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  • 03 Mar 2023
  • 11:03
  • SPR Informa 6 min

La marcha de los caminantes blancos (de rosa whitexicano) 

La marcha de los caminantes blancos (de rosa whitexicano) 

Por Uziel Medina Mejorada

Como venidos desde más allá del muro, como si hubiesen despertado de un letargo de varias décadas bajo tierra, los caminantes blancos hicieron su aparición en el corazón de la capital mexicana en un éxodo del confort para alcanzar la tierra prometido de ¿La democracia? Y es que la mayoría de los que hoy pintan algunas plazas de rosa whitexicano, en otro tiempo nada lejano fueron los mismos que llamaban revoltosos a los movimientos sociales que se levantaron contra las opresiones de los des-gobiernos neoliberales, esos que hace unos escasos ayeres predicaban el evangelio de “el cambio está en uno mismo”.

A diferencia de las propuestas de pantalla, el apocalipsis zombie dista mucho de ser la reanimación de muertos mordiendo e infectando a los vivos hasta convertirlos en zombies, o bueno, quizá sí, digamos algo parecido; es decir, no con el terror grotesco que se ha retratado, más bien, algo aún más horroroso: la apariencia normal y hasta sofisticada, pero muerta por dentro. Y es que la dengosa manifestación del aspiracionismo conservador se revela ante el país como la congregación de un demográfico muerto en vida, muerto en su espíritu, muerto en la autoconciencia, muerto a lo cierto, como un retrato propio de la caverna platónica, ajenos a la realidad y aferrados al oscurantismo; como el que se levanta en cuerpo del sepulcro, pero deja la psique resguardada en el ataúd.       

La zombificación no ha resultado nada espectacular, pero se percibe aún más peligrosa que un montón de cadáveres animados, pues es más bien la propagación virulenta de la confusión y la mentira cual si fuera verdad y verdad absoluta, es la enfermedad de la necedad y la arrogancia, una infección cuyo huésped es incapaz de reconocer. Mientras más se propaga la infección, el enfermo está más convencido de tener la razón que no le asiste. Este destemple ha sido reconocido muy recientemente por la Organización Mundial de la Salud, una afección pandémica que fue identificada a la par de la mortífera Covid-19, y de hecho resultó prácticamente igual de mortífera, pues, aunque resulta intangible y no afecta directamente a los órganos vitales, sí resultó capaz de empujar a miles hacia la muerte por la negligencia y la sandez que produce. La OMS la ha nombrado infodemia.

La infodemia resulta de la intoxicación a partir del exceso de información sobre un tema concreto que ha sido falsificada o sacada de contexto y se considera una transgresión ética que propicia el miedo en la sociedad. Es justamente eso lo que ha provocado el virus de la mentira que propaga el conservadurismo, en este caso concreto alrededor de la necesidad de una reforma profunda a las instituciones electorales, propagando entre uno de los segmentos de la clase media toda clase de desinformación que ha provocado una fobia desmedida al obradorismo, expresa en las más chabacanas consignas que a todo espectador pensante lo llevan desde las risas hasta la angustia por tan aparatosos signos de involución. 

La marcha de los caminantes blancos destaca por ciertos aspectos que en los días postreros causaran bastante aflicción a los historiadores y sociólogos, por ejemplo:

El desagravioa la figura de Genaro García Luna, pues no faltaron entre los caminantes blancos (blanquiazules para ser más específicos) quienes se dieron a la tarea de arrancar los carteles que circundaban el Zócalo, y aun la gran manta donde se exponía la criminalidad del superpolicía de la docena trágica, además de denunciar la participación de Acción Nacional en el empoderamiento de aquel desalmado que desató la violencia que a la fecha lastima al país, mientras era llamado “sacerdote cívico” por el calderonato.   

El clasismo, la marca del conservadurismo. Destacarse como la gente que “sí trabaja”, la que “sí estudia”, los que “aspiran a progresar”, la “gente bien”. Como si la clase trabajadora, el proletariado que llevó a López Obrador a la presidencia no trabajara, o no estudiara, o no luchara contracorriente para poder progresar en un sistema socioeconómico diseñado para que solo los privilegiados alcancen calidad de vida, mientras la mayoría de la gente sobrevive con lo mínimo. Como si salir a las calles fuera un enorme esfuerzo al verse obligados a dejar sus privilegiadas vidas domingueras. Son los que presumen que sí pagan impuestos, como si el IVA fuera un tributo demandado exclusivamente a ese intento de raza aria whitexican. Son esos pseudo patriotas que en algún momento del espacio-tiempo realizaron la apoteótica labor de ser funcionarios de casilla, algo que según ellos no es apto para personas que solo cursaron la primaria.   

