Durante mucho tiempo, se ha asociado el éxito político con la agresividad y el control; sin embargo, las mujeres gobernantes han mostrado que el liderazgo puede estar basado en la colaboración, la escucha activa y una toma de decisiones más inclusiva.

Uno de los aspectos más transformadores del liderazgo femenino es su impacto en las generaciones futuras. Cuando niñas y jóvenes ven a mujeres al frente de gobiernos, dirigiendo países o ciudades, se abre un horizonte de posibilidades que antes parecía inalcanzable. La representación importa, y al ver a mujeres en estos roles, se normaliza su presencia en el poder y se reduce la idea de que ciertos trabajos o responsabilidades están reservados solo para los hombres.

Las mujeres gobernantes no solo están ocupando espacios que por mucho tiempo les fueron negados, sino que están transformando la forma en que entendemos y ejercemos el poder. Nos están mostrando que el liderazgo puede ser más justo, inclusivo y orientado al bienestar colectivo. En ellas, encontramos una esperanza renovada para un futuro en el que gobernar signifique servir con humanismo mexicano, y en el que las diferencias de género sean una fortaleza y no una barrera. Es tiempo de que celebremos estos avances, pero también de que sigamos impulsando un cambio cultural y estructural que permita que más mujeres, de todos los contextos, puedan asumir el liderazgo que el mundo necesita y el mayor de todos los éxitos para nuestro país en los siguientes 6 años después de un gran gobierno con una gran política de primero los pobres.