Hoy se define si Estados Unidos seguirá en la misma senda o si tomará un giro interesante, con la política centrada ya sea en los asuntos internacionales o en la ‘introspección’ de los problemas domésticos. Podríamos decir que se juega una batalla entre nacionalismo y globalismo, aunque esto, claro, es una simplificación un tanto burda. La realidad es mucho más compleja, con detalles y ramificaciones que abarcan no solo lo político y económico, sino también lo ideológico y cultural, lo cual, hace que esta elección sea un fenómeno digno de un análisis minucioso.
A Trump se le reconoce fácilmente como el político nacionalista de esta contienda, con su eterno lema de “hacer América grande otra vez” que lanzó en su primera campaña presidencial, cuando se convirtió en el presidente número 45 de Estados Unidos. Su figura ha sido controvertida, pero efectiva al movilizar a las clases medias estadounidenses, que ven un país en el que ya no se reconocen.
Con un discurso abiertamente xenófobo y racista, Trump logró conectar con la identidad de un sector de la sociedad que quiere "recuperar" la América de otros tiempos, aunque, en la práctica, sus políticas estructurales no hayan sido tan disruptivas como prometió.
Por otro lado, el gran problema de los demócratas parece ser, que a diferencia de los republicanos que gritan abiertamente sus filias, estos se ocultan en la hipocresía. Una hipocresía muy palpable en Estados Unidos, donde critican el comportamiento de Trump y sus seguidores desde una postura muy “políticamente correcta” para desmantelar argumentos en temas relacionados con la intolerancia. Lo curioso es que esto en la práctica no siempre respalda sus palabras.
¿Qué tan "correcto" puede considerarse un partido que envía armas y recursos casi ilimitados para respaldar la guerra en Ucrania? ¿Qué tan moral puede ser alguien que defiende el discurso de la correctitud mientras apoya a un Estado como Israel, que sigue asesinando niños palestinos y libaneses? Y, ¿qué tan correcta es la administración demócrata cuando, con su confirmada participación en la operación en Sinaloa para capturar a Ismael “El Mayo” Zambada, desata una guerra brutal en esa región de México? En definitiva, un gobierno que hace de la necropolítica su estandarte en relaciones internacionales no puede sostener la superioridad moral que presume frente a quienes llama racistas, xenófobos o "tontos" por seguir a Trump.
Ese es precisamente el dilema al que se enfrentan los votantes estadounidenses: o reforman su sistema político para evitar figuras como Trump, o bien elevan el nivel de profesionalismo en el gobierno para abandonar las mentiras y la necesidad de convencer con fuerza a quienes no se alinean a sus intereses como bien hacen los demócratas sin más. Nada de esto parece fácil, ni probable.
El escenario actual es de una polarización tan profunda que, incluso, existe la posibilidad de un empate en el Colegio Electoral, lo que llevaría a una ‘contingent election’. En tal caso, lo más probable es que los problemas se agraven, en lugar de resolverse. Algunos analistas ya han hablado de la posible “balcanización” de Estados Unidos, y la toma del Capitolio en 2021 fue un claro aviso de esta división.
Las propuestas de los demócratas sobre el control de armas han avivado las llamas de este conflicto, especialmente porque la Segunda Enmienda, con la idea de que una sociedad armada pueda resistir un gobierno tiránico, sigue siendo una base de resistencia cultural en Estados Unidos. Por lo tanto cualquier restricción a la posesión de armas es vista como una amenaza, lo que añade aún más complejidad a la política estadounidense.
Por otra parte, lo más intrigante de la propuesta de Trump es su insistencia en la existencia de un deep state, un “estado profundo” que, asegura, opera desde las sombras y manipula el poder en Estados Unidos. Estos rumores han ganado fuerza tras dos atentados en su contra: uno confirmado y otro que quedó envuelto en misterio.
Este discurso de Trump ha atraído a personajes como J.F. Kennedy Jr., quien, pese a su historia como demócrata y su antiguo perfil de presidenciable, ahora no solo apoya abiertamente a los republicanos, sino que es parte activa de su campaña y tiene la promesa de un lugar en su gabinete.
Elon Musk, por su parte, ha usado su enorme plataforma en Twitter, donde a través de memes y comentarios públicos, para apoyar a Trump con entusiasmo, ha sugerido que la lucha va más allá de cambiar rostros en el gobierno: se trata de desmantelar una estructura enraizada que controla los hilos del poder como un titiritero maestro. ¿Será?.
En contraste con la narrativa de "deep state" y la propuesta de desmantelar una supuesta estructura oculta en el gobierno, los demócratas han puesto énfasis en medidas de gasto social y control de armas, temas muy sensibles para gran parte de la población estadounidense. Proponen aumentar el gasto público para programas que apoyen a los sectores más vulnerables, como créditos fiscales y ayudas a familias de ingresos bajos y medianos, buscando reducir las brechas económicas y fortalecer la infraestructura social del país.
Además, en un tema igualmente polarizador, los demócratas plantean una regulación más estricta sobre el acceso a armas de fuego. Buscan prohibir las armas de asalto y aplicar leyes de “bandera roja” que permitan retirar armas a personas en riesgo de cometer actos violentos, con la esperanza de reducir los frecuentes tiroteos masivos, que afectan incluso a escuelas públicas. Esta iniciativa, como se mencionó anteriormente, enfrenta una resistencia cultural considerable debido a la histórica relación del país con las armas, sin embargo, es necesario considerar una propuesta de este tipo como un posible paso necesario hacia una mayor seguridad pública.
Más allá de la polarización actual y de los temas que dividen a la sociedad estadounidense, las crisis políticas también abren un espacio invaluable para replantear nuestros valores colectivos y la estructura misma de nuestras instituciones. En estos tiempos de incertidumbre, donde el cambio parece inevitable, quizá vale la pena darse la oportunidad de fortalecer el compromiso con una democracia más inclusiva y con una justicia que realmente represente a todos. En ese sentido tal vez, este es un momento clave para que Estados Unidos reflexione y redescubra su propia identidad y encuentre un camino común hacia una nación más unida y resiliente para, así, lograr una transformación urgente y verdaderamente significativa.