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  • hace 3 días
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Jimmy Carter, Los Contrastes con el Trumpismo

Jimmy Carter, Los Contrastes con el Trumpismo

Por Jenaro Villamil Rodríguez

La muerte a sus cien años de Jimmy Carter, el ex presidente norteamericano más longevo y apreciado por todas las fuerzas políticas, obliga a una reflexión amplia de su legado frente al abierto contraste con el trumpismo y la ola de la “nueva derecha” que emergió con Ronald Reagan en la década de los ochenta.

A casi cinco décadas de su legado de 1977 a 1981, el gobierno de Carter adquiere mayor importancia por algo que él mismo destacó en una entrevista hace algunos años: “mantuvimos a nuestro país en paz. Nunca fuimos a la guerra. Nunca lanzamos una bala. Le llevamos la paz a otros países como Egipto e Israel”, afirmó en clara referencia a los acuerdos de Campo David que en 1978 representaron un parteaguas. El reconocimiento de Egipto al Estado de Israel estuvo acompañado de un reconocimiento también al Estado Palestino que debía establecerse en los territorios de Gaza y Cisjordania. Algo que el actual gobierno de Benjamin Netanyahu ha dinamitado, con el abierto apoyo de Trump y del actual gobierno de Joe Biden.

Este es el primer gran contraste entre la herencia de Carter y lo que se espera en el segundo mandato trumpiano: mientras Jimmy Carter como presidente buscó eliminar el “trauma de Vietnam” y evitó a toda cosa involucrar a sus conciudadanos en conflictos bélicos como los de Medio Oriente o los de Centroamérica (durante el periodo de Carter triunfó la revolución nicaragüense y también la revolución islámica en Irán), con el trumpismo se espera una diplomacia agresiva para defender la idea de que “Estados Unidos es primero”.

La diplomacia de Carter fue de distensión global. Firmó con la Unión Soviética un acuerdo para limitar la producción de armas estratégicas, algo que se tiró por la borda con la carrera armamentista en el espacio (la famosa “Guerra de las Galaxias” de Ronald Reagan) que terminó por hundir a la economía soviética empantanada en la invasión a Afganistán y le dio una victoria pírrica a Estados Unidos tras el fin de la “guerra fría”. Con el gobierno entrante de Deng Xiaoping, Carter operó un acercamiento con China y firmó el primer acuerdo de cooperación científica y tecnolígica (STA), el primer convenio fundamental entre la entonces incipiente potencia económica asiática y Estados Unidos. 

El otro contraste ha aflorado de manera natural: el Canal de Panamá, tras las recientes declaraciones de Trump que pretende retomar el control de esta ruta interoceánica si no se mejoran las condiciones para los barcos norteamericanos. Gracias a la intensa diplomacia de los años setenta, Carter firmó en 1977 con el general Omar Torrijos los tratados que le devolvieron de manera gradual el control del canal a la nación centroamericana. Los tratados consistieron en una serie de medidas para que el último día de diciembre de 1999, Estados Unidos desmantelara las 14 bases militares que estaban en el Canal y la administración quedara en manos de los panameños. Incluso, el gobierno de George Bush padre trató de desconocer estos tratados con aquella invasión a Panamá durante el gobierno del general Manuel Antonio Noriega, acusado de estar vinculado con el narcotráfico. La invasión norteamericana de diciembre de 1989 al 31 de enero de 1990, denominada “Operación Causa Justa”, culminó con la defenestración de Noriega, pero también con un renacimiento del nacionalismo panameño que perdura hasta nuestros días.

Los tratados Torrijos-Carter representaron una fuerte distensión entre los gobiernos progresistas y de izquierda en América Latina y Washington. El gobierno de Carter respetó la victoria de los sandinistas y no intervino para defender a la dictadura del general Somoza en Nicaragua. Operó un acercamiento gradual con la Cuba del régimen de Fidel Castro que revivió la esperanza de un reconocimiento de Washington a la revolución castrista. Carter suspendió el apoyo a las dictaduras militares del Cono Sur (Chile, Argentina, Uruguay y Brasil) y presionó para el respeto a los derechos humanos de los disidentes y presos políticos.

El mayor contraste entre el gobierno de Carter y el modelo de Trump es, sin duda, la política migratoria. Carter afirmó en mayo de 1980, tras el éxodo de 125 mil cubanos de las costas de Mariel hacia el sur de Florida que Estados Unidos “continuará ofreciendo el corazón y los brazos abiertos a los refugiados que buscan la libertad”. 

Carter fue el primer presidente norteamericano en recibir un apoyo abrumador de los votantes de origen latinoamericano: tuvo el 81 por ciento del voto latino a nivel nacional. Tan sólo en Texas obtuvo el 86 por ciento del apoyo de los migrantes de origen mexicano. En 1976 la población de origen latino en Estados Unidos representaba apenas el 6.5 por ciento (14.6 millones) de la población total y no el 20 por ciento actual.  Carter nombró a Leonel J. Castillo, el primer latino en un cargo federal, como comisionado del Servicio de Inmigración y Naturalización. También nombró a la primera mujer de origen latino, Graciela Olivarez, como directora de la Administración de Servicios Comunitarios, y a Esteban Torres como representante de Estados Unidos ante la UNESCO.

Carter presentó un plan de reforma migratoria que incluyó la regularización del estatus de indocumentados y que muchos consideraron el “borrador” de la amnistía que finalmente pasaría en 1986 con su sucesor, el republicano Ronald Reagan.

La presidencia de Carter y toda su labor posterior como ex presidente y promotor de los derechos humanos representaron un claro contraste con los mensajes de odio racial y de segregación que han dominado a la política norteamericana en los últimos 8 años. No en balde, el primer presidente norteamericano de origen afroamericano, Barack Obama, afirmó que Carter “nos enseñó a todos lo que significa vivir una vida de gracia, dignidad, justicia y servicio”.

La derrota electoral de Carter en 1981 tuvo más relación con la crisis económica interna, derivada de la crisis de los precios en los energéticos, y la intensa cobertura mediática a la crisis de los 52 rehenes norteamericanos en la embajada de Estados Unidos en Teherán, que marcó el inicio de las tensiones insalvables hasta ahora entre Washington y el gobierno islámico de Irán.

Pese a todo, Carter fue el primer presidente de Estados Unidos que alertó sobre la crisis del cambio climático y exhortó a buscar energías alternativas, algo que, como todos saben, Donald Trump y sus simpatizantes han minimizado hasta el extremo de negar la existencia misma del efecto invernadero.