Retomando las labores legislativas tras un receso, el Senado de la República ha llevado a cabo una trascendental elección para designar a una nueva presidenta de su Mesa Directiva. En medio de la coyuntura de una disputa democrática interna que atraviesa Morena, es de notar que la unidad ha prevalecido durante el proceso de sucesión del senador Alejandro Armenta, quien ocupó la presidencia el año pasado. En este contexto, es un motivo de profundo orgullo para mí formar parte de este proceso de deliberación democrática, en el cual mi Grupo Parlamentario ha demostrado la solidez estratégica y la astucia política requeridas en esta era de Transformación.
La elección de la Senadora Ana Lilia Rivera como presidenta de la Cámara Alta para la etapa final de este sexenio es un acontecimiento que no puedo pasar por alto. Me complace sobremanera este logro, y permíteme expresar que, además de mi relación profesional con la Senadora Ana Lilia, existe un aprecio personal que se ha desarrollado a lo largo del tiempo. Su perfil, que engloba las habilidades legislativas, la experiencia política y la sólida trayectoria necesarias para ejercer este cargo, es enriquecido por su inquebrantable integridad y su carácter ejemplar.
La nueva presidenta de la Mesa Directiva contará con mi respaldo absoluto, y estoy seguro de que esta postura será compartida por todas las Senadoras y Senadores de Morena, el PT y el PVEM, quienes formamos parte de la coalición Juntos Hacemos Historia. Es importante mencionar que, sin importar la afiliación política, el principio de una oposición vigorosa y sujeta a las normativas será garantizado bajo su liderazgo. No abrigo ninguna duda de que el Senado operará bajo su dirección con el más alto estándar de profesionalismo y eficiencia.
Además de velar por la legalidad y la integridad de los debates legislativos, que, como bien sabemos, pueden ser campos de fricción y confrontación en la democracia mexicana, confío en que Ana Lilia fomentará la cohesión y la cooperación entre los tres Poderes de la Unión. El diálogo con todas las fuerzas políticas, los diferentes niveles gubernamentales y los actores sociales será una prioridad, pero su real valía radicará en la materialización de resultados concretos en beneficio de los ciudadanos mexicanos.
No puedo pasar por alto la madurez política que Morena demostró durante su reunión plenaria el 31 de agosto. En un contexto en el que el país está inmerso en una lucha por la sucesión y, por ende, por el poder, nuestro partido y Grupo Parlamentario han mostrado habilidad al construir una propuesta de consenso respaldada por todos los miembros. Este respaldo unánime brinda a Ana Lilia una posición fortalecida al asumir este nuevo papel en una coyuntura crucial para nuestra nación.
Desearía extender mis felicitaciones a cada uno de los integrantes de mi Grupo Parlamentario. Y, con un matiz de cercanía y afecto, que sin duda caracteriza nuestra relación, felicito sinceramente a la nueva presidenta de la Mesa Directiva de nuestro Senado. Estoy seguro de que su madurez política, experiencia, trayectoria, devoción al servicio público y su histórico compromiso con los más desfavorecidos de México se harán valer en esta misión que ha asumido, abordándola con la pasión y la tenacidad que la caracterizan.