La semana pasada el régimen israelí, en violación de diversas normas internacionales en materia de conflictos armados y derechos humanos, llevó a cabo un ataque que fácilmente podría catalogarse como terrorista, en el cual hizo que rastreadores y equipos de comunicación de miembros de Hezbollah y otras personas en el Líbano explotaran indiscriminadamente durante dos días, asesinando a más de 10 personas, incluida una niña; así como hiriendo a más de 3 mil individuos. No contentos con ello, un día después sucedió una segunda ola de explosiones de dispositivos.
Lo llamativo de la agresión no sólo radica en la violación de normas internacionales que prohíben las trampas explosivas, sino porque la operación detrás implicó el sabotaje o la complicidad de las cadenas de producción y suministro occidental para introducir material explosivo a los dispositivos, así como la interferencia digital para activarlos.
La operación duró dos días y consistió en hacer explotar dos tipos de dispositivos de comunicación usados en el Líbano para evadir la vigilancia y otras capacidades digitales de Israel: en el primer día fueron los rastreadores (también conocidos como beepers), mientras que en el segundo fueron los walkie-talkies los que explotaron. Es probable que ambos dispositivos hayan explotado después de recibir un mensaje electrónico, lo que supone también la alteración del software, así como la introducción de material explosivo en los equipos. En los dos casos esta operación ha arrastrado consigo a empresas occidentales, revelando una posible colusión o el total desinterés de Israel a la suspicacia y mala publicidad que esto le iba generar a la tecnología Occidental.
En lo que corresponde a los rastreadores, tales terminales fueron producidos por la empresa Gold Apollo, una compañía taiwanesa; sin embargo, según su fundador, Hsu Ching-Kuang, la compañía había cedido la licencia de la marca a BAC Consulting, una empresa húngara que reportaba contar con sólo una empleada, por lo que se especuló que tal empresa es en realidad una fachada del Mossad, la agencia de inteligencia de Israel. En el caso de los walkie-talkies, éstos eran de la marca japonesa ICOM, la cual declaró que los productos eran falsificados, ya que no sólo el modelo que explotó dejó de fabricarse desde 2014, sino que éstos solo eran producidos en Japón, ya que no cuentan con intermediarios internacionales.
Todo esto ha generado una serie de preguntas que van desde ¿cómo ha sido posible toda la operación; existió la colusión de terceros países y empresas; desde cuándo se venía planeando y por qué se decidió activar justo en este momento? Además, ¿cómo impacta esto en el equilibrio de fuerzas en el conflicto, la región de Medio Oriente y a los intereses occidentales? Y en lo que corresponde a la materia de este escrito ¿Esto se relaciona con el sistema tecnológico internacional y la ruptura entre China y Estados Unidos? ¿Qué reacciones se podrían esperar después de este ataque y cómo podría afectar a México? Y tal como algunas personas comenzaron a preguntarse y hacer memes en redes ¿Me va a explotar mi celular si hablo mal de Israel?
Hoy en día no es un secreto para nadie que estamos viviendo un desgaste de las capacidades de poder e influencia de Estados Unidos y Occidente frente a China y Rusia; históricamente esta clase de procesos pueden ser pacíficos o bélicos, todo depende del nivel de satisfacción con las condiciones de la transformación. En el caso contemporáneo de Occidente y EUA es evidente que éstos han decidido pasar a la ofensiva para evitar el ascenso de otros países y regiones, alimentando guerras, sabotajes y otras acciones a lo largo y ancho del mundo para golpear los intereses y capacidades orientales, especialmente las de China y Rusia.
En este proceso Occidente está incurriendo en diversos errores en materia de política exterior, tal como transgredir diversos valores que decía defender y que son parte de su razón de ser; destruir sus propias capacidades de dominio al usarlas excesivamente; así como acelerar el proceso de rompimiento y transición de poder hacia oriente.
Esto no solo pasa con la protección a Israel y el genocidio que están cometiendo, lo que está aislando a varios países de Occidente del sentir de la comunidad internacional; sino también con los bloqueos económicos y las sanciones, no sólo contra Rusia, sino contra otros países más, lo que ha alimentado el alejamiento internacional del dólar; ya ni se diga del sector financiero y el bloqueo de países, lo que ha fomentado un movimiento internacional enfocado en construir un sistema financiero alternativo.
Y por supuesto, también está la tecnología y el sistema tecnológico, cuya fractura estructural venía acelerándose desde las prohibiciones tecnológicas hacia China y Rusia, pero que después del ataque tecnológico de Israel al Líbano se profundizará y manifestará en diferentes áreas tales como en: el rompimiento de las cadenas de suministro, el rompimiento de las cadenas de producción, el rompimiento de las cadenas de tránsito comercial y, en general, el rompimiento del sistema tecnológico. Algo de lo cual los chinos y demás competidores están plenamente conscientes, por lo que habría que esperar que en los próximos meses y años la producción y ventas de equipos de comunicación y otras tecnologías de China, Rusia e Irán aumenten, especialmente en la región de Medio Oriente y Asia.
El reordenamiento de las cadenas de producción y suministro vendrá acompañado del aumento en la regulación del Estado a la economía y el comercio, con un énfasis en el sistema tecnológico digital, cuyas empresas han gozado de gran libertad, la suficiente para volverse monopolios, pero cuya naturaleza es bastante estratégica como para dejarlas sin la presencia del Estado. En este proceso las finanzas serán igual de estratégicas y la tecnología jugará un papel central, ya que el nuevo orden financiero paralelo dependerá, entre otras cosas, de nuevos sistemas de pagos, transacciones y seguros; por lo que las estructuras tecnológicas físico-digitales que den soporte y seguridad serán obligatorias en este proceso de desacoplamiento, así como objetos de sabotajes y ataques conforme los sistemas aumenten la ruptura.
Sin embargo, no hay que ser inocentes, ya que la dependencia tecnología de Oriente a Occidente es real y aún continúa; por tanto, por más propaganda al respecto, aún habrá que pasar tiempo para que tal cisma se concrete. Y dado el nivel de interdependencia entre China, Estados Unidos, Europa y Rusia, resulta difícil creer que existirá un sistema completamente divorciado entre regiones, sobre todo si triunfa la sensatez sobre el belicismo occidental; entonces, la pregunta es ¿cómo sería el sistema tecnológico resultado del rompimiento?
A modo de conclusión, es evidente que hay y habrá una ruptura del sistema tecnológico internacional entre Occidente y Oriente, impulsada principalmente por Estados Unidos y China. El tema ahora es pensar qué tan profundo será, qué riesgos y peligros pueden aparecer; así como qué áreas de oportunidad y construcción habrá, especialmente para un país como México, el cual tiene una posición sistémica privilegiada, pero cuya capacidad digital industrial y tecnológica aún es un gran pendiente. El gran reto para México será navegar entre esta ruptura sistémica y no tomar partido completamente por Estados Unidos, menos aún si no somos vistos desde una posición de igualdad y no se tomen pasos mutuos para la transferencia tecnológica y hacer de México un país productor de tecnologías propias.
El problema que tendrá México será negociar frente a Estados Unidos mejores condiciones mientras que, a su vez, no sólo se evite la profundización de la dependencia, sino que se mejoren las condiciones tecnológicas mexicanas frente al sistema tecnológico internacional, lo que no sólo requiere de una ardua labor político-diplomática, sino también de una serie de políticas y otras medidas para mejorar las condiciones tecnológico-sociales del país.