Los nuevos libros de texto gratuitos de la Secretaría de Educación Pública (SEP) han activado las fobias de todo el espectro de la derecha mexicana, desde los eternos reclamos moralistas de la Unión Nacional de Padres de Familia por la educación sexual y progresista, hasta el anticomunismo de la clase empresarial mexicana basado en sus muy particulares heridas del siglo pasado.
Más allá del caricaturesca campaña del anticomunismo de Tv Azteca y Salinas Pliego, tenemos a una clase empresarial, particularmente la de Monterrey, a la que no le basta con haber sido uno de los principales impulsores de la Guerra Sucia contra los movimientos de izquierda del siglo pasado, en la que el Estado mexicano desapareció a más de 550 personas –de acuerdo con cifras del Comité Eureka–, sino que tiene que revictimizar a los movimientos guerrilleros una y otra vez para que, en la historia oficial, no pueda haber otra interpretación que la suya.
Al Consejo Coordinación Empresarial (CCE) y al diario Reforma, propiedad de Alejandro Junco de la Vega, les irritó profundamente el material de los nuevos libros de texto que, según ellos, hace apología a la violencia de las guerrillas, lo cual es abiertamente falso.
El diario Reforma tituló su portada del 9 de agosto “Enaltece libro de SEP secuestro y guerrillas”, mientras el CCE acusó que “promueve la sin razón a la violencia, el encono, la animadversión en contra de empresas y empresarios”; pero el material nunca apunta hacia esa dirección.
El material en cuestión es el “Libro sin recetas para el maestro y maestra”, fase seis, para docentes de nivel secundaria. En la introducción se cuenta la historia del magisterio, destacando los movimientos sociales en los que las y los maestros han estado involucrados en el país, como los encabezados por Genaro Vázquez, Lucio Cabañas, Arturo Gamio y guerrillas donde participaron profesores, como la Liga Comunista 23 de Septiembre.
El fragmento que irritó a los empresarios es el que refiere a la muerte del empresario Eugenio Garza Sada, quien fue secuestrado por miembros de la Liga. El libro destaca que el secuestro como estrategia de estos grupos armados fue un error, no hizo que se lograra victoria alguna y muestra que endureció las posturas de Echeverría contra las guerrillas. En ningún momento “enaltece” la violencia revolucionaria, como dice Reforma, ni “promueve la animadversión contra empresas y empresarios”, como destaca el CCE. De hecho, todo lo contrario, el libro reconoce que esa estrategia fue errónea.
“El secuestro como arma político-militar no fue una estrategia en donde la LC23S [Liga Comunista 23 de Septiembre] lograra alguna victoria. El primero de sus descalabros ocurrió el lunes 17 de septiembre de 1973 al intentar retener en Monterrey a Eugenio Garza Sada, ícono y leyenda del empresariado mexicano, en cuya acción perdieron la vida el empresario, su chofer y dos elementos del comando guerrillero. La confrontación entre la iniciativa privada y el gobierno de Luis Echeverría, que ya traía su propia saga, se vio alimentada con mayor énfasis a partir de este evento” (p. 21-22).
Un par de páginas más adelante se vuelve a mencionar el asunto de secuestro en la Liga: “Pese al deseo por alcanzar los anhelos robados, la última acción trascendente de la LC23S trajo como colofón el desatino histórico para llevar a cabo algún secuestro” (p. 24).
¿En qué momento de este fragmento, que tanto irritó al CCE y al diario Reforma, se “enaltece” la acción de las guerrillas o se “promueve la animadversión” hacia empresarios? Claramente el texto menciona que fue un “desatino” histórico, que no se obtuvo ninguna victoria y radicalizó las posiciones del gobierno de Echeverría. Una interpretación histórica que evita los juicios de valor y hace una valoración de esta estrategia político-militar de las guerrillas mexicanas.
Pero para los empresarios mexicanos esta interpretación de lo ocurrido con los movimientos guerrilleros es inadmisible. Para ellos, cualquier matiz o intento de comprensión de las motivaciones de la guerrilla es un insulto y debe reiterarse, las veces que sea necesario, que se trataba de delincuentes y asesinos sin considerar el contexto histórico y la cerrazón del sistema político mexicano del siglo pasado. Esa es la visión de la historia que las cámaras empresariales han impulsado por décadas y que desean que continúen en los libros de texto para maestros y alumnos.
Para la clase empresarial mexicana, cualquier versión histórica que no destaque la vida de San Eugenio Garza Sada y continúe promoviendo su eterna figura de mártir debe ser descartada y condenada. El próximo 17 de septiembre se cumplen 50 años del asesinado de Garza Sada, podría ser una buena oportunidad para que revisen su lectura de los hechos ocurridos hace medio siglo.
Lo que los empresarios no entienden es que ellos no fueron las víctimas de la Guerra Sucia, al contrario, fueron parte del bloque de poder que contribuyó –al menos, discursivamente– a la desaparición, tortura y asesinato de cientos de jóvenes.
Vergüenza debería darle a la clase empresarial mexicana recordar su papel en la Guerra Sucia y deberían ser los primeros en sumarse al ejercicio de memoria histórica que está impulsando el Estado mexicano, en la que reconoce su responsabilidad en los crímenes cometidos en el periodo de la Guerra Sucia.
El CCE y Reforma deberían pedir disculpas a la sociedad mexicana por su papel como grupo de presión para que se reprimieran a los movimientos populares y por haber justificado por décadas su criminalización, en vez de estar firmando comunicados trasnochados y creando titulares que difunden noticias falsas.