Recientemente, han finalizado las precampañas marcando el inicio de un nuevo capítulo en el escenario electoral en México: el periodo de intercampañas. En esta fase, los partidos políticos se ven limitados en su capacidad para hacer propaganda específica de un aspirante a la contienda electoral próxima, realizar llamados directos al voto o eventos públicos. En cambio, el enfoque se desplaza hacia la reorganización interna y la difusión de mensajes publicitarios de índole informativa.
Durante las intercampañas, la propaganda política adquiere una nueva dimensión, buscando presentar no solo a los candidatos internos de cada partido, sino también la esencia misma de la ideología, principios, valores y programas que estos respaldan, por lo que esta etapa se convierte en un espacio donde se pretende resolver problemas internos y diferencias, dando forma a las próximas narrativas políticas que resonarán en la mente de los ciudadanos.
En este contexto, el análisis se torna crucial, pues resulta especialmente interesante observar cómo cada partido aborda la tarea de posicionar sus ideas de manera efectiva sin apelar directamente al electorado, por lo que este periodo, aparentemente tranquilo, se convierte en una oportunidad para evaluar con detalle, no solo la maquinaria política con la que cuenta cada movimiento, sino también la capacidad estratégica de cada uno de los contendientes para hacer alianzas y mantenerse relevantes en una coyuntura política donde la propaganda debe tomar formas más sutiles y estratégicas.
Sin embargo, a pesar de que los candidatos mantengan cierto nivel de visibilidad siempre y cuando acaten las reglas electorales, enfrentar la competencia inminente con Claudia Sheinbaum, quien lidera con una cómoda ventaja de entre el 20% y 25% en las encuestas, proyecta una sombra imponente sobre el horizonte político que se avecina, ya que alcanzarla parecer ser una tarea insuperable para los demás contendientes, entre los cuales se encuentran Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Maynez.
Xóchitl Gálvez, por su parte, exhibe un desgaste palpable en su figura, agravado por diversas crisis en los partidos políticos que respaldan su candidatura. El PRI enfrenta acusaciones de corrupción de la más obscena índole y una percepción generalizada de agandalle en la coalición. En el PAN, la incompetencia de Marko Cortés agrega un peso adicional a la candidatura por sus incontables imprudencias, mientras que el PRD parece ser un lastre destinado a desaparecer, en un pronóstico que cobra fuerza en este 2024 de elecciones.
En contraste, al Frente Amplio por México destaca el avance experimentado por Movimiento Ciudadano, que, de manera independiente y a pesar del descalabro de la fallida candidatura de Samuel García, el partido parece estar abandonando su papel de partido rémora para ascender a la categoría de partido mediano, el cual, si lograra obtener un impulso notable, existe la posibilidad de que, en un futuro cercano, logren incluso arrebatarle el tercer lugar electoral al PRI en cuanto a número duros se refiere.
Este progreso se refleja en la capacidad del partido para alcanzar un porcentaje que puede llegar a ser cercano a las dos cifras, especialmente bajo el liderazgo de su candidato, Alvarez Maynez, quien irónicamente representa un reciclaje político de este mismo partido (El PRI).
Además de enfrentarse a la tarea casi imposible de alcanzar a Claudia en las preferencias, los partidos de oposición deben lidiar con sus peores enemigos, que resultan ser ellos mismos.
Por un lado, El Frente Amplio por México, liderado por Xóchitl y conformado por el PRI, el PAN y el PRD, arrastra la sombra de su característica corrupción, sumado a un arraigado descrédito social gestado a lo largo de años de saqueo neoliberal y malos gobiernos.
En contraste, Movimiento Ciudadano enfrenta el desafío de entender de una vez por todas que las redes sociales y el mundo fáctico son dos realidades distintas. Superar la superficialidad de su mensaje político es esencial, ya que liderar un país es una responsabilidad seria que no debe ser tomada a la ligera.
Además, el partido naranja no puede depender únicamente de likes; necesita votos. Por ello, su narrativa, que parece distanciarse de la realidad política para acercarse a la publicidad virtual, debe ser reformulada en busca de la verdadera superación de México, en lugar de buscar simplemente aumentar la popularidad de influencers sin evidente vocación por el servicio público.
Este periodo debe ser visto como la antesala de un proceso electoral sin precedentes, ya que se vislumbra como la elección más grande en la historia de México. Para los contendientes, la clave radicará en superar sus contradicciones y las evidentes limitaciones actuales.
Finalmente, el periodo de intercampañas no sólo revela un panorama político complejo y dinámico, sino que también resalta la apremiante necesidad de que los partidos de oposición emprendan una profunda introspección, la cual ha llegado con amplio retraso. Esta introspección se vuelve imperativa para redefinir estrategias y construir narrativas políticas auténticas, convirtiéndose así en una tarea ineludible de cara al próximo escenario electoral.