Los acarreados. Gente que, al ser entrevistada, entre risas de frustración confesaron haber sido obligados por ser trabajadores de algún gobierno local, trabajadoras domésticas en el rol de damas de compañía y el clásico prestador de su tiempo a cambio de un billete y un refrigerio. Todos rostros de la explotación de quienes se dicen guardianes de la democracia pero que hurtan hasta el más pequeño rasgo democrático que es la decisión de acompañar o no acompañar una manifestación en libre convicción.  

El fantasma del comunismo. Ya se ha vuelto tradición el emancipador discurso contra la “dictadura” “comunista” “castrochavista” “empobrecedora” de “López”, obediente a la “agenda masónica” del Foro de Sao Paulo. Serán totalmente ignorantes de las definiciones de lo que acusan ser el actual gobierno, pero mientras se pueda invocar la xenofobia contra Cuba y Venezuela, así como recurrir a la infodemia made in guerra fría, resulta bastante útil para hacerse pasar por demócratas, no importa si el actual régimen mantiene una economía de libre mercado, que es todo lo opuesto a lo que denuncian.

El anticristo. Y es que no faltan los extraviados en el tiempo que se han metido la idea de que la cuarta transformación quiere destruir el catolicismo, y a grito de “viva Cristo Rey” están dispuestos a “impedir la reelección” del “chamán” “masónico” “brujo” “anticristiano” que vive en Palacio Nacional, no importa si el Presidente honra todas las mañanas el legado antirreeleccionista de Madero, cita al Papa Francisco I y exalta la doctrina del Maestro Jesucristo cada que habla de justicia social.  

El involuntario apoyo a la reforma electoral. Sí, este es quizá el elemento más paradójico y tragicómico, pues mientras se realizaba la marcha para evitar que “López destruya la democracia”, resulta que las consignas de los más sinceros en realidad van en favor de la reforma profunda que se ha propuesto, no solo del Plan B. Al ser entrevistados sobre su posición respecto a acabar con el oneroso financiamiento a los partidos políticos, poner límites a la burocracia dorada del INE, someter a elección popular a Consejeros y Magistrados Electorales, transparentar los finiquitos, abaratar los procesos electorales, impulsar consultas ciudadanas, la no reelección, reducir plurinominales, entre otras, manifestaron estar a favor. En otras palabras, no tenían idea del motivo de la marcha.   

Si acaso, los que tienen más claridad de su “lucha” contra las reformas del Presidente son las milicias partidistas que se hicieron presentes bajo la consigna de una movilización “apartidista”. Esos delincuentes electorales confesos que hace pocos años atrás recurrieron a la persecución política y el fraude electoral para frenar a Andrés Manuel López Obrador, y uno que otro advenedizo que prefirió traicionar al movimiento que impulsó la transformación de la vida pública; estos son:

El panismo, que descaradamente manipuló las instituciones para descarrilar al actual Presidente, como Vicente Fox quien ahora reconoce su arrepentimiento por no consumar el desafuero, o el autoexiliado Felipe Calderón quien legitimó su fraude en televisión con un “haiga sido como haiga sido”. En la grey blanquiazul se hicieron notar aquellos que compartieron gabinete con el condenado narcopolicía Genaro García Luna y el prófugo Von del cártel inmobiliario; unas fichitas. 

El priísmo gangsteril que se sostuvo en el poder enviando al Mictlán a propios y extraños que se atrevieron a desafiar al sistema. Ese partido que esconde en el armario miles de muertos que se alzaron contra la opresión del priato: sindicalistas, estudiantes, maestros rurales, militantes de oposición y hasta candidatos de sus filas. Además, personajes que lo mismo hacen fraude en una elección a una gubernatura que en un maratón (Roberto Madrazo) o la millonaria damnificada por el cierre de operaciones del chayoterismo peñista (Beatriz Pagés).   

Y el perredismo arrimado que sufrió las injusticias del PRIAN y ahora pisotea la sangre de quienes lucharon antes que ellos y aún entre ellos para conquistar un verdadero régimen democrático; ese que siempre se hace presente, aunque no se le tome en cuenta, ese que resuelve sus contiendas internas a sillazos, ese que se convirtió en un pequeño feudo de un par de tocayos cada vez más insignificantes dentro y fuera de su amorfe alianza. 

Y a todo esto ¿En qué consiste la democracia whitexican? Básicamente en impedir que los gobiernos emanados de las bases sociales no tengan derecho de réplica por más que sean blanco de ataques mediáticos orquestados desde ciertos grupos de intereses creados, mientras que sus des-gobiernos logrados por medio del tráfico de influencias y el fraude electoral hicieron uso ilegítimo de la fuerza para inhibir cualquier atisbo de reclamo popular en las calles. No hace falta teorizarlo, la historia da cuenta de ello. 

Con todo y los remedos del conservadurismo fantoche, aquel oscuro pasado es tan reciente que aún se puede escuchar el eco en el viento de aquel furioso cantar popular que rezaba ¡Esos son, esos son los que chin..n la nación!