El cine de animación japonés es un género que a veces me cuesta trabajo, y es que, a pesar de sentirme casi presa y adicta a la gran cantidad de información que consumo en redes sociales, aún así, me abruma recibir de manera continuada, un cúmulo de elementos que me orillan a la angustia por mi imposibilidad de entender el subtexto de cada uno, y siento que estoy perdiéndome de algo realmente significativo en la película.
Con el filme La princesa Mononoke no sentí tanta angustia pese a la serie de elementos mitológicos y espirituales que se hacen presentes a lo largo de la obra. Y es que la aventura de Ashitaka resulta clara desde el principio de la historia: tras matar a un jabalí necesita ir a buscar la salvación, pues una anciana le ha dicho que el trozo de metal que apareció en su brazo es el génesis del odio, así que debe ir a buscar al Espíritu del bosque para terminar con esta maldición y salvar su vida.
En el desarrollo de la historia, Ashitaka y el espectador descubrimos que el camino, como la vida, no es lineal. Se va a encontrar entonces a dos mujeres: Lady Eboshi y San (o la princesa Mononoke) quienes encarnan un dilema por demás actual.
Mientras que Lady Eboshi es la representación de una sociedad moderna, la cual está de acuerdo con la tala de madera y a favor de que la economía social se vea beneficiada al convertir la madera en una empresa de hierro, San representa a la naturaleza y el cuidado de los animales.
A pesar de que los matices resultan opuestos, se muestran ambas posturas con sus bemoles. Y con esto quiere decir que la caracterización de las figuras femeninas es una construcción compleja de contradicciones.
En el caso de Lady Eboshi muestra que, por un lado, ha promovido los derechos de las mujeres dándoles un trabajo digno y por otro, no le importa que para este fin la naturaleza se vea afectada.
Mientras que el lado B de la princesa Mononoke es que ella muestra una empatía casi nula con los seres humanos y demasiada cercanía con los animales, quienes también pelean entre ellos.
Otra cosa que no les conté de la película es que la motivación del protagonista es salvar su propia vida, pero no es esto lo que hace avanzar el largometraje, sino que un segundo giro: al conocer a la princesa Mononoke, Ashitaka enfoca sus esfuerzos en protegerla y librarla de la muerte. Entonces, la salvación de Ashitaka no se trata ya de salvar su propia vida, sino de salvar el amor.
Como muchos filmes de animación nipona, Hayao Miyazaki reafirma en su película muchos elementos mitológicos, espirituales y hasta sobrenaturales. Sin duda, vale la pena esta película porque nos muestra una visión que va más allá del bien y del mal, exhibe las contradicciones de los seres humanos cuando entran en contacto con la naturaleza.