¿Por qué marchamos este 27N?

Sin protocolo de seguridad, sin estado mayor presidencial y sin un arsenal de escoltas que detuvieran el paso a los miles de simpatizantes que nos dimos cita este domingo desde las 9 am en la Ciudad de México, marchamos a lado del presidente de la república, quien pasó de ser un activista a favor de los pueblos indígenas y de los grupos más desfavorecidos del país, a ser quien concentra el mayor poder político y moral en la esfera más alta de la administración pública federal.

No descansó ni un minuto tras haber caminado durante 6 horas, cuando Andrés Manuel comenzó su discurso e informe con una cita de José Martí, revolucionario cubano que logró la independencia de Cuba tras el bloque económico del imperialismo yanqui: Amor con amor se paga.

Ingenuamente muchas personas se preguntaron (y nos cuestionaron) si la marcha de ayer fue para aliviar un ego herido después de que los sectores más privilegiados de México convocaran a una marcha hace dos semanas para defender un régimen lleno de corrupción electoral el cual, según ellos y sus mal informantes, va a desaparecer. La respuesta es no. Lo que hace un par de meses fue descubierto por la derecha más radical y conservadora del país, es una de las estrategias que ha favorecido a la clase obrera para luchar por los derechos que desde la izquierda se han ganado, y es que sólo a través de la organización se han derrocado a los sistemas de dominación económica y política que, a través de empresarios como Claudio X. González, explotaban a sus trabajadores negándoles derechos básicos como prestaciones laborales, seguridad social, jornadas de 8 horas diarias más vacaciones y salarios dignos. 

Marchamos por fortalecer una izquierda antifascista, y aunque nadie lo exprese así por ahora, la movilización histórica que se llevó a cabo el día domingo de la mano de Andrés Manuel López Obrador, obedece a los intereses comunes de los más de 30 millones de personas que votamos por él en 2018 y que aspiramos a que no regrese el PRI al poder, marchamos porque no regrese el PAN al poder, ni de la mano de Anaya, ni de Alito, ni de ningún otro político que hasta ahora no ha dejado de sorprender por su amplio historial de corrupción y de descaro frente al despilfarro presupuestal que llenaba el bolsillo de los más allegados a poder. 

Marchamos porque nuestros impuestos no sigan sosteniendo los gustos de los altos funcionarios que deberían velar por la democracia en el país, más no por defender sus salarios que resultan un insulto para los más de 50 millones de mexicanos que, si no fuera por los programas sociales del gobierno, que son una necesidad más no una concesión del estado, seguirían viviendo en la más extrema pobreza, sin que nadie los volteara a ver.

Los señalamientos de la derecha y de quienes no asumen ninguna postura política frente a este momento histórico, no son más que el síntoma de una educación que intentó despolitizar a todas y todos los mexicanos, que intentaron homogeneizar la forma en cómo se enseña la historia de nuestro país y de cómo se piensa el poder. 

Andrés Manuel López Obrador seguirá sumando a la causa política y moral del país, aunque el privilegio de las minorías resulte más importante para algunos, que el interés y el bienestar colectivo. Pero ahí estaremos nosotras y nosotros, organizándonos para no volver a escuchar una verdad histórica que nos enoja y nos llena de rabia coraje. Ahí estaremos para construir el humanismo mexicano que por hoy necesitamos.