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  • 18 Jan 2024
  • 10:01
  • SPR Informa 6 min

Hacia un ciberespacio mexicano

Hacia un ciberespacio mexicano

Por Ernesto Ángeles .

Hoy en día, tras una serie de acontecimientos como el aumento de los precios de hidrocarburos por el conflicto Rusia-Ucrania, el congelamiento de las infraestructuras y hogares en Texas o la desindustrialización de Alemania y parte de Europa, es evidente que la posición soberanista del presidente Andrés Manuel López Obrador en materia energética ha sido un gran acierto. Y es que la base de la sociedad actual es la energía, somos una especie que consume intensivamente recursos energéticos y casi toda actividad humana requiere de alguna fuente de energía y se edifica sobre ésta.

Sin embargo, conforme la tecnología y los procesos productivos han avanzado y se han complejizado, la energía no es la única base sobre la que se estructura la actividad humana, sino que se ha añadido una nueva capa: el sistema digital. Dicho sistema, compuesto principalmente por tecnologías de procesamiento, transmisión, control y orden de datos e información (como las telecomunicaciones, la computación y, más recientemente, la inteligencia artificial), se ha vuelto prioritario en la actualidad, intermediando buena parte de las actividades humanas; en este proceso se ha transitado de una dependencia de la tecnología electrónica-análoga a una dependencia de la tecnología electrónico-digital. Ahora no sólo es necesario procurar fuentes constantes de energía, sino también estructuras y procesos digitales, cuya alma radica en el algoritmo y toda construcción lógico-digital asociada. Es tal la importancia del sistema digital, que hasta es reconocida por la ONU, la cual cataloga el acceso a internet como un derecho humano fundamental en pleno siglo XXI. 

Entonces, si el sistema digital se ha vuelto imprescindible para el funcionamiento de la vida moderna, ¿por qué es tan poco común que se hable sobre la soberanía digital, o más propiamente la cibersoberanía? Y más allá de las razones detrás de tal omisión, ¿qué debería hacer México para transitar hacia la construcción y defensa de su soberanía digital? O ¿será acaso más conveniente dejar las estructuras digitales en manos únicamente del mercado?

Las respuestas a tales preguntas son bastante complejas, sobre todo por la manera en la cual el sistema digital se configura y funciona, el cual requiere de una cooperación constante de múltiples actores, la mayor parte de ellos empresas y organizaciones extranjeras, las cuales son fuertemente influenciadas por Estados Unidos, Europa y, en menor medida, China. 

Para comenzar, es importante aclarar que una cibersoberanía total (entiéndase autarquía) queda fuera de toda posibilidad, México no puede ser enteramente ciber soberano debido no sólo a que no desarrolla tecnología y estándares al nivel de EUA o China, sino porque es imposible; sin embargo, y tal como lo hace Europa, Brasil o japón, México puede fomentar una mayor participación del Estado en el ciberespacio nacional. 

Aunque, el caso de México resulta aún más precario debido a la vecindad con Estados Unidos y la simbiosis y dependencia de sus procesos, aparatos y fuerzas productivas; tal subordinación ha quedado manifiesta en el T-MEC, un tratado de libre comercio que, de entre sus diversas áreas, tiene por objetivo asegurar la dependencia tecnológica nacional hacia Estados Unidos y sus empresas, ya que el tratado establece una serie de limitantes que cristalizan y perpetúan la desigualdad de capacidades, al mismo tiempo que imposibilitan al estado mexicano a tomar medidas proteccionistas. 

Como ya se mencionó, visto desde una óptica realista, una cibersoberanía total es imposible para cualquier país, no sólo México; y aunque México enfrenta serias limitantes derivadas de su vecindad geográfica, es posible la construcción y fortalecimiento de cierta clase de cibersoberanía, la cual debe responder directamente a las capacidades e intereses nacionales, así como a sus limitantes. 

La cibersoberanía mexicana tiene que partir de un análisis puntual de las características y estado actual del ciberespacio nacional; una vez esto, se debe plantear un plan de acción en diferentes ejes: 

  • Delimitar objetivos y metas con métricas y tiempos bien definidos para cumplirlas.
  • Hacer una profunda reflexión y revisión de los planes de estudio en todos los niveles, con un énfasis en las humanidades y las ciencias sociales; fomentar el pensamiento lógico-matemático en el estudiantado; la creación de becas y oportunidades que fomenten el aumento de especialistas en áreas del ciberespacio; apostar por la educación sobre tecnología desde una perspectiva crítica, dicha educación debe incluir campañas públicas, así como la formación de la función pública y, especialmente, la clase política; entre otras medidas.
  • Fomentar la creación de más infraestructuras públicas, tal como infraestructuras de telecomunicación, puntos de acceso gratuito a internet, centros de datos, etc. En este sentido, la CFE es un gigante, dotado de una gran capacidad estructural en el país, la cual no solo abarca la electricidad, sino también internet; esto es vital para la ciber soberanía, pero el sistema digital no solo se compone de la capacidad de transmisión de información, sino de su procesamiento, por lo que los centros de datos deben de ser una prioridad. 
  • Derivado de lo anterior, México también tiene que apostar por la creación de apps y más servicios digitales para la población, algunos de ellos bien pueden ser una competencia directa a las empresas ya establecidas, tal como el caso de la app Mx Plus o la app de taxis de la CDMX; para tal objetivo, la administración pública debe aumentar su presencia en el ciberespacio y brindar a las personas sus propias soluciones digitales. 
  • La creación de una regulación amplia que incluya diferentes instituciones y leyes, pero bajo una visión holística, unificada y especializada, en lugar de sólo remendar y “actualizar” leyes de manera individual.
  • Crear una institución especializada en la administración de asuntos del ciberespacio nacional.
  • Crear y reforzar alianzas internacionales diversificadas, las cuales no sólo giren en torno al ciberespacio según Estados Unidos; en materia normativa, dichas alianzas podrían estar enfocadas con la Unión Europea, la cual puede servir de ejemplo para el camino de México; en materia de infraestructuras e inversiones, México debe permitir la participación de empresas de países como China, no sólo en nombre de los beneficios de la libre competencia, sino por mera lógica estratégica. 
  • Establecer una política industrial que incluyan sectores tecnológicos, especialmente porque México no es un productor especializado en productos estructurales del ciberespacio, tales como semiconductores, telecomunicaciones o computación.  Una revisión soberana de la política industrial debe abarcar la robótica y la IA, ya que la antropomorfización de los robots (robots humanoides) apunta no solo al objetivo final de prescindir de la fuerza de trabajo humana, sino también de volver a la fuerza de trabajo un servicio más ofrecido por las empresas, aunque esto tardará mucho tiempo en caso de ser siquiera posible, ya que los costos de producción son elevadísimos actualmente, por lo que tal sustitución puede ser progresiva y en algunos cuantos sectores. O, de lo contrario, prepararnos para una crónica dependencia que, entre sus consecuencias, tendrá el desempleo como una característica, lo que hará necesario el pensar en una renta básica universal y la creación de más impuestos para las grandes tecnológicas, por ejemplo. 

Es imprescindible que México deje de percibirse como un apéndice de EUA y busque su propio camino en el futuro de la tecnología digital y en el ciberespacio internacional, ya que de lo contrario, el país será cada vez más dependiente de las empresas; mientras que, según apuntan los deseos más descabellados del capital, la fuerza laboral empezará a perder su atractivo frente a las máquinas (muchas de ellas antropomorfizadas) y a la importación de fuerza laboral, dejando como único atractivo los recursos naturales, el espacio territorial y trabajos con pésimas condiciones, cuya población verá buena parte de su sueldo irse hacia las rentas mensuales pagadas a las empresas digitales. 

En este proceso, es necesario ver más allá de los datos personales y la ética utilitarista e individualizada que caracteriza a la crítica de la tecnología actual, esto con el fin de ampliar la regulación y el análisis del ecosistema digital bajo imperativos que ponderen también el bien común y lo comunal, o lo que es lo mismo, un ciberespacio que pondere a las y los mexicanos